Prepago: placer por dinero (II)

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El reloj de mi cuarto marcan las 10:00PM cuando escucho una notificación en mi celular. Es Rodrigo.-Estoy afuera, ábreme.-

Sin pensarlo dos veces, me apresuré a recibir a mi invitado. La ansiedad y la emoción hacían que caminara de una forma temblorosa y torpe, así que me detuve un momento para tomar aire y controlarme. Parada frente a la puerta, inhalé y exhalé, y la abrí. Mi pequeño ejercicio de relajación se fue al carajo cuando vi a Rodrigo cara a cara; se ve mucho mejor en persona que en fotos. Es un hombre alto, con su enloquecedora piel morena, ojos oscuros, profundos y cautivantes, con los labios más sensuales que la naturaleza pudo proporcionarle a un hombre, cuerpo atlético y bien formado, de hombros y espalda anchos y cintura estrecha.

-¿No me dejarás pasar?- Dijo, riéndose de mi reacción.

-Por supuesto... Pasa.-

Sin lugar a duda todo miedo o incomodidad se esfumó. Y saber que ese ejemplar de macho sería mío por una hora... Uf, sin haberme tocado siquiera, ya estaba encendida. Miró a su alrededor y sentó en el sofá de la sala. Se relajó bastante, y me miró sonriendo, como esperando a ver qué iba a hacer yo. Pero antes de decir o hacer nada, Rodrigo se me adelantó, tomando mi mano y guiándome hasta el sofá de la sala. Me dirigió para que me sentara sobre él, acomodándome para que pudiera sentir cómo su masculinidad se imponía debajo de mi sexo.

-Y dígame, señorita- Decía él, mirándome y moviendo sus caderas, cosa que me estaba empezando a calentar mucho.-¿Cómo te gustaría? ¿Suave, rudo, intermedio...?

-Sorpréndeme.- Dije tajantemente.

-Bien, no más charla, a follar.-

Abrió un poco el camisón que cubría mi cuerpo y comenzó a acariciarme suavemente. Sus manos grandes, fuertes y cálidas calentaron mis piel al contacto. Fue subiendo sus manos hasta mi nuca, y la apretó un poco, y acomodó mi cabeza hasta que nuestros rostros quedaron frente a frente. Me besó adrede en los labios, invadiendo con su lengua el interior de mi boca. Nuestras lenguas se encontraron y revolvían entre sí con locura, con hambre, con deseo. Finalmente, quitó por completo la única prenda que llevaba, descubriendo por completo mis pechos. No son la gran cosa realmente, normales diría yo, pero se quedó contemplándolos como si fueran unas piedras preciosas.

Se apartó de mis labios para desnudarse él, pero en un movimiento rápido di a entender que quería hacerlo yo. Solo sonrío y me lo permitió. En unos pocos segundos, le despojé de su camisa y admiré su torso; fuerte, con unos pocos vellos que le daban un toque aún más masculino y sensual, y sus tetillas negras que, por alguna extraña razón, quise lamer. Lejos de parecer raro, esto no hizo más que estremecer su pecho, haciendo que su miembro creciera más bajo sus pantalones. Me deslicé por sus piernas hasta quedar de rodillas, y sin dejar de mirarlo bajé sus pantalones. Su pene salió erguido, puesto que no llevaba calzoncillos. Se me hizo agua la boca al ver semejante pedazo de carne, pero no quise volverme demasiado loca, así que acerqué mis labios lentamente hasta su tronco. Podía escuchar sus gemidos de desesperación, pero para mí, la diversión apenas empieza.

Lamí su glande, haciendo círculos alrededor de él, como si fuera una rica paleta, y un líquido un poco salado comenzó a brotar de allí. Sabía tan delicioso. Después me lo llevé todo a la boca y comencé a succionar con los labios, y con la punta de la lengua, rocé los lados de aquel capullo.

-Diablo mami, qué bueno lo mamas...

Aceleré el ritmo y duré así unos pocos segundos. Pero sentí su mano en mi mandíbula y me levantó la cara.

-Lo haces muy rico mami, pero mejor detente porque si sigues así, me voy a venir. Ven, es mi turno.

Me tomó por las caderas y me acostó en el mueble, quedando a merced de él bajo el peso de su cuerpo. Encerró mi lóbulo derecho en sus labios, succionando y apretando los labios un poco fuerte. Me estremecí al sentir el contacto de sus tibios y carnosos labios. Me sentí pequeña, dominada, presa bajo el peso de su cuerpo. Entretanto, se acomodó entre mis piernas y comenzó a menear las caderas de un lado a otro, de arriba a abajo, haciéndome sentir su duro miembro en mi delicado sexo, el cual estaba abundantemente húmedo. Agarró su miembro y masturbó mi clítoris con su glande. Lo hacía girar en torno a la entrada de mi vagina, torturándome deliciosamente, desesperándome cada vez más. Lo sentí palpitar y humedecer, desesperado por entrar en mí.

Como si supiese exactamente lo que yo quería, recorrió con su lengua el resto de mi cuerpo. Propinó gentiles caricias a mis pechos, adornados con unos pezones rosados e increíblemente erectos, como si en cualquier momento irían a salirse de su sitio. Su lengua era hábil y juguetona, dibujando perfectos círculos con la punta de la lengua en cada sitio de mis pechos, prestando especial atención a mis pezones. Siguió descendiendo hasta llegar a mi ombligo. Hundió la punta de la lengua en mi ombligo y lamió firmemente su interior. No le permití que siguiera torturándome más, así que le tomé la cabeza y la llevé justo donde quería: mi sexo.

Y como bestia hambrienta, abrió mis labios y llevó mi clítoris a su boca. Lo succionaba y lamía maravillosamente. Solté un grito descomunal, echando mi cabeza hacia atrás y cerrando los ojos, al tiempo que mis dedos se enredaban en mi desordenado cabello. Tomó la punta de mi clítoris y la aprisionó entre sus labios, al tiempo que su lengua rozaba la punta.

-Oh, sí, así, sigue... Más, profundo... Más... ahh

-¿Te gusta?

-Sí, sí, me encanta, sí...

-Házlo, házlo ya, fóllame, fóllame como nunca te has follado a ninguna.

Tomó su miembro y lo lubricó con mis fluidos. Me penetró lentamente al principio, acostumbrándome a su sexo. Me besaba sin control, a lo loco, en los labios, en el cuello, en los pechos. Sin duda el placer había nublado todo rastro de sutileza, incrementando gradualmente el ritmo y la velocidad de sus acometidas. Sus manos, su boca, su lengua, si sexo, todo trabajaba y funcionaba perfectamente para mi placer. Finalmente, entre suspiros y sudor me llevó al clímax. Me sentía libre, capaz de todo. Grité, grité como nunca en mi vida lo había hecho, lo que le enloqueció grandemente, dándome la estocada final, haciendo que perdiera el control de sus movimientos. Se corrió dentro de mí; sentir su fluido viscoso y caliente me hizo sentir plena. Se quedó sobre mí por unos momentos, empapándome con su sudor. Finalmente cayó rendido a mi lado.

Un poco recuperada de aquella locura, me incorporé un poco para buscar mi cartera y pagar. Este gesto no se lo tomó muy bien al parecer. Sí, fue un poco frío, y cortó aquella candente magia de hace unos momentos, pero a final de cuentas es un servicio como cualquier otro. Lo usas y pagas. Tomó el dinero, se vistió y se marchó sin más. Me fui a duchar para irme a dormir. El demonio está tranquilo... Por ahora.

 

 


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