UN PROBLEMA DE IDENTIDAD 1

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Solía suceder que cada vez que el vitalista Oscar le proponía a su vuiejo amigo Felipe, que era un

tipo barrigudo y algo cabezón, un plan de esparcimiento como pudiera ser el estreno de un

espectáculo, o cualquier evento, éste casi siempre le venía con alguna excusa, y al final

terminaban en algún bar hablando de sus cosas. Pues se diría que Felipe era un sujeto encerrado

en sí mismo  que no sentía el menor interés por nada, ni por nadie excepto por su trabajo que le

permitía ganarse la vida holgadamente, y por su salud.

Sin embargo hubo una ocasión en que Oscar consiguió que su apático amigo lo acompañara a un

cine de Arte y Ensayo donde proyectaban un film de un director francés llamado Lean Luc Godard,

que era uno de los máximos exponentes del movimiento "La Nouvelle Vague" cuya técnica y

planificación se apartaba de las películas comerciales, y en consecuencia dicha película se

proyectaría enversión original con subtítulos en español. 

En la cinta se abordaba el tema del amor enmarcado de una manera simbólica en las estaciones

del año.

Ni qué decir tiene que Felipe aunque parecía que prestaba atención a la película en realidad se

sentía ajeno a la trama de la misma, y no hacía más que suspirar, revolverse en la butaca, y

bostezar; además se hacía un lío con las imágenes y los subtítulos.

Cuando los dos amigos hubieron salido de la sala de proyección Oscar con entusiasmo le comentó

a su acomapañante:

-¡Que película tan original! A la estación del verano le corresponde un amor voluptuoso,

bullicioso, esperanzador; a la primavera la complicidad de la pareja; el otoño la intimidad; y el

invierno el desencanto. ¿No te has dado cuenta?

-Si tú lo dices... - respondió Felipe con laconismo.

- No cabe duda que el cine, la imágen es el lenguaje de nuestro tiempo - añadió Oscar.

-¡Psé!

De súbito Oscar se sintió ridículo porque tuvo la sensación de estar hablando a la pared; además

tenía la sensación de que su amigo Felipe le consideraba un sujeto infantil que se ilusionaba por

cualquier fantasía. Por tanto Oscar no tardaría en distanciarse de aquel amigo tan cerril.

Al sábado siguiente Felipe tuvo que acompañar al jefe de personal de su empresa llamado Ginés

a visitar el Museo del Cam Nou del Barça. Cuando llegaron allí tras cruzar un espacioso vestíbulo

y llegar a una planta repleta de trofeos y fotografías históricas del Club, a partir de la biografía de

su fundador Joan Gamper, Ginés con la emoción a flor de piel le confió a Felipe:

-¿Sabes? Cuando yo era pequeño mi padre solía traerme aquí los domingos por la tarde a ver los

partidos. Y él me abrazaba con alegría cada vez que el Barça hacía un gol. Creo que debido a 

estas tardes, yo aprendí a amar el deporte, y por eso practico el ténis como lo hacía Joan

Gamper. Porque el deporte es bueno tanto para el cuerpo, como para el espíritu. 

- ¡Eh, sí sí...! - respondió el otro para salir del paso. Pues a fin de cuentas el jefe tiene la razón.

-¡Pero bueno! ¿Es que no te interesa el deporte? - inquirió extrañado Ginés- No sé lo que te gusta

- Bueno. Digamos que me gusta un poco de todo.

-Que es lo mismo que decir nada.

Como Ginés se percató que no podía compartir su afición con aquel sujeto, su incipiente amistad

se fue enfriando hasta que acabaron distanciándose el uno del otro.

En aquel tiempo Felipe conoció a una hermosa secretaria de la empresa llamada Estrella que

resultó  una aficionada a la música en todos los sentidos.

- Yo pertenezco a un grupo musical, y ensayamos dos veces a la semana en un piso - le explicó

Estrella al anodino oficinista en el bar de la oficina-. ¿Te gusta la música? - le preguntó.

-¡Oh sí claro...!

-A mí de los clásicos me encanta Mozart. ¿Y a tí?

-¡Sí, sí...A mí también, también...! - mintió descaradamente Felipe ya que tenía el propósito de

ligarla.

Estrella le propuso de ir al Palacio de la Música, que es un edificio Modernista, a escuchar un

concierto de Música Romántica, y él aceptó.

Durante el concierto Estrella que escuchaba extasiada una pieza de Chopin, también se dio cuenta

que su galán se aburría como una ostra, a juzgar por su cara larga. Al término de aquella sesión

 sacaron a escena un piano del siglo XVll que era una reliquia musical, y se autorizó al público

a que desfilara por el escenario y acariciara con suavidad y amor dicho intrumento.

Entonces Felipe hizo una sonrisa boba, como si aquello fuera una tontería; cosa que molestó a

la chica. Por eso ella le soltó con acritud:

- Tú me has engañado. Me has hecho creer que te gusta la música para salir conmigo, cuando en

realidad te la trae floja. Y como yo ya tengo mi manera de ser, y no la voy a cambiar por nadie,

pues búscate a otra.

Y dicho aquello Estrella dejó plantado en medio de la calle al farsante Felipe.


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