La carrera de su vida (2 parte)

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Comenzó a correr muy lentamente. Parte de su estrategia, era correr los ocho primeros kilómetros, con la intención de estacionarse delante de la multitud y luego, si no salía golpeado de la melé, arrancar a un ritmo que le permitiera colocarse en cabeza. Estaba de moda que chavalas y chavales corrieran con veraniegas ropas de seda, corriendo hombro a hombro con sombreros de paja. Alejo permaneció en la segunda línea de carrera sin perder de vista a la primera línea de cabeza. Para él no era mal principio, pues el paso cómodo que llevaba le permitía que sus jugos (con tanto esmero le había preparado Juani) fluyeran gradualmente.

Pasaron por un avituallamiento donde daban; botellas pequeñas de agua, trozos de naranja y esponjas mojadas.

Ahora eran menos e iban mas separados al pasar el cartelón que indica los quince quilómetros recorrido; Alejo tenía lugar para fijar los últimos siete kilómetros y establecer un ritmo. Empezó a adelantar a algunos corredores, aunque sabía que eso no significaba nada. Corría cómodamente al llegar a las puertas del ayuntamiento y recoger las primeras impresiones de Juani que se encontraba justo en frente en la Plaza De La Laguna. Juani le ofreció una camisa seca para que su cuerpo al quitarse la camisa súper-sudada pesara menos, iba tan concentrado –que Alejo rechazó- lo que no rechazó era el licor, que bebió agradecido aunque con moderación.

-ocupas el puesto cuarto ¡vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! –dijo con voz motivadora Juani. Alejo asintió y siguió corriendo.

Alejo se conocía: aquel era el momento en que su ánimo se veía sometido a pruebas, pues constantemente se acongojaba al superar los dieciocho kilómetros. Los problemas se presentaron casi como si estuvieran previstos. A mitad de la cuesta de la Calle Cartaya faltando tres kilómetros, noto que tenía un punto en carne viva en el dedo gordo del pie derecho. Sabia de ante mano que iba a dañarse los pies, y sabia que no debía hacer caso de la incomodidad, pero poco después se le sumó un tremendo dolor de un agarrotamiento en el costado derecho, que aumento hasta hacerlo resoplar cada vez que su pie derecho tocaba el suelo.

-¡sigue joder, me cago en la hostia! –Grito desencajada Juani a Alejo- ¡tú sigue! Que solo te quedan dos ¡ya los tienes! ¡Vamos!

Pero los pies que no sentía seguían subiendo y bajando, impulsándolo hacia delante: taf-taf-taf. Se dejo llevar línea resta entrando en el estadio Blas Infante y éste fue el momento de mayor riesgo, pues si sus piernas insensibles lo hacían tropezar y caer, no volvería a levantarse.

Vio borrosamente a la gente que permanecía en la meta que parecía flotar en el aire y lo vivificaba en silencio, pero en la mente su visión fue clara cuando vio en la meta a Juani, trepó hasta la pequeña plataforma de la torre de llegada. Alejo alzó a Juani y la puso en sus hombros sin dejar de correr; los gritos de alegría hicieron temblar la tierra. Al llegar a las gradas con Juani en lo alto de sus hombros, vio a los cabecillas del barrio que tanto lo habían despreciado, cogió la gorra desflecada, podría de mierda y se la lanzo (como diciendo tomad esta gorra empercudida, es vuestro premio)

Recito la oración mentalmente y luego celebro la victoria con su única familia [JUANI].


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