Hirviendo II (ya no tanto)

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Cuando se volvió la chica y vio el espectáculo, él se ruborizó. Para que no se preocupara, ella se dirigió hacia su lloroso miembro y empezó a limpiarlo con mucho mimo utilizando su boca. Después se puso en pie y lo besó a él, mientras rozaba su cuerpo contra el suyo. Había que dar tiempo al tiempo. Lo cogió de la mano y lo subió al piso superior de aquella magnífica casa, lentamente, hablándole para tranquilizar su malherido ego de macho.

En la habitación estarían más cómodos. Podrían empezar con unos preliminares, charlar algo más para conocerse, porque, aquella tarde no había habido tiempo para mucho. Desde que se vieron en aquel bar, ella acompañada de un supuesto novio, él solo, se sentaron en un sofá amplio. Ella lo hizo casualmente junto a él y, protegida y oculta por su chaqueta y bolso, tanteó bajo ellos la pierna de él. Se sorprendió, ella lo notó, pero su compañero era solo eso, un compañero de piso. No le unía nada a él y simplemente tenía que desembarazarse. Para eso la iniciativa tenía que partir necesariamente de ella. Y la verdad es que no le costó mucho. Tras quedarse solos todo fue rápido.


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