LA MUJER DEL ANUNCIO 2

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La yegua en cuestión empezó a caminar cansinamente, y Bernardo tuvo  la sensación de que el

mundo se tambaleaba bajo sus pies; y en la medida que el animal avanzaba parecía que al inexperto

jinete el panorama se le venia encima. Bernardo tuvo la convicción que si por casualidad a algún

productor de  películas del Fart West se fijaba en él tendría que contratar a un extra porque

evidentemente  el agente comercial no era ningún  John Wayne.

Al momento la comitiva abrió la marcha, y Blanca iba delante del grupo. Bernardo la quería

alcanzar, pero fatalmente quedó rezagado por capricho de "Carlota". En efecto, la yegua que tenía

muy mala idea pareció captar la psicología y la inexperiencia de quien la montaba, y hacía lo que

le daba la gana, porque igual marchaba a paso lento, o de desviaba de su ruta.

Bernardo se desesperaba.

-¡Venga! ¡Arre, mujer... no seas así! - la azuzaba.

Mas "Carlota" no estaba dispuesta a hacerle caso, y para más guasa se ponía a comer hierba; en 

realidad era como si él fuese un cero a la izquierda. De repente, cuando Bernardo menos se lo

esperaba, y de forma imprevista "Carlota" iba al trote a todo trapo y entonces el jinete muy

al contrario de las veces anteriores se veía obligado a gritale muerto de miedo:

-¡Para, para...! ¡Soooh... Soooh...!

El caso era que Bernardo en aquellos momentos no iba montado encima de la yegua, sino que

a causa de su loca carrera volaba casi por los aires, y se agarraba como podía al cuello del

animal para no caer bajo sus patas.

De súbito "Carlota" detuvo su paso, y Bernardo respiró con cierto alivio "¡Uf lo que se tiene

que hacer para ligar!" - se dijo a sí mismo-. Pero una vez más ella se inclinó para comer, por lo

que el John Wayne de pacotilla se vio deslizar como en un tobogán por el cogote de la yegua.

-¡Ay, ay...! ¡Que no comas; ahora no. Déjalo para después! le gritó Bernardo.

"Carlota"parecía pasárselo en grande, nunca había tenido a un jinete tan tonto como aquel y

ahora se aprovechaba de la situación. Tanto fue así que ella se desvió de su ruta hacia un

estanque y se puso a beber agua sin atender para nada a las llamadas de aquel quisquilloso

sujeto que no la dejaba en paz, y que estaba a punto de caer de cabeza en el estanque.

Mientras tanto, los demás hacía rato que se habían perdido de vista.

"Carlota" bebía sin parar, cuando se le acercó un consumado jinete que al ver aquella situación

le exhortó a Bernardo:

-¡ No la dejes beber!

- ¿Y qué hago?

-¡Tírale con fuerza de las riendas!

Bernardo a pesar de que era un amante de los animales le dio tal tirón que "Carlota" en un

manifieso de fasidio escupió el agua al tiempo que clavaba una amenazante mirada a Bernardo.

Era commo si le expresara: "Ahora verás quien soy yo". Este al ver la ofendida mirada de la

yegua, sintió un escalofrío en su vientre. "Ay, que ahora se vengará de mí" - pensó él.

-¡No "Carlota"; no he dicho nada! ¡No lo quería hacer! ¡Bebe cuánto quieras! - le dijo Beernardo

suplicante con la vana esperanza de ser comprendido.

Pero "Carlota" ni  le oyó  siquiera, porque de pronto echó a correr como si se hubiese vuelto loca 

y Bernardo iba zarandeándose de un lado a otro sin ningún control, hasta que casi llegó al suelo.

-¡Para, para...! ¡Quieta, quieta...! - gritaba lleno de terror.

Mas el animal no se inmutaba lo más mínimo, hasta que se les cruzó uno de los guardas el cual

con exhabrupto consiguió que "Carlota" se detuviese en seco, y Bernardo pudo al fin recomponer

su compostura, aunque con un dolor tremendo de riñones.

Lo malo fue que Bernardo después de pasar por todas aquellas rocambolescas visicitudes tano

en aquella Sala de Fiestas, como en el picadero para acercarse a su anhelada modelo publicitaria,

descubrió que ella era una mujer insulsa, aburrida que no tenía nada que ofrecer, ni qué decir.

Y es que la vida es tan impredeible como la temible "Carlota". 

 


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