La otra cara

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La familia es lo único que tenemos, pues es la única a la que siempre podemos recurrir y obtener una ayuda desinteresada. La teoría es muy bonita, pero no siempre es así, las malas caras, los gestos, los cuchicheos, los insultos y las falsas apariencias emponzoñan tan idílica visión pero eso sí, todo con mucho amor.

Los abuelos pueden ser unos encantadores ancianitos que reparten dulces y cambian los pañales a sus nietos, pero también pueden ser ancianos sin escrúpulos a los que les importan lo más mínimo sus nietos. Sin embargo, todos intentan transmitir una buena imagen, y si tienen que abrazar a un niño al que la última vez que vieron llevaba pañales, simplemente lo hacen y sonríen, no importa que ni siquiera conozcan su nombre completo, para la cámara será su nietecito del alma. El nieto se limitará a imitar la sonrisa y a rezar para que la desagradable situación sea efímera.

Las nueras no son mejores, muchas ponen mil excusas para que sus suegros pasen el menor tiempo posible con sus nietos y nadie suele saber la razón, a veces es una mueca que no les convence, otras el tono de voz, incluso a veces la forma de caminar, todas razones muy lógicas.

Los hijos son más difíciles de predecir, puede que tengan a sus padres en un pedestal y los defiendan a muerte frente a sus cónyuges y sus propios hijos, pero también pueden culparles de todos sus fracasos y recompensarles encerrándoles en una residencia, lugar que jamás pisarán cuando el protocolo no lo exija. Lo curioso de esta última clasificación es la posibilidad de cambio, es decir, entre padres e hijos es más fácil pasar del amor al odio, pues todo el mundo sabe que no es algo tan definitivo como no soportar a tu suegra, nuera, nietos, abuelos, etc. La relación entre hermanos suele ser de extremos, es decir, o se quieren a muerte o se odian.

A menudo nos centramos tanto en lo que nos venden las conformistas campañas de publicidad, sobre todo en Navidad, que apenas nos esforzamos en cuidar a nuestra familia, pues algunas malas relaciones se podrían arreglar o mejorar si nos esforzáramos un poco más, es decir, la otra cara de la familia, la más oscura, no tiene por qué ser definitiva, pues el que tuvo retuvo y el que recibió amor, sigue necesitándolo de esa persona.


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