El juego de dar y recibir

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Cada mañana Liz se levantaba con el tiempo justo para tomar algo ligero y salir al trabajo, debía de estar estudiando se decía, pero quiso esperar el llamado de la vocación, y cómo no llegaba, optó por trabajar, luego murieron sus padres y bueno, la vocación nunca llegó.

Liz había trabajado como camarera en un hotel, al principio le gustaba, pero un día un cliente la acorraló y casi abusa de ella, la tomó por sorpresa, le tapó la boca y…..con la otra mano la manoseó y cuando iba a penetrarla ella lo mordió tan fuerte que el tipo se enojó y la golpeó salvajemente, un camarero oyó ruido y lo detuvo; Joe su jefe dijo que todo se había grabado en la cámara de seguridad, entonces el cliente le dio dinero a Liz para que no se quejara.

Ella apreciaba a su jefe, desde el incidente era al único hombre que toleraba, él la animaba a estudiar, a salir, a regresar al trabajo, se propuso que olvidara.

Liz  no salía de su casa, cuidaba el jardín, Joe le llevaba semillas y plantas para que se mantuviera ocupada. Un día logró meterla al coche y llevarla a un vivero, ella no quería ir, pero al ver las plantas se bajó del carro sin pensarlo.

De regreso ella iba animada y hablando de lo que quería hacer en el jardín, Joe le habló de un pequeño invernadero y a ella le gustó la idea; así es cómo él la recordaba, radiante, feliz, soñadora y por primera vez, se dio cuenta que era una bella y joven mujer.

Ya en casa, estuvieron hablando de los planes, Joe le explicó que mandaría un trabajador para que hiciera las instalaciones, ella se negó, no quería hombres en su casa, él prometió estar presente todo el tiempo, y lo hizo.

El cambió en Liz fue positivo, estaba más alegre, se mantenía ocupada y empezó a salir, al menos a la tienda de implementos agrícolas, Joe estaba feliz por ella, descubrió que su recuerdo le causaba un cierto hormigueo en el estómago, reaccionando pensó, debo de intentar conquistarla.

En una de sus visitas Joe le dijo que quisiera verla en otro  plan, que le gustaría que fueran pareja, Liz no lo dejo terminar de hablar, se enojó y le dijo que ella sólo podía ser su amiga, que no quería intimidad, él prefirió no insistir y se fue.

Los siguientes encuentros estuvieron muy tensos, Joe  perdía la esperanza de tenerla, quiso hacer un último intento y al verla le dijo − quiero estar contigo, te quiero y sé que podemos hacer algo juntos, puedo esperarte a que tú lo quieras−.

Liz respondió en forma brusca, gritó, se enojó, y terminó llorando; Joe muy calmado le dijo: cuándo te sucede algo malo, debes soltarlo nunca retenerlo, tienes una vida y se te está escapando, no permitas que ese incidente te defina, tú escribes tu historia y si quieres la nuestra. No todos somos cómo aquel tipo, déjame enseñarte que soy distinto; ella se quedó pensando por unos minutos y sólo contestó − enséñame−.

Joe se acercó la tomó por la cintura y la abrazó, ella no podía relajarse, le cantó suavemente al oído y así abrazada se la llevó al invernadero, al entrar sintió que Liz se iba tranquilizando, la soltó para verla directamente a los ojos y decirle –déjame quererte−.

Liz le tomó las manos, él la besó, las lenguas se tocaron y ella lo abrazó, Joe supo que era el momento, continuando con el beso la sentó en una mesa y muy despacio empezó a desabrocharle la blusa, no traía brasier, le besó los pechos, su respiración estaba muy agitada, el sólo verle los senos lo excitaba y su pene estaba respondiendo; se dijo para sí− vete ahora o no podrás detenerte−, no quería echar a perder lo poco que había conseguido, la vio a los ojos y le dijo –yo soy diferente, y por eso hasta aquí llego, me voy−, le  abrochó la blusa y la bajó de la mesa.

Ella no se movía, Liz muy quedo dijo –NO, no te vayas−, y se quedó inmóvil, él se acercó y ella lo desvistió, se besaron, ella se quitó la blusa y quedó  con los pechos al aire, él los tocó, los amasó y terminó chupándolos, queriendo llenarse de ella, Liz se dejaba llevar, él se hincó frente a ella y la terminó de desvestir.

La tenía frente a él, los dos completamente desnudos, él la cargó, ella abrió las piernas y rodeó con ellas su cintura, fue como si el instinto los guiara, se besaron, ella se fue resbalando poco a poco hasta quedar ensartada en él,  no interrumpieron el beso, él la sostenía por las nalgas, la poyó en el borde de la mesa para así poder entrar y salir rítmicamente, ella no soltaba su lengua y él se dejó llevar por esa vagina que lo aprisionaba cada vez más, la recostó sobre la mesa, abrió sus piernas y la penetró con la lengua, ella se perdió entre tanto placer,  entonces él cambió la lengua por su arma más sensual, y de un solo impulso metió su verga hasta el fondo, ella sintió como la recorría por dentro, estaba perdida, y él explotó vaciándose en ella.  

Los dos estaban callados, él le acariciaba suavemente los senos, cuando sintieron el agua de los aspersores que se acababan de abrir, ella se incorporó y ahí bajó el agua lo besó profunda y arrebatadamente, y se dejaron caer al suelo para continuar con ese juego de dar y recibir que a ella le empezaba a gustar.

 


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