No podía ser tan fácil

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El teniente Smiths de homicidios estaba rabioso, desesperado. El juicio había quedado visto para sentencia esa mañana y él no había sido capaz de darles a los hombres y mujeres del jurado una sola prueba para condenar a la que la prensa había dado en llamar “la viuda negra”. Las pocas pruebas que habían podido reunir contra ella las había ido destruyendo una a una Jack Andrew, el pobre desgraciado al que Amanda Bates, la viuda negra, había embaucado con buen sexo y falsas promesas para asesinar a su marido. Así,  Andrew estaba en prisión dándole una buena coartada a la viuda y cargando totalmente con la culpa.  Ella se iba a ir de rositas.

Para Smiths Amanda era la principal sospechosa desde el día que encontraron el cuerpo de su marido en un charco de sangre en su despacho de casa, con dos agujeros de bala en la cabeza. No se creyó el dolor de viuda en ningún momento, ni el memorable discurso de despedida que leyó en el funeral bañada en lágrimas, tan memorable que fue publicado por la prensa local, pero  en todo ese tiempo no había podido conseguir nada sólido contra ella.

Abrió el cajón de su mesa y sacó una botella de whisky, se sirvió un generoso vaso y se quedó mirando la foto de su familia sobre el escritorio tomada en lo alto del Empire State en su viaje a Manhattan , eso le reconfortaba. Se veía a Maggie, su mujer y a Jessica, su hija junto a él,  ¿Cuánto hacía de eso ya? No lo recordaba, ¿Había sido en octubre del 14? Le daba rabia tener tan mala memoria. Para distraerse intentó recordar cuando habían hecho ese viaje. ¿Cómo podía ubicarlo con exactitud? De repente se quedó petrificado. Tuvo que contener una carcajada porque se imaginó a sí mismo en una escena de dibujos animados con una bombilla encendida sobre su cabeza.

No podía ser tan fácil… no podía ser tan fácil se repetía en su cabeza. Tenía que comprobarlo, no costaba nada. Saltó de su silla y salió corriendo a la sala de pruebas en el sótano. Llegó casi sin resuello, allí estaba todo y se puso a buscar entre todas las cajas de pruebas etiquetadas del caso de la viuda. Al final encontró lo que buscaba, tenía en sus manos el ordenador portátil de Amanda Bates del que no habían sacado nada que les fuera de utilidad.

No podía ser tan fácil…

Lo encendió y le pareció una eternidad el tiempo que el aparato tardo en arrancar. Le temblaban las manos pero se las apañó para deslizar el ratón y buscar el archivo que le interesaba. Cuando lo encontró, había estado allí a su vista todo el tiempo, puso el cursor sobre él y accionó el botón de la derecha, eligió la opción “propiedades” y a continuación la pestaña de “detalles” no se había dado cuenta que llevaba un buen rato conteniendo la respiración. En su cabeza se repetía todo el rato: -No podía ser tan fácil. Y allí estaba: el documento de texto del memorable discurso de despedida en el funeral de su marido databa del 24 de octubre de 2017 doce días antes del asesinato.

La tenía.


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