EL SEXO Y EL APAGÓN INESPERADO

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Hubo ésa vez, un largo momento de confusión.

En un instante y sin aviso previo, las señales de televisión e Internet, se apagaron a la vez en todo el mundo.

Las cenas frente al televisor, los programas de entrevistas, las películas, los shows callaron para siempre.

Nunca se supo por qué, pero todo el mundo aceptó. Con bastante resignación.

Muchos pensaron en una hecatombe social. ¿Qué harían ahora con el tiempo libre?

Alguien con sentido común, había tomado la decisión en algún lugar desde donde se ejercía el poder, de terminar con la multitud de programas basura, los adivinos, tarotistas, tertulias y…con bastante de los otros.

Las familias, sorprendidas y fastidiadas, sin saber qué hacer, iniciaron naturalmente nuevos rituales, que creían olvidados.

Hablaban entre ellos. Unos, escuchaban a otros. Algunos ponían música tranquila de la radio. Notaron que quitando el televisor, había más lugar en el salón.

En los bares, la gente se reunía alrededor de las mesas, jugaban a viejos entretenimientos como el dominó, las cartas y conversaban animadamente, sin distraerse. Los unos se miraban a los otros, en los ojos.

Empezaron poco a poco las invitaciones a las casas de los amigos, y descubrieron todo el tiempo que había vivido casi sin conocerse. 

Los niños vieron como los animales no eran sólo los que estaban en los dibujitos animados. Estaban, al igual que los súper-héroes de las revistas, en la naturaleza y en los libros (estos últimos, un artilugio que desconocían por completo). Volvieron a hacer dibujos en los cuadernos con crayones y lápices de colores, desterrando las “tabletas”, que también habían dejado de funcionar. Volvieron a jugar en las plazas por la tarde. La pelota se convirtió en la reina de los juegos.

Al mejorar los alumnos su comportamiento y disciplina, los profesores se convirtieron en lo que habían dejado de ser. Guías, educadores y formadores. Gente de absoluta confianza.

Los jóvenes empezaron a saborear el gusto de ir a la Biblioteca del barrio a buscar información sobre el tema que necesitaban. Los Diccionarios y las Enciclopedias volvieron a la vida. Más de uno empezó ir al Club, a hacer senderismo, a relacionarse mejor con la gente de su edad. Notaron que el esfuerzo y la lectura, eran conceptos que debían incorporar a su vocabulario.

Los cines y teatros volvieron a estar llenos, o casi, en la mayoría de las funciones.

Las librerías, volvieron a ser lugar de encuentro y los libreros, a ser esos olvidados amigos de toda la vida a quiénes consultar algo sobre un autor o una novedad publicada.

Las exposiciones y museos volvieron a tener público abundante. El conocimiento que se generó a partir del apagón fue notable. Los periódicos volvieron a ser el eje de la información.

El sexo volvió a ser atractivo. A la noche, y a la hora de la siesta había más tiempo.

Los partidos de futbol se veían en la cancha. Las películas en el cine. Los musicales y las obras de teatro, en los teatros. Los conciertos en los estadios y en las salas apropiadas. Las noticias en los periódicos.

Todos se dieron cuenta que finalmente con el apagón, no habían perdido casi nada.

Que habían ganado en calidad de vida, en cultura, en amistad, en relaciones, en salud y en tiempo.

¿Me preguntarán qué pasó con las personas que trabajaban en ese medio?

Los actores volvieron a estudiar guiones como antes y a trabajar en películas y obras de teatro.

Los “tertulianos”, esos personajes en general ignorantes y presumidos, que iban de canal en canal para pelearse y comentar rumores y cualquier otra cosa sobre los famosos y sus miserias, debieron buscar trabajo en lo que pudieron. Algunos se fueron al campo o a la vendimia, otros retomaron algún estudio que habían abandonado; pero la mayoría siguió siendo tan ignorante e inútiles como cuando estaban frente a las cámaras sin dar palo al agua y ganando fortunas.

¿Los presentadores? Fueron contratados en pequeñas radios de provincia que les pagaban sueldos normales, porque su trabajo de leer anuncios de tiendas y negocios locales, no valía para más.

Esta es la historia de lo que pasó aquel año, en el mundo, cuando por el apagón,
la televisión dejó de ser el Entretenimiento Universal. Fue el año en que desaparecieron casi todos los “fantasmas” que pululaban en las ondas de colores. 

Y los libros volvieron a tener el lugar que nunca debieron haber perdido.

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 Nota: ATENCIÓN este relato es una ficción. ¡Que no cunda el pánico! ¡Nadie se preocupe! Hoy, mañana y pasado... a cualquier hora, por la tele, pasarán esos "instructivos programas" donde por algún dinero vergonzante todos se despellejan, cuentan sus miserias, muestran sus desconocidas apetencias sexuales, hablan pestes de su/s ex o hacen el ridículo bailando y/ o cantando. 

Señoras y Señores: TRANQUILOS.Todo está en orden.

 


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