Eternos enamorados

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Hace millones de años el ser supremo creo los astros, el sol y la luna iban a ser los encargados de iluminar a nuestro planeta, les mandó hablar a los dos y les dijo:

−SOL TÚ DARÁS LUZ EN EL DÍA Y LA LUNA EN LA NOCHE−.

El astro rey no puso atención por ver a esa exquisita dama de tez clara, sensible y soñadora que al instante le robo el corazón; la dama tampoco puso atención porque al ver al sol, algo en su interior explotó y brotó el deseo de estar cerca de él, le impresionó su presencia, fuerza y el calor que emanaba.

El ser supremo se enojó por el poco respeto mostrado, de castigo solo les dio una flama, así que la tendrían que compartir.

El sol seguro de su poder y capacidad aceptó sin objetar, ella tímidamente dijo –ESTÁ BIEN−. Cuando el ser supremo se alejó, el astro rey dijo:

−YO EMPEZARÉ, Y CUANDO BAJE DESPUÉS DEL TRABAJO DIARIO, SERÁ HORA DE QUE SALGAS, EN ESE MOMENTO TE ENTREGARÉ LA FLAMA Y CUANDO TERMINE TU TURNO ESPÉRAME, YO LA TOMARÉ DE TUS MANOS, ASÍ PODREMOS VERNOS Y ACARICIARNOS DOS VECES AL DÍA−.

La pobre Luna rompió en llanto y le dijo −NO PODRÉ SOPORTAR VERTE TAN POCO, ESTARÉ SOLA TODA LA NOCHE Y TE EXTRAÑARÉ DEMASIADO−, el sol se conmovió y le dijo, −TE ADORNARÉ EL CIELO CON ESTRELLAS BRILLANTES Y PARECERÁ QUE ESTOY EN TODOS LADOS−, y así lo hizo.

Había días en que la luna estaba contenta y muy coqueta, se le podía ver en todo su esplendor, otras veces se enojaba con el sol y se escondía, él por su parte siempre brillaba potente, nunca quiso que el supremo supiera lo dolidos que estaban.

Pasaron siglos y los amantes se veían por momentos, pero el cielo podía exhibirlos juntos, para luego separarlos.

Le llegaron chismes al ser supremo, hablaron mal de la luna, por dejarse cubrir el cuerpo por los rayos del sol, y de él hablaron peor, que porque no respetaba a la luna, que no debía tocarla, que era un exhibicionista y otras cosas peores.

El supremo se preocupó, por siglos los vigiló y vio que el sol respetaba a la luna, y que ésta solo se dejaba acariciar por el sol, fue testigo de ese amor eterno y de esa mutua admiración, llegó al punto de sentirse mal por ellos, mandó nublar el cielo y les habló a los dos.

El sol llegó radiante, con la frente en alto y seguro de sí mismo, la luna tímida, con paso titubeante exhibía su belleza; el supremo los esperaba y les dijo:

−HAN HECHO UN EXCELENTE TRABAJO TODOS ESTOS AÑOS Y POR ESO HICE UNA CONCESIÓN Y LES DARÉ PERMISO DE ENCUENTROS ESPORÁDICOS, PODRÁN ESTAR MUY CERCA, NO SERÁ MUY SEGUIDO, ESPERO DISFRUTEN SUS CITAS−, y se fue.

La luna se sonrojo al estar tan cerca del sol, se quedaron viéndose a los ojos y sin decir palabras supieron que su amor sobreviviría el tiempo que fuera necesario. −ESPERARÉ EL PRIMER ECLIPSE PARA TENERTE EN MIS BRAZOS− dijo el sol, y la luna contestó −ESTARÉ PUNTUAL−.

Durante sus citas se les puede ver uno junto al otro, a veces el sol abraza a la luna, otras ella lo cubre con sus brazos, disfrutando su amor de eternos enamorados.

 


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