Mi momento con las estrellas II

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En la parte de arriba, como en el resto del Imagine, todo era madera, cojines y velas, faltaba la arena pero justo enfrente se abría el camino de luz que la luna deja en el agua. Me acerqué a la barandilla, aquí estábamos a solas, yo sabía que el hecho de estar en Tailandia entre gente me alejaba de la posibilidad de que me besase o de que yo la besase a ella, pero ahora… me di la vuelta mostrándole a la luna mi nuca y vi como ella se acercaba despacio, como el momento me alcanzaba. Elixir de flores surcando mi garganta mientras una lengua húmeda acompañaba el líquido a lo largo de ella y un dedo se deslizaba en línea recta desde mi ombligo hacia abajo atrapando la cinturilla de mi falda, con un movimiento rápido tiró de mí juntando mi cadera a la suya, y me susurró que me iba a besar mientras paseaba sus labios por mi mandíbula, mi boca ya la esperaba cuando la suya me atrapó voraz. Y su lengua descubrió la mía, y mi lengua acogió la suya y esta vez sí deseé más, mi cuerpo se abría y lo quería todo. Mis manos se aferraron a su contorno y palpaban aquel diminuto cuerpo que provocaba en mí un deseo nuevo, un deseo desconocido, impaciente y valiente, emocionante como las primeras caricias del despertar sexual pero con la experiencia de haber deseado muchos cuerpos. Y su dedo volvía a deslizarse suave de derecha a izquierda entre la cinturilla de mi falda y mi piel y descargas eléctricas volaban directamente desde su dedo a mi entrepierna mientras nuestros labios se devoraban. Y su dedo se transformó en cuatro lagartijas que ascendían revoltosas desde el ombligo por el esternón y atrapaban mi pecho liberándolo del sostén. Su respiración se aceleraba a la vez que rodeaba con cada una de sus yemas mi pezón endureciéndolo con cada roce. Sus besos comenzaron a descender buscándolo también. Y mi cuerpo se sumergía en fluido candente.

-Vamos a mi bungaló.-le dije vacilante.

Creí que no me había escuchado, pero cogiéndome de las muñecas y con ávida mirada caminó hacia atrás cruzando unas cortinas en las que no me había fijado. Dentro sólo había una ventana y un par de colchones sobre la madera del suelo. Con un par de movimientos me quitó la camiseta y el sujetador, y sus ojos volvieron a convertirse en los de un dibujo animado, decía algo en tailandés mientras hundía su nariz entre mi pecho.  Yo quería comenzar  ya con la exploración de la vía láctea y me fui deshaciendo poco a poco de su ropa para ir descubriendo aquellas estrellas escondidas. Las conté y saboreé todas, una a una hasta la más pequeña, cuarenta y ocho estrellas descendiendo sobre su pecho oscuro, pequeño y firme de pezones lilas y deslizándose por su cintura y cadera hasta esconderse en el interior de su muslo y allí me encerré, abrazándome a sus piernas que me apretaban primero para abrirse después. Me recreé en aquel vértice húmedo de placer que se contoneaba pidiéndome más, lamí su clítoris  y bebí de él hasta que su galaxia explotó. Y poco a poco comencé a retroceder sobre el camino ya explorado cruzando la marea en la que se había convertido su cuerpo, y al alcanzar su hombro aquel cuerpo que parecía rendido e indefenso me tumbó de espaldas, y sentándose a horcajadas sobre mis rodillas comenzó dócil a bajarme la falda besando el perímetro de mis bragas, corriendo el riesgo de quemarse rozando con sus labios mi piel. Me quitó las bragas mirándome a los ojos, yo también lo intenté, pero no pude, cerré los ojos y perdí mis coordenadas mientras que por el interior de mis piernas ascendían besos, mordiscos y caricias que creaban en mi interior una marea de excitación incontrolada.  Atacó mi vagina empleando dedos, lengua, nariz y labios, y yo ya deseé llegar, mi sistema respiratorio amenazaba con dejar de funcionar y mi columna vertebral llegaba a su punto máximo de curvatura, pero de repente amortiguaba el ritmo colándose con su lengua tersa por todos los rincones de mi vulva y mi espalda volvía a caer exhausta sobre el colchón. Desesperada y con el poco control que me quedaba sobre mi misma ordené a mi dedo corazón que fuese a liberarme de aquel tormento, pero su mano bloqueó la mía contra el colchón y su boca se encargó de darme todo lo que quería.  Y mi cuerpo detonó, todo mi ser se convirtió en millones de partículas que viajaban sin rumbo por el espacio.


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