En la carretera...

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Entrada la media noche y con unos tragos en la cabeza mi novio me llevó a casa y se dirigió a la suya... Antes de meterme a la cama decidí revisar mis mensajes, aparentemente no había nada importante; pero entre todos había uno que llamó mi atención, y era de un "viejo amigo" al que había dejado de frecuentar hace un tiempo... "Estoy en la ciudad, si te apetece un trago y un cigarro escríbeme..."

Ese viejo amigo, no solo era mi amigo, sino la persona con la que había compartido mis letras, las mismas que mientras me masturbaba pensándolo,  él usaba para complacer sus demonios lujuriosos leyendo las pervertidas líneas, de las cuales había Sido protagonista. Nunca nos habíamos tocado, o tan siquiera besado, pero el deseo era palpable, cada vez que aparecía en mi vida, renacía la lujuria hacía él. 

Sin pensarlo mucho respondí su mensaje, no me importó la hora, o si sería infiel por primera vez en cinco años de noviazgo... Sólo quería probarlo, y que hiciera de mi lo que él quisiera, era de esos hombres en los que no puedes dejar de pensar, que sin necesidad de tocarte te han desnudado por completo... "Acabo de llegar a casa, espero por ti", le respondí. Un minuto (eterno) pasó, para que el teléfono sonara, era él... Al otro lado de la línea, con su voz entre dulce y lujuriosa me decía que pasaría por mi.

En su auto había una atmósfera silenciosa, pero un latente aroma a deseo... No deseábamos hablar, pues sólo había una cosa que nos interesaba y era finiquitar las fantasías que habíamos tenido desde que nos conocimos y que únicamente por medio de letras pudimos cumplir.

Mientras manejaba, callado yo con la mirada fija, me acerqué lentamente; empecé a besar su cuello, y llegué hasta sus labios, ¡por fin podía probarlos! Eran deliciosos, rojos, definidos, suaves... Eso me prendió, y astutamente empecé a bajar mi cabeza mientras el inútilmente trataba de impedirlo, desabroché el botón de su jean, bajé su cierre y di pasó a una deliciosa erección. Sin ninguna objeción introduje su sexo en mi boca, delicioso, caliente, duro... Probarlo era un placer que jamás imaginé tendría. Lamía, chupaba, lento, rápido y él se retorcía de placer dentro de mi. Tomamos una carretera panamericana, que por la hora tenía un tráfico muy escaso, estacionó en una orilla, desabrochó su cinturón y con una pícara sonrisita me indico que saliera del auto, sumisa obedecí.

Fuera del auto con un intrépido movimiento hizo que me arrodillara y metió su polla dura y caliente en mi boca una vez más, amaba que se la chupara, era el mayor placer que podía experimentar y no quería perderse de eso... Tomó mi cabello entre su mano, lo enrolló y me atragantó con su erección, quería estar completo dentro de mi. Yo no podía respirar, al final no me importaba  siquiera, era tan increíble tener a ese hombre en carne y hueso sólo para mi que quería devorarlo vivo.

Rápidamente me levantó y puso boca abajo sobre el capó del vehículo, mi mini falda de velvet se trepó hasta mi cintura, dejando entre ver unas delicadas tangas de encaje las cuales sutilmente corrió, dando espacio a un mar entre mis piernas... Estaba mojada, por él, para él, porque producía eso y más en mi ser. En ese mismo instante me penetró sin compasión, justo como alguna vez le dije que me gustaba, fuerte sin miedo, que me hicieran sentir como una puta rendida a sus pies, me embistió una y otra vez, y en medio de esa desolada carretera sólo se podía escuchar mis gemidos, el sonido de su pelvis chocando contra mis glúteos rojos después de ser nalgueados ferozmente y su animal respiración, no había más, sólo él, yo y nuestro deseo pasándonos la cuenta.

De un giro me puso boca arriba, mi clítoris quedo expuesto y eso aumento su calentura, quería follarme como en nuestras conversaciones, levantó mi blusa y agarró mis senos salvajemente, me penetraba cada vez más fuerte , sus labios estaban rojos como un carmesí debido al grado de excitación y yo solo deseaba venirme, era una bomba de tiempo a punto de explotar, le pedí que me follara duro, como una bestia, a lo que él accedió; de repente esa maravillosa contracción dentro de mi abrió paso a una lluvia de deseo, bañé su abdomen con mis jugos y temblando de tanto placer le pedí sólo una cosa, "termina dentro de mi" y sin titubear, aumentando la velocidad de sus estocadas vertió todo su ser en mi, gimiendo, gritando, sollozando se corrió en mi interior como nadie nunca lo había hecho...

"Que descanses", me escribió al dejarme en casa a eso de las 4 de la mañana.


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