UN DESEO GUARDADO

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Por aquel entonces salía del trabajo muy temprano, no era tarde y decidí ir a la plaza a tomarme un café, como recién había llovido decidí caminar bajo algunas gotas de lluvia que aún se dejaban sentir.

Mientras caminaba, al otro lado de la acera sentía me observaba alguien bajo un paraguas, al alzar mi mirada descubrí que era Natasha,  a quien no veía desde mi adolescencia y alegrada del fortuito encuentro me hacía señas desde donde se encontraba.

Me acerqué a ella para saludarla y me recibió con un fuerte abrazo.

¿Cómo has estado? ..... Pregunto.

¡Pensé que nunca te volvería a ver!

 A lo que respondí con una sonrisa.

Natasha era una gran amiga, que por viajes de trabajo y cambio de residencia no veía hace mucho tiempo.

-¿A dónde te diriges?... pregunto ella.

- Voy a tomar un café.

- ¡Vamos yo invito!

- ¡De ti encantada!... respondió Natasha.

 

Mientras caminábamos hacia la plaza, recordé que la última vez que nos habíamos encontrado, nuestros labios se cruzaron en un beso, como presintiendo que aquella sería en esa entonces la última vez.

Deslizo su mano, y mientras yo iba distraído en ese recuerdo, entrelazó sus dedos con los míos y al mirarla sonrió. Llegamos a la plaza,  nos sentamos y pedimos 2 capuchinos para calentarnos del frío de la tarde.

Ella,  ya sentada,  decidió  quitarse una chaquetilla que llevaba puesta para abrigarse, al retirarla su figura tal cual como la recordaba se dibujó frente a mí. Natasha era alta, delgada, de figura esbelta y sonrisa muy tímida,  llevaba una blusa de escote, que dejaba ver el tamaño de sus senos,  debo confesar que luego de retirarse aquella prenda me fue muy difícil dejar de mirarlos, y su mirada respondía con agrado el que los contemplase.

Mientras charlábamos recordamos la última ocasión en donde nos habíamos dado un largo beso, ella actualmente estaba soltera y yo me encontraba saliendo de una relación algo tormentosa. Mientras nos contábamos las aventuras de nuestras vidas y reíamos,  poco a poco sentí que sus suaves pies bajo la mesa iban subiendo mis piernas, y su boca saboreaba el vaso del cual tomaba su bebida con aquella expresión de lujuria.

En un instante sentí como su pie acariciaba mi miembro por encima de mi ropa, y era casi inquietante dejar de mirar sus labios. Me pidió irnos a un lugar privado, a lo que asentí sin ningún tipo de reparos,  tomamos un coche y nos dirigimos al primer motel que se encontrara en nuestro tránsito.

 

Mientras nos dirigíamos hacia allá, la tomé del cuello y le di un beso como aquel que nos dimos el último día de nuestro encuentro. Al llegar al motel, mientras subíamos las escaleras no podía dejar de mirar su culo, y desear enormemente que me cabalgase sin cesar.

Una vez dentro de la habitación, al cerrar la puerta se abalanzó sobre mí. Quedé de espaldas a la puerta,  y estando yo en pie ella se arrodilló , bajo mi pantalón y saco mi miembro que ya se encontraba lubricado deseoso de ella, metió su boca en mi verga, y sin decir palabra alguna empezó a succionarlo, jamás había sentido tanto placer mientras mi pene entraba y salía de su boca.  ¡Ella tenía un objetivo claro!... Tragarse todo mi semen.

Al darme cuenta de que no dejaba de chupar mi miembro, la tomé del pelo, quería hacerla mía,  la separé de mi verga y la acosté boca arriba en la cama, quite su jean,  y vi sus bragas de encaje color rosa que llevaba puestas, eso me encendió aún más, pase mi lengua por su vulva, la cual se encontraba toda humedecida, al alzar mi mirada y encontrarme con sus ojos, me dijo desesperada...

- ¡Dámelo!

Abrí sus piernas, corrí sus bragas y lentamente empecé a penetrar su vagina, mientras sus gemidos se hacían más fuertes cambié el ritmo,  entraba y salía introduciendo solo la cabeza de mi glande,  mientras veía como se desesperada se retorcía de placer, arremetía por momentos más fuerte contra su sexo metiendo la totalidad de mi miembro para escuchar el clímax de sus gemidos.

Me tumbo sobre la cama y me ha dicho.

¡Quiero que me des tu leche!

Se montó sobre mí e introdujo mi pene en su vagina, empezó a cabalgarme lentamente,  mientras yo,  alzaba su blusa y lamía sus duros pezones.

Mientras lo hacía me tomo y apretó mis manos contra las sabanas y arremetió a darme sin detenerse restregones de su vagina sobre mi pene, sus gemidos eran cada vez más desesperados, mientras yo sentía como poco a poco su sexo se comenzaba a derramar en mi verga.

-Exclamo. ¡Dame mi leche!

- Frente a ese impulso no pude evitar derramar todo mi semen dentro de ella. Sus ojos se iluminaron mientras sentía como cada gota de mi excitación llenaba todo su ser. Me apretó contra sus senos y me dijo al oído. Espere muchos años para llenarme de ti.


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