Cena de amigos (parte 2)

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-Cielo, ¡qué buena estás! Me quedaría haciéndote el amor durante horas, pero tengo un compromiso que no puedo eludir. No hace falta que te levantes. Ya sé dónde está la puerta. Te llamaré, te lo prometo.
-Pero, ¿tienes mi número?
-Por supuesto…
-No recuerdo habértelo dado…
- Adiós.
Qué tarde se ha hecho, mejor voy en taxi, no me gustaría aparecer oliendo a sudor.

-¡Jon! ¿Qué tal tío?
-Ya sabes, no me quejo.
-Ufff, ¿a qué hueles? ¿Te has duchado?
-¡Claro! Esta mañana. No he tenido tiempo de pasar por casa en todo el día.
-Ufff, ¡tío! ¿Por qué no te has duchado en su casa? Hueles a polvo y no me refiero a ese que no limpias en tu casa desde hace meses.
-Ya tío, Rosita está de baja y me da mucha pena sustituirla…
-¡Pues limpia tú!... Bueno, y ¿quién es ella?
-Una chica que conocí en la biblioteca.
-Esto sí que es bueno, ¿desde cuándo vas a la biblioteca?
-Necesitaba consultar unos libros, y ¿sabes? ¡Te puedes llevar hasta cinco a tu casa!
-¿En serio te vas a leer cinco libros seguidos? ¿Acaso en toda tu vida has leído cinco libros?
-Por supuesto que no. Los dejo esparcidos por la habitación y uno en la mesilla de noche con un marca páginas. ¡A las chicas les encanta el rollo intelectual! Así conocí a ¿Sara? o ¿Saray? No sé, creo que era algo así. No importa.
-¿No tienes ganas de cambiar? Ya no eres un chaval para andar con esto juegos.
-No todos tenemos la suerte de conocer al amor de nuestra vida…
-Bueno, que a mí me llevó mi tiempo encontrar a Alicia. Ya sabes que yo también era un bala en la juventud…
-Martín, por favor, que soy yo… Que tuvimos que pagarte a una profesional para que perdieras la virginidad en la universidad…
-¿Petra la Bum Bum era prostituta?
-¿De verdad que el nombre no te dio la pista?
-Vamos a tomar algo mientras esperamos a que llegue la amiga de Alicia, por favor. No quiero seguir hablando contigo.
-Sí, yo también estoy seco.

-Jajajaja. ¡Qué momentazo estoy pasando! Y me lo quería perder…
-Cierra la boca Jon.
-Lo siento Martín.
-Vamos a continuar con los chicos. Es mi turno de escoger padrino.
-Calzonazos…
-¿Qué has dicho Jon?
-Que muy rico el vino.
-Vale. Primera pregunta: ¿cómo se llamaba la primera y única gata que he tenido?
-¡Caty!
-Punto para Pedro.
¡Qué original!
-Por cierto, ¿qué le pasó a Caty?
-Verás Pedro, creo que nunca lo sabré. Un día desapareció; de golpe. ¿Te acuerdas Jon? Tú estabas en mi casa cuándo no la volvimos a ver más.
-Ah, sí… Aquella gata que no hacía más que maullar y restregarse por todas partes.
-Estaba en celo.
-¡Buah! Qué asco. Ahora entiendo por qué se tumbaba boca arriba, abierta de patas y quería que la acariciara. Menos mal que le abrí la ventana para que se refrescara. Estaba claro, que tenía demasiado… ¡Calor!
-¿Le dejaste la ventana abierta a una gata en celo?
-Claro.
-Así que fuiste tú quien la dejó escapar.
-No, no, no. Yo solo le dejé la ventana abierta. ¿Por qué iba a saltar un gato desde un séptimo piso? ¡Hay que estar loco!
-¿Saltó? Ahora recuerdo que al salir de casa con mi padre, había un trozo de carne en la acera y no me permitió verlo… ¡Caty!
-No llores hombre. Míralo por el lado bueno. Ya sabes lo que le sucedió a Caty y estoy seguro de que no sufrió.

-Gracias por la cena. Ha sido un placer.
FIN

 

 


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