Candidez Catilinaria

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CANDIDEZ CATILINARIA

Sigue y sigue, sigue pues, asesinando,
al pino, al roble, al aire mismo,
ya mañana tus retoños serán polvo,
y en la caja sus cenizas.
Ya en la piedra el vino, se embriagará,
con la geometría en calcetines,
y un lápiz llorará, tierno acero,
en florido balcón y juventud,
sangrando los últimos refugios.

Ven, almacenista.
¡Vamos al almario dulce y frío!.
Con la grisura del aliento.
Aunque grisáceo vea todo blancura.
¡Vaya dulceza de dulcería barata!.

Porque persuadió al pañizuelo picudeado.
Paupérrimo patituerto perdulario.
Donde preciosura presuponía.
¡A los arácnidos persuasivos!.

Balidos, granadas, leones,
rojedad, tambores, estrellas.
Hierbamala sobre la tierra,
y cicuta sobre las pieles.
Espadas en la nuca,
plomo entre las cejas.
¡Asombro herido!.

Nulidad hecha zapatos y bicicleta,
en moribundos hospitales,
del cañón carne y orgullo,
del caracol del estiércol.
¡En la niebla del sudor y sangre!.
¡Caminos de lenguas mudas!.
Las hojas invisibles,
caen como la lluvia,
en gotas, chorros y cataratas.

Oscilando en la vida del péndulo impúdico.
Que deja una luz clavada en carne seca.
En la encina bajo el lago de inocentes,
del vino embriagador del embeleso.
¡Como amor adinerado rapaz avieso!.

En el destino lleno de secos labios.
Ecos largos que hierven en la eternidad.
Cuando la profundidad sagrada duerme,
con el desierto pétalo estelar pendiente.
¡Y el crepúsculo soñoliento enferme lábil!.

Cuando endeble enternece
Cuando
El olmo
Solo
Dé ciruelas
Y el higo mandarinas.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez.


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