Carmela y sus jóvenes huéspedes 1

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Me llamo Carmela y vivo en Salamanca, que por ser ciudad universitaria acuden muchos estudiantes del resto de España y de otros países.

Me separé de mi marido hace dos años, y al quedarme en paro y con cuarenta y tres años no es muy fácil encontrar trabajo, por lo que decidí alquilar dos habitaciones de mi casa a estudiantes.

Desde hace un año se están hospedando en casa Lucía de 19 años y Ernesto de 20.

Son unos jóvenes muy educados y que no molestan en absoluto. Hacen poca vida casera aparte de comer y dormir, y los fines de semana se van a sus casas en Andalucía y Cantabria.

Anoche, sobre las diez, estaba preparando la cena con Lucía y llegó de la calle Ernesto, bastante malhumorado. Al preguntarle si quería cenar ya, me contestó que no en un tono alterado, y subió rápido a su habitación. Que mosca le habrá picado pregunté a Lucía, que me contestó que creía que tenía problemas con su novia, pues ella está en su clase y la notaba también rara y distante con ella desde hace algunos días, pues sabe que vivo en la misma casa que él.

Ni corta ni perezosa me creí en la obligación de tranquilizarlo algo, llevándole un poco de leche caliente con unas tostadas. Al tener las manos ocupadas no pude tocar en la puerta y abrí la habitación directamente, cual fue mi sorpresa ver que Ernesto se encontraba sobre la cama masturbándose mirando una revista porno.

Me quedé paralizada mirándolo, y él también, además de rojo como un tomate. Le pedí disculpas por no tocar a la puerta, y continué hacia su mesa de noche, coloqué la bandeja y me senté al borde de la cama. El se disculpó mucho y tapó su miembro con la sábana, sin bajársele los colores. Yo comencé a acariciarle el pelo y la espalda diciéndole que no importaba, que eso era normal, y más a su edad. Yo le confesé, para intentar acercarme a él, que yo aún lo hago alguna vez, algo que por la expresión que puso no esperaba de mí.

Se fue relajando, se le bajaron los colores, y yo fui bajando mi mano por su cara y pecho, que acaricié también. Le di un beso suave en su boca mientras continuaba bajando mi mano buscando su pene, que continuaba completamente erecto. Le dije que lo ayudaría, pues no era sano quedarse a mitad de aquella tarea que estaba realizando y tras retirar la sábana, comencé a masajear su polla y besarle más intensamente su boca. Una amplia sonrisa cubrió su cara.

Me arrodillé en el suelo y cambié mi mano por la boca, él ya estaba excitado y apretaba mi cabeza contra su polla, que me llegó a la garganta, pues tenía un tamaño considerable para mí, mayor que la de mi ex marido. Y yo que trataba a Ernesto como un niño, hasta ese momento, mayor sorpresa me causó aún.

Me pide que se la chupe, que se la coma, que se la mame bien. Vaya polla, tan caliente, tan gorda...como se estremece. Me encanta su polla entrando y saliendo de mi boca, esperando que me llene con su leche. Por sus exclamaciones, sus gemidos se tornaron en gritos,  pude comprobar que estaba llegando al éxtasis, si, si, chúpamela toda me decía, hasta que se corrió completamente descargando aquel chorro de semen en mi boca. Saboreé su néctar hasta la última gota. Yo me quedé con el coño bien húmedo, bien mojado.

Bueno, ya es hora de que me vaya le dije. Le di un beso, un buen restregón a su polla y él aprovechó para darme un último lametón a mis tetas, y salí de la habitación.

Por el pasillo me llamó Lucía desde su habitación para darme las buenas noches como era habitual entre nosotras. Entré y nos dimos un beso, como todas las noches, pero con la diferencia que tenía esperma en la comisura de mis labios, y que ella apreció perfectamente, dándome a continuación otro gran beso, esta vez en los labios e introduciendo su lengua en mi boca y saboreando el néctar de Ernesto que aún me quedaba. Que manjar has estado comiendo que sabe tan bien, me dijo con una amplia sonrisa. Pues imagínate, fue algo inesperado, pero gratamente satisfactorio, retrocedí veinte años atrás. Algún sonido me llegó, dijo, y ya fue pura carcajada de complicidad.

Nos abrazamos fuerte, ambas con finos camisones de dormir, y me pidió que la acompañara un ratito mientras se dormía, pues se sentía un poco sola y añoraba su casa.

Estábamos acostadas sobre las sábanas viendo una película en la pantalla. Se veía alguna escena erótica que Lucía aprovechaba para abrazarme, y decirme lo que le gustaba que la viéramos juntas.

Tengo un poco de frio, pongámonos bajo las sábanas dijo Lucía. Acto seguido se quitó el camisón y bajó las sábanas, haciendo yo lo mismo. Ya las dos desnudas nos abrazamos nuevamente y ya seguimos rozando nuestros pubis y pechos y besándonos por todo el cuerpo. Me devoró con la lengua, con sus labios, con los dientes. Yo le abrí sus piernas y pegué mi boca a su sexo. Cambiamos de posición en un perfecto sesenta y nueve. Lucia movía su lengua con mucha habilidad chupando mi clítoris. Con su lengua estimuló todas y cada una de mis zonas secretas. Una oleada de espasmos recorrió mi cuerpo y el suyo, estremeciéndonos en un mar de palpitaciones y sensaciones ardientes.

CONTINUARÁ.


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