Sucedió en Plentzia

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1.- EL VIAJE

Sofía entró en el Metro en la estación de Abando. Vivía cerca de allí, en la calle Ledesma.

 

Para ser un sábado por la mañana, había bastante gente. No encontró asiento. Se quedó de pie, agarrandose a uno de los asideros verticales del centro del vagón.

 

Como casi todos los sábados, su marido, Alberto había llevado a su hijo Ander, de 9 añitos, a jugar un partido de futbol. Algunas veces ella también iba a ver y animar los partidos del crío, pero le fastidiaba bastante la mala educación que demostraban algunos padres, insultando al arbitro e incluso a los chavales del equipo rival o del propio. Afortunadamente, Alberto se comportaba como un caballero.

 

Pero ese día, se había levantado pronto, había hecho todos los trabajos caseros (incluso había ya dejado la comida preparada) y había decidido ir a dar un paseo por Plentzia. La encantaba ese pueblo, sobre todo su empinado casco antiguo, coronado por la Iglesia de Santa María Magdalena. Aquellas callejuelas semi-vacías le proporcionaban paz interior.

 

Eran las once y media. Su plan era llegar a Plentzia, pasear un par de horas y volver otra vez en el Metro. Seguramente llegaría a casa antes que Alberto y Ander.

 

Sofía era rubia, bastante atractiva y no muy alta. En esta ocasión, vestía unos vaqueros, una blusa azul clara y un chambergo corto de color beige.

 

MOYUA

 

Bajó y entró gente. Tenía ganas de sentarse, pero todos los asientos seguían ocupados. Siguió agarrada al asidero.

 

Hacía buen tiempo; un día soleado del mes de abril. Un poco fresquito, pero estaba segura de que al sol iba a estar de maravilla. Miró a la gente alrededor. Había de todo, algunas mujeres con niños, grupos de jóvenes, algunas personas mayores.

 

INDAUTXU

 

Bajó y entró gente. Se quedaron un par de asientos libres y Sofía se dio prisa para ocupar uno de ellos.

 

¡Que descanso! No le gustaba ir de pie en el Metro. Ahora sí estaba a gusto. Se relajó y se perdió en sus pensamientos.

 

SAN MAMES

 

SARRIKO

 

SAN IGNACIO

 

Un hombre ocupó el asiento situado frente al suyo. Habían quedado varios asientos libres.

 

Era un hombre de cincuenta y tantos años, de pelo y barba canosos, con gafas. Iba vestido todo de negro. Empezó a leer El País. Sofía pensó que sin duda, era una persona de izquierda, socialista probablemente. De vez en cuando levantaba la vista del periódico y la miraba. Miraba también a las otras personas que estaban en el vagón, sobre todo a las mujeres jóvenes. ¿un viejo verde?. Bueno… parecía buena persona.

 

LUTXANA

 

ERANDIO

 

ASTRABUDUA

 

El vagón se había vaciado bastante. Había muchos asientos libres.

 

Sofía echó en falta algo para leer. Miraba lo que podía de El País del hombre de enfrente. Pudo leer algo sobre las revueltas en Siria; había una foto en la que se veían personas corriendo perseguidos por policías armados. No le interesaba mucho. Miró por la ventana. En verdad era un día bonito, soleado y claro. El agua de la ría destellaba preciosos reflejos.

 

LEIOA

 

LAMIAKO

 

AREETA

 

En hombre de enfrente se levantó y salió.

 

Sofía miró a su alrededor y se quedó extrañada de la poca gente que quedaba en el vagón. En AREETA no entró nadie.

 

Siguió mirando por la ventana. Ahora pensaba en Ander. Realmente no se le daba muy bien aquello del futbol, pero parece que se divertía. Estaba con sus amigos y de paso, hacía ejercicio.

 

GOBELA

 

NEGURI

 

El vagón se fue vaciando paulatinamente

 

AIBOA

 

ALGORTA

 

Bajaron tres o cuatro personas. No subió nadie. Ahora solo veía a dos personas en el vagón. Le volvió a parecer muy raro. ¿Es que casi nadie iba a Bidezabal, Berango, Sopelana o Plentzia? Le inquietó la situación. Siguió mirando por la ventana.

 

BIDEZABAL

 

BERANGO

 

Se bajo la ultima persona que estaba en el vagón. De pronto se encontró sola. Se levantó para ver si en el resto de vagones había gente y comprobó con asombro, que casi no había nadie. Se sentó en otro lugar, desde el cual podía ver a un par de mujeres. Volvió algo nerviosa a mirar por la ventana.

 

LARRABASTERRA

 

SOPELANA

 

No había nadie esperando en el andén. Salieron unas diez personas de los distintos vagones. Sofía sintió miedo. La situación era insólita. No se podía centrar en ningún pensamiento. Miraba para todas partes, nerviosa ansiosa.

 

URDULIZ

 

Ninguna persona en el andén. Salieron dos personas. Ya no veía a nadie dentro del vagón. Por un momento sintió la tentación de seguirles y abandonar el tren. Pero, en fin, llegaría a Plentzia, que era la siguiente y última parada; y allí se encontraría con gente ¡un sábado por la mañana!

 

Durante el largo recorrido entre Urduliz y Plentzia (era la distancia más larga entre dos estaciones en la línea de Metro) permaneció sentada, inmóvil, aterrada. ¿Cómo era posible que el metro fuese vacío, al menos en lo que abarcaba su vista? La zona era boscosa, despoblada; los enormes árboles la amenazaban.

 

 


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