despedidas

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Después del eterno viaje, y sin importar que el mes que corría era Julio, el mal cuerpo y el frío contradictorio que calaba hasta los huesos era más que evidente. Tras aparcar el coche y con un último esfuerzo lleno de mucha meditación y decisión, abría el portón trasero, sabiendo que este era su último viaje. El último de una lista interminable, el último que ya daría paso a un merecido y sufrido descanso. El último viaje llegaba a su fin. A diferencia de las incontables ocasiones, en las que nada más abrir el portón, ya se encontraba prevenido, esta vez su predisposición era casi nula. Lo cogí en brazos y con sumo cuidado lo dejé en el suelo. Comenzamos la marcha hacia su destino, su última marcha. Como el preso condenado a muerte que recorre la milla verde, con paso tembloroso, como si cada paso recorrido lo alejara de la vida y lo acercara a la muerte. Una pequeña distancia que a menudo se hace insignificante, en esta ocasión se hacía eterna. No sé si por sus escasas fuerzas, no sé si por alagar este último paseo. Una vez al final del camino tras unos minutos de angustia contenida, en los que tu corazón te dice sal de aquí corriendo y tu cabeza te dice que es lo mejor que puedes y debes hacer, solo queda cruzar el umbral de esa pequeña puerta. Esa puerta por la que miles de veces entramos y miles de veces salimos. Pero esta vez no era una vez más, ya que  cruzar ese umbral significaba el punto de no retorno. Ese punto de la amarga despedida. Ese punto en el que tienes que decir adiós a ese gran ser que nunca te falló en lealtad. Ese punto en el que tras un último esfuerzo lleno de valía, coraje y lagrimas contenidas, pondríamos fin a más de dos años de sufrimiento. Es increíble lo eterno que se pueden llegar a hacer unos simples minutos. Unos minutos marcados a fuego de por vida, en los que un pequeño gesto pone fin a la angustia de un fiel súbdito. No quiso irse de este mundo sin luchar. Ya que hasta el último momento intentó aferrarse a la vida. Después del momento en el que todo llega a su fin, un pequeño deja vu, recorre todo mi ser, ya que todo acaba, prácticamente en la misma situación en la que todo empezó, yo y él a solas en una pequeña habitación. 


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