Huracán

Me recordé recientemente, feliz en mi cumpleaños veintisiete, después de partir el pastel y cantar las mañanitas que nunca conoció el Rey David, justo un mes posterior a conocerte… me entretenía mirando, a través del televisor, las imágenes satelitales de algún huracán de nombre incierto; al instante, tu persona vino a mi mente, como si fuese una premonición de lo que significarías en mi vida. El espectro temprano de un desastre que va a ser y que sabes que va a hacer, pero omites.
Después de algunos instantes intentando reconciliarme -al menos mentalmente-, me descubrí chapaleando entre los restos de la tormenta, contemplando la devastación que dejaste y tratando de pisar con cuidado, para no tropezar con los restos sumergidos de la casa. Me encuentro constantemente remando entre los libros que flotan como barcas rescatando la verdad poética, que dicho sea de paso, es la verdad más  sincera de lo que tuvimos, y los versos, por supuesto. 
En palabras más sencillas, soy la damnificada de tu vendaval de mentiras, la tormenta de tus reproches y la marea violenta de tus celos injustificados… pero no te preocupes, asumo la total responsabilidad de omitir descaradamente la advertencia de mi sexto sentido. Estoy en reconstrucción. Seguramente el sol sonreirá pronto, renovado, brillando alto y acabará con la humedad de mi alma.