La niña del vestido amarillo

La niña abrió los ojos creyendo que todo había terminado, sin embargo, el día apenas comenzaba. Su madre ya se había ido a trabajar y su padre se encontraba trabajando en el taller, literalmente estaba sola en casa en compañía de eso, eso que desde muy pequeña la atormentaba. Pero Mañana por fin cumpliría diez años y todo habrá acabado, tal como él lo prometió, pero antes de desaparecer de su vida, la niña debía cumplir un deseo más.

Bajó las escaleras vistiendo un hermoso vestido amarillo que tanto amaba, unos zapatos negros que su abuela le había regalado el mes pasado y su cabello estaba débilmente recogido. Al llegar al último peldaño un susurro la paralizó, él estaba allí, junto a ella, indicándole su último y gran deseo, mientras escuchaba esa voz aterradora sus ojos se cristalizaron por las lagrimas y al mismo tiempo esbozaba una pequeña sonrisa hasta mostrar sus diminutos dientes, el momento había llegado. Lo que la voz le había pedido era simple y al mismo tiempo extraño para ser su última petición.

La niña corrió hasta el patio, se sentó en su columpio y comenzó a balancearse suavemente hasta alcanzar mayor velocidad, y a la vez soltaba una y que otra carcajada, riendo hasta más no poder, su padre la observaba desde el taller, disfrutando la felicidad de su hija. Después de lograr una buena altura tenia que saltar. La niña sabia que su padre la observaba y le gritaba lo alto que podía llegar y que saltaría a la cuenta de tres, su padre al saber lo que su niña haría salió del taller lo más rápido posible para evitar que lo hiciese, pero estaba tan concentrada en cumplir con el deseo de la voz que ignoraba las palabras de su padre, uno, dos, tres…la niña saltó tan alto que mientras caía y su padre corría para poder atraparla, la pequeña niña inocente había caído sobre unas varillas de hierro tiñendo su hermoso vestido amarillo de rojo.