Mi chico tímido 4

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El chico tímido así como apareció en vida, también decidió desaparecer dejándome desconsolada.  Un par de veces me lo encontré de casualidad en los pasillos de la universidad.  Admiraba la facilidad que tenía para olvidar porque se le notaba tranquilo y feliz; yo lo observaba a lo lejos con mi corazón latiendo a mil y recordando con exactitud el último día que lo vi.  Después que volvió de la selva, nunca hizo nada porque nos volviéramos a ver simplemente lo dejó ahí.

 

En el auditorio de la universidad y antes de que empiece una conferencia a la cual todos los alumnos estábamos obligados a ir, me lo encontré frente a frente, nos quedamos mirando por un momento que pareció eterno y quise decirle que lo extrañaba y que estaba perdidamente enamorada de él sin embargo le di una mirada dura con el mensaje “Ni te me acerques”, el cual al parecer lo interpretó al instante, se dio media vuelta y entró.

 

¡¡¡Quiero olvidarlo ya!!!  No quiero que ninguna persona me repita ni una vez más aquel discurso que ya me sabía de memoria, no quería esperar que el tiempo hiciera su puto trabajo, tenía que olvidarlo de una vez por todas, no me puede seguir haciendo daño el simple hecho de solo verlo porque eso me derrumbaba, ¡Quiero que desaparezca! ¡Quiero que se vaya! ¡Quiero olvidarlo hoy no en un tiempo! 

 

Me costaba mucho no voltear a mirar hacia el jardín de la universidad donde siempre se sentaba a tocar guitarra y a cantar con algunos de sus amigos antisociales pero era un paso obligado si es que no quería caminar demasiado hasta mi facultad.

 

Esa tarde estaba agotada, todo lo que había hecho me había salido mal y me sentía derrotada, aquel miércoles me tiré en uno de los jardines de la universidad, aparentemente se iba a presentar alguno de los estudiantes, al fondo se veía como armaban todo, puse mi mochila de almohada y uno de mis brazos sobre mis ojos para evitar la luz, el aire era frío y tenía mi nariz congelada.  Se escuchó un sonido chirriante que me hizo doler los oídos y sentarme de mal humor, tenía ganas de asesinar a alguien, apreté las manos y arranqué un poco de pasto, luego lo tiré, me sentía furiosa, me volví a acostar en el jardín, otra vez el sonido y esta vez me hizo zapatear de cólera, tal vez debería de ir a mi casa y olvidarme de este mal día que he tenido, pero estaba sin fuerzas como para caminar y sentía que mi casa estaba a miles de kilómetros y me daban ganas de llorar.  Cogí mi mochila, la abracé y la mordí alcé la mirada y lo encontré ¡Por dios!  ¿Hasta cuándo me voy a sentir así? ¿Hasta cuándo me va a acompañar este sentimiento? Me sentía frustrada, irritada y desesperada.  Decidí furiosa que eso se acabaría ese mismo día.

 

Cogí mi mochila con fuerza y me la puse a la espalda, caminé con la mirada fija en mi objetivo sintiendo como mi furia crecía como si fuera una bola de nieve bajando a toda velocidad por la montaña, caminé con decisión, con un valor que me sorprendía y con una idea fija en la cabeza.

 

-Ey tú.  –Le dije varios pasos antes de acercarme a él.   - ¿Te parece bonito esconderte de mí?  -No solo me volteó a mirar Andrés sino también algunas personas que estaban cerca de nosotros.  -A ti te hablo Andrés.  –Le dije con un tono de voz más calmada, me estaba controlando, pero eso no duraría más que unos pocos segundos.  -¿Qué te pasa?  ¿Pensé que éramos amigos?  ¿Lo somos?  ¿Somos amigos?  -Le pregunté esperé varios segundos antes de escuchar su respuesta.

-Si.  –Respondió y su rostro era serio y duro.

-¿Entonces qué ha pasado?  -No respondía, solo nos mirábamos.  -Simplemente te fuiste y huiste, pensé que eras más valiente.  Te fuiste derrotado sin si quiera permitirte una explicación, llenaste tu cabeza de cosas y eso fue suficiente para ti.  –Quería gritar pero mi voz era baja solo para que me escuchara Andrés, gesticulaba mucho y alzaba mis manos mientras que el me miraba muy molesto.   -¿Quieres saber porque te dije que no?  ¿Quieres saberlo?  -Volví a preguntar al no hallar respuesta.

-No.  –Dijo y estaba rojo.

-Pues te aguantas porque te la voy a decir y lo vas a escuchar así no quieras.  –Quiso irse pero yo lo había arrinconado contra una pared y mi dedo estaba en su pecho señalándolo.  –Te dije que no porque los besos no se piden, los besos saben mejor si los robas.  –Y agarrándolo de la camisa me acerqué a él y junté nuestras bocas, sus labios estaban entreabiertos, su respiración agitada y los ojos los tenía abiertos, mientras que yo me cobraba aquel beso que tanto desee desde que lo rechacé por no haber dicho él las palabras correctas. Sus labios eran suaves y yo los humedecía acariciándolos con mi lengua.  Cuando sentí que Andrés estaba reaccionando y correspondiendo el beso me aparté de él.

 

-Ahora soy yo la que no quiere saber absolutamente nada de ti.  –Sentencié lo empujé y salí corriendo de ese lugar antes de que empezaran a salir las lágrimas.

 

Ni bien llegué a mi casa me encerré en mi cuarto y lloré todo lo que necesitaba, ahora si estaba lista para olvidarme de él, ahora que ya había probado el sabor de sus labios, ahora que él ya sabía por qué, ahora que ya estaba todo claro entre los dos.  Al menos yo no fui tan cruel como él que simplemente se fue sin explicación y cuando volvió tampoco trajo una.

 

-Vanessa te buscan.  –Dijo mi mamá con cautela al entrar a mi cuarto el cual estaba a oscuras.

-No estoy para nadie.

-Es Andrés.  –Su voz era tranquila y cautelosa.

-Menos para él.

-¿Ha pasado algo?  Se le ve muy angustiado.

-Qué bueno.

-¿Vas a bajar?

-No.

 

Después del beso que le di, Andrés insistió mucho, me buscó, me habló, me lo encontraba por todos lados pero yo ya no quería saber nada de él, mi corazón estaba cerrado para él y es que fue mucho tiempo en que intenté una y mil veces un acercamiento pero él se mantuvo en su posición y ahora era mi turno.  ¡Qué se aguante y sufra igual que él me lo hizo a mi!  Insistió mucho antes de darse por vencido.


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