Soledad (del libro Historias en verso y prosa)

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¿Por soledad estoy contigo? Me lo pregunto a menudo y hoy es fuerte esta ansiedad de querer saber que no es así, que es amor, que basta estar a tu lado. Que ya no importan las rupturas del pasado.

¿Por soledad dejo mis tiempos fecundos de lado? Soledad, temida celestina en esta apuesta.

No me tomes como objeto, prisionera y sin memoria, ni me pongas en medio de algo nuevo, merecido, como fruto en  el desierto, cuyo jugo poco a poco sabe a otro, que de dulce y placentero, en amarga hiel, devino en otra historia. Puñado de pasos diferentes, es el otro también a su soledad acostumbrado. ¿Temores infundados? No del todo.

Es claro que cado solo algo extraña de su puesta a un lado soledad, que en sus juegos de ausencias nos engaña. Que no sea esta otra batalla, de ir ganando terreno sobre el otro. Me pregunto... dónde mora la falla para acordar lo nuestro y lo propio.

¿Es la soledad que te trae conmigo?

No veo tus palabras, en tus gestos ni la ternura en tus ojos y me apuro a temer, como temo, que ames más sin saberlo a quien no pregunta ni precisas reprochar, caricias ni besos prodigar. Vedado de aspirar seas, el perfume amado; no importa tanto, es la soledad, huésped en tu vida ya instalado.

Decir que no te quiero, no es decir la verdad. Como también deseo que mi vida, mis pequeñas libertades abran puertas sin pedir permiso, en tus estrechas y oscuras mentales cavilaciones, impermeables al diálogo franco, que ya es repetitivo. De mi parte monólogo harto de engendrar la voluntad de que careces y sí en cambio respondes con dudas, desconfianzas, pinceladas de alguna pintura, que a tu pasado pertenece.

Algo hay también en mí que se repite, no lo logro discernir, me deprime; que al otro no llego con derechos, aunque a veces con dolor los suyos, me propongo convertirlos en deberes.

Decir no a tiempo, es otra de las lecciones que a lo largo de estas ilusorias experincias, a fuego van templando mi aprendizaje; hacerse aceptar, es también parte de quien busca un encuentro sincero y sano, para lo cual no es tanto el coraje.

Desaprener lo aprendido de otras bocas. Decir sí, complacer, dejando todo, por las dudas no me vuelva a quedar sola.

Desterrar para siempre esta lección y sin miedo avanzar, que con esos nuevos conceptos afianzados, es de esperar que el contacto venidero sea ¿quien sabe? un encuentro como fruto deseado en el desierto, cuyo jugo mantenga el mismo gusto.


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