Buscando a Ivette

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Un intenso sol de verano brillaba sobre los tres niños que jugaban con su padre Miguel en aquella finca de un lejano pueblo de Valencia. Habían decidido pasar unos días juntos ya que no era muy común que pudiesen compartir, pues sus padres se habían divorciado años atrás. Gregory el mayor de los tres, era un apasionado de la pintura y los paisajes de aquel lugar evocaban su espíritu creador; Lexys la niña del medio,  amante de los animales y con una sensibilidad única para acercarse a ellos, disfrutaba enormemente la ocasión para descubrir la fauna del lugar; mientras que la pequeña Lenny, quien al igual que su padre, llevaba dentro de sí el don del canto y la música, podía ya imaginar que serían días de aventuras mezcladas con las armonías de sus voces al compás de la guitarra.

Una tarde, Llevó el coche hasta la entrada de la finca pues allí había un grifo de agua y con la ayuda de una manguera, llenó casi a su totalidad el cubo que se encontraba en el maletero para por ultimo volver al frente de la casa donde se encontraban los niños esperándole y fue entonces, cuando sin previo aviso, comenzó a echarles agua encima que sacaba de aquel cubo.

Los niños no tardaron en descubrir que papá estaba haciendo una de sus improvisadas travesuras para sumergirlos literalmente, en un momento mágico de aventura. Camisetas blancas terminaron del color amarillento de la tierra, así como cabellos empastados en su totalidad por una densa capa de aquel barro,  pero la diversión no podía terminar sin un auténtico revolcón de los cuatro, en el tan tentador charco y fue entonces cuando Miguel sucumbió sobre sus rodillas desvaneciéndose en el suelo, retorciéndose por un intenso dolor en su abdomen mientras su cara mostraba los gestos de tan insoportable momento. Rápidamente el pánico embargó a los niños que no sabían cómo reaccionar, pero Gregory, que contaba con más edad, astutamente fue a por ayuda.

Llegaron vecinos del lugar y trasladaron  a Miguel al hospital más cercano mientras que con una llamada telefónica a la madre de los niños pudieron alertarla y avisarle para que los llevara de regreso a casa. Lo que nadie suponía, es que lo ocurrido en ese hospital cambiaría la vida de todos para siempre.

Pasaron algunos días y Miguel regresó a su hogar pero sin haber cerrado por completo el capítulo del hospital, porque a su pesar apenas comenzaba. Acostado en la cama de su casa pidió ver a sus hijos y una vez los pudo abrazar, comenzaron a salir las palabras más liberadoras que habría pronunciado jamás: “En mi Juventud y antes de haberme casado con su madre, como músico, había recorrido millas preparándome profesionalmente. En una ocasión, en una de mis presentaciones como pianista, conocí a Lourdes L.G una hermosa bailarina, su cabello dorado como el oro y ojos de un hermoso turquesa, me atrajeron como un imán al metal y fue entonces cuando comenzamos a escribir una historia de música, baile y amor juntos; sin embargo, sorpresivamente desapareció sin dejar rastros, se había ido de la habitación que tenía arrendada, tampoco volvió a ensayar en su academia de baile y nadie supo decirme que había pasado con ella. Pasaban los días y mi preocupación se convirtió en inseguridad, de inseguridad a culpa, de culpa a desamor y de desamor a olvido. Transcurrió el tiempo y conocí a la mujer excepcional quien ahora es su madre, me enamoré perdidamente de ella y antes de perderla le pedí matrimonio convirtiéndonos en una verdadera familia con la llegada de ustedes a nuestras vidas".

Desconcertada, Lenny pregunta: ¿Papá por qué nos cuentas esto ahora? Conmovido, Miguel responde: “Porque es necesario que sepan mi verdad”. Tomó un enorme aliento y continuó: “Algún tiempo después de haberme casado con su madre, viajando a otra ciudad por una contratación, vi en la otra calle a aquella mujer, pero no estaba sola, su mano sostenía a una pequeña niña. No podía creer que ahora estaba casi frente a la mujer que había desaparecido de mi vida sin motivos aparentes y cuando éramos tan increíblemente felices, ¡pero si! allí estaba, a escasos metros de mi. Sentí como los nervios se convirtieron en diminutas descargas eléctricas que paralizaban mi cuerpo pero no a mi corazón que por el contrario latía como un caballo desbocado. De repente vi que se alejaba y yo aún estaba estático, venci el miedo y la alcancé.  Sorprendida de verme frente a ellas con una temblorosa voz pudo saludarme. Fue entonces cuando me disponía a hacerle la tan esperada pregunta, cuando la pequeña niña me miró y con una suave voz dijo: ¿Mamá quién es este Señor? Un congelante silencio se apoderó del momento y cuando apenas pudo pronunciar palabras, me dijo que debía irse…. ¿Irte?, ¿A dónde?, ¿Quién es esta niña?, ¿Acaso es tu hija?, ¿Cómo que te vas así como así con tantas preguntas que responder? Me había vuelto loco en ese momento queriendo todas las respuestas posibles y cuando por fin ella pudo hablar, pronunció las palabras que más han marcado mi existencia con consecuencias inimaginables: ES TU HIJA. Desapareció de mi vida porque sintió miedo por el ritmo de nuestras vidas siempre viajando, jóvenes y entregados al mundo artístico que decidió no decirme nada y desaparecer para luego y antes de que la bebé naciera, casarse con un señor mayor que estaba dispuesto a hacerse cargo de ellas. Me quitó la oportunidad de decidir, de ver a mi hija crecer, de enseñarle de música, tantas cosas! Se llama Ivette me dijo y sin pronunciar palabra alguna, abracé a aquella niña, con el mismo amor que los abrazo a ustedes pero con la tristeza de nunca haber estado allí para ella.

Le di todos mis datos de contacto, con la esperanza de poder de ahora en adelante, participar en la vida de mi hija, pero a veces las acciones de las personas se vuelven costumbres y volvió a desaparecer, esta vez para siempre.

Volví a casa y le conté a su madre, pero lo que quiero que sepan es que tienen una hermana mayor y les cuento esto porque mientras estuve en el hospital, entendí que sólo estamos aquí un instante y mi instante se está acabando porque han descubierto un tipo de cáncer que está dejándome sin opciones médicas para combatirlo; mi páncreas es la casa de este tumor, se adueñó de él y sus células se esparcieron por todo mi cuerpo…” Aquellos niños desgarrados lo abrazaron con fuerza y Miguel continuó: No lloren mis hijos, yo jamás me iré de sus corazones, pero quiero pedirles que busquen a Ivette, quiero decirle que soy su Padre y que ustedes son sus hermanos. Limitados por información y por el deterioro progresivo de su padre, lamentablemente tan sólo tres meses después, el sueño y voluntad de Miguel se desvaneció. En compañía de sus hijos, acostado en su cama y sin haber podido ver a aquella hija para decirle cuanto la amaba, cerró sus ojos para nunca más volverlos a abrir.

Yo, Soy Lenny y quiero cumplir la última voluntad de mi amado Padre y estoy BUSCANDO A IVETTE.

Continuará…


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