LA ESTACIÓN DE TREN

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Metido en un sin sentido que no me creo ni yo. Estaba el otro día en la estación de tren, esperando a la hermana de un amigo de mi vecino de dos calles más allá de la mía. No tengo ni idea de cómo se llama mi vecino, porque no lo había visto en mi puta vida, salvo hacia una semana en el parque que está junto a mi casa.

 

La cosa es que empezamos a hablar, tras de esas veces que vas andando y sin querer arrastras el pie y sale disparado una piedrecita que estaba en el suelo… Pues a la cabeza del perrito que fue, del perrito de mi vecino claro. Y por supuesto fui a disculparme y es ahí cuando empezamos a hablar (a todo esto, el perro se ha quedado traumatizado y con cualquier cosa o ruido sale despavorido comiéndole los demonios).

 

Pues con esa idea de culpa que me había quedado, empecé a decirle que sí a todo lo que me decía, que tres días después me veo en la estación de tren, esperando a la hermana de un amigo suyo.

La cosa es que me enteré mal de la hora y me presenté una hora antes. Al rato de estar allí esperando me entraron ganas de orinar, así que fui al baño y al entrar veo un “porrito” en el lavabo y no se me ocurre otra cosa tras ver que no había nadie, de cogerlo y encenderlo. Y fumándomelo me puse a orinar y de repente entra un policía, también a orinar. Se me pone al lado y empieza a olisquear ¿cómo si fuera un perro de esos antidroga? pues igual. A eso que me da por mirarlo y me está él también mirando a mi fijamente y me dice:

– Eso que es… ¿un porro?

– Y le digo, ¿esto? Que va…

Y salgo corriendo como si no hubiera un mañana que no me doy cuenta y me tropiezo con el otro policía que estaba en la puerta del baño. El tío sale disparado, trastabillado golpeándose y totalmente desequilibrado. Tropieza con las maletas de unas personas que allí estaban y estás a su vez con otras personas más, una de ellas tirando al suelo un café que tenía en la mano y en un momento, no imagináis la que se forma.

Yo me había quedado paralizado porque me parecía todo tan surrealista y claro, le da tiempo a salir del baño al policía y se me queda otra vez mirando diciendo.

– Pero, ¿tú de que coño vas?

Bueno, la cosa es que los dos policías con un mosqueo que te cagas, empiezan a pedirme el carnet, a comprobar por radio y yo que sé más. Y mientras está todo ese follón, escucho por megafonía que está entrando el tren donde venía la susodicha. Claro, empiezo a decirles y a contarles que tengo que recoger a una chica que no conozco y que sólo por descripción nos íbamos a reconocer. Pues se ve que más o menos lo entendieron y nos vamos los tres a donde había quedado con ella. Al cabo de un rato aparece una chica tal como me había ella descrito y le digo:

– ¿Tú eres Sonia?

Y no se qué se le infundiría a esa mujer al verme preguntar por ella con dos policías, que la tía tira la mochila y se pone a correr jajajajaja yo es que me partía.

En fin, que una hora más o menos después, me veo en comisaría con una tía que no conozco de nada, por hacerle un favor a un vecino que tampoco conocía de nada.

Y bueno, tras comprobar que ninguno teníamos ninguna historia rara, me voy con la chica en autobús, de vuelta a la estación a recoger el coche, mientras íbamos descojonados los dos, intentando darle algún sentido a todo lo que había pasado.

Quién iba a pensar lo que traería el golpear por pura casualidad con una piedra, a un pobre perro que ha quedado algo traumatizado. Un total sin sentido

Iván A.


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