Un mal dia

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Estaba teniendo un mal día. Cuando llegué a casa ayer a la noche comprobé que Luisa, mi novia, había empacado sus cosas y me había dejado. Me levanté con bronca y estaba teniendo problemas para concentrarme en llevar adelante el resto de mi mañana. No podía dejar de ir a trabajar, así que apelé a mis fuerzas extraordinarias y fui al primer domicilio donde tenía que revisar las alarmas.

La casa estaba en un vecindario privado por lo que asumí, acertadamente según comprobé más tarde, que era gente a la que no le faltaba el dinero a fin de mes. Después de observarme detenidamente de arriba abajo, la mucama que abrió la puerta me llevó hasta la cocina, donde la dueña de casa estaba tomando café. El físico de la mucama, resaltado por una falda súper corta y una camisa ajustada, era apetecible. Mis ojos la recorrieron cuidadosamente cuando se fue, circunstancia que no pasó desapercibida para la dueña.

- Buenos días, señora. – le dije a esta última y, siguiendo el protocolo practicado mil veces en la compañía que me empleaba, aclaré – Me llamo Gonzalo y vine a solucionar el problema con su alarma.

- Buenos días, Gonzalo. Yo soy Daniela. Espero que puedas arreglar mi problema.

- ¿Dónde está el tablero de control? – pregunté muy profesionalmente pero, más que todo, porque aún me duraba el enojo con Luisa. A pesar de ello, no pude evitar ver que la dueña estaba tan buena como la mucama.

Daniela sonrió enigmáticamente y me dijo,

- Sígueme, te mostraré el tablero.

Cuando se dio vuelta, me expuso un par de glúteos que cualquier mujer envidiaría. Una vez frente al tablero me dijo,

- Noté que estás estresado, pero observé que la mucama te excitaba a pesar de todo. Tiene un cuerpo fabuloso, ¿no es así?

Perdí el habla por unos segundos pero, observando a mi cliente, me salió del alma:

- Tu cuerpo luce muy bien también. – y no mentía. Daniela tenía un físico increíble a pesar de que tenía por lo menos cincuenta años. Comparados con mis 26, yo podía ser su hijo.

- Así como me ves, – dijo Daniela – necesité alguna ayuda con mis tetas para levantarlas un poco.

- Mmm, nunca vi tetas reacondicionadas. – dije sonriendo con picardía.

Me preguntaba si estaba en mi sano juicio al iniciar un juego sexual con alguien cuya edad era probablemente el doble que la mía. ¿Era esto una revancha sexual contra mi novia?

- Bueno, acá tienes un par. – dijo y se subió la camiseta que vestía exponiendo su par de tetas. – ¿Quieres tocarlas también?

Me adelanté un par de pasos y no solo puse mis manos sobre sus pechos. Le oprimí los pezones observando sus ojos, esperando su reacción. La pija se me endurecía y ella lo asumió porque me puso su mano derecha en la entrepierna acariciándola, mientras la izquierda atraía mi cabeza hacia la suya. Nuestras bocas se unieron y nuestras lenguas revolotearon dentro de ellas persiguiéndose una a la otra. Su boca sabía a café. Daniela me hizo sentar en una silla en la sala para desayunar, se arrodilló frente a mí, extrajo mi pija y comenzó a succionármela con avidez, masturbándome al mismo tiempo. Casi enseguida me dijo,

- Quítate la ropa y siéntate de nuevo.

Daniela  también se desnudó y, una vez que estuve en la silla, puso mi falo endurecido entre sus tetas y me masturbó con ellas. De vez en cuando me lamía la cabeza de mi pija o le pegaba unas buenas chupadas.

En un momento liberó mi miembro de sus tetas y comenzó a lamerlo y chuparlo en toda su extensión. La forma en que lo hacía era de lo mejor que había experimentado en mi vida. Subía y bajaba a lo largo de mi verga ya fuera lamiéndola con su lengua o cobijándola dentro de su boca. Mis manos estrujaban sus tetas y acariciaban su cabeza, y las suyas jugueteaban con mis testículos.

- Si sigues haciendo eso voy a eyacular en tu boca. – le dije como advertencia porque sentía la excitación a la que me estaba llevando.

- Estoy segura de que tienes reservas para después. – me contestó y siguió con sus maniobras.

Si eso es lo que quieres, me dije, ¡disfrútalo! Pocas mamadas y lamidas más y eyaculé con fuerza. Sentía como volcaba mi semen una y otra vez dentro de su boca. Ella siguió estrujando y succionando hasta que sintió que toda la leche disponible había terminado dentro de su boca.

- ¡Qué delicioso eres! – me dijo y pudo ver que se había tragado todo mi semen: ni una gota permanecía en su boca.

Sus manos continuaron masajeando mi verga y observé que su mano izquierda estaba trabajando con su clítoris. Una nueva excitación se apoderó de mi pija y una nueva erección comenzó a desarrollarse.

- Vamos, cógeme – pidió cuando consideró que mi verga estaba lista. No me hice rogar.

Hice que se recostara boca abajo sobre la mesa adyacente y la penetré desde atrás centímetro a centímetro. Daniela se separó las nalgas con las manos y la vista de su pequeño orificio arrugado y mi verga entrando y saliendo de su vagina me hicieron redoblar mis esfuerzos. Mis embates dentro de su ya empapada concha aumentaron su ritmo.

Quería experimentar al menos otra posición a pesar de que estaba tan caliente, así que extraje mi pene, hice que se acostara en la mesa enfrentándome y después de brevemente degustar sus jugos y estimular su clítoris con mi lengua comencé a cogerla de frente. Me rodeó con sus piernas y las usaba para ayudarme a enterrarle profundamente mi hinchada verga.

- Chúpame los pezones – me pidió, y allí fui. Estaban duros y habían crecido desde que habíamos comenzado. Cuando me incorporé para reanudar mi vaivén, Daniela misma comenzó a masajearse las tetas y acariciarse sus pezones.

Estaba aproximándome a un nuevo orgasmo y veía que el de Daniela venía también. Le tomé las piernas por los tobillos y se las mantuve en el aire formando una V. Cada arremetida fue, a partir de ese momento, lenta pero a fondo. Ambos sentíamos exquisitamente mis penetraciones y el sonido de los cuerpos chocando era afrodisíaco. Volteó su cabeza hacia atrás y frotó su clítoris enérgicamente cuando comenzaron sus orgasmos.

- Cógeme, cógeme, dame tu leche otra vez. – me rogaba.

Continué mis vaivenes dentro de su vagina y mi eyaculación no tardó en mejorar mi día. Sentía como mi pija vertía oleada tras oleada de leche dentro de su palpitante concha mientras ella experimentaba orgasmo tras orgasmo. Las últimas bombeadas se las di acostado sobre ella, chupándole los pezones de sus tetas reacondicionadas. Los arañazos que me dio Daniela en la espalda con sus uñas rosadas casi me dolieron.

Daniela se fue a bañar y yo completé mi trabajo con el sistema de alarma. Definitivamente, ahora estaba teniendo un buen día.

Esa tarde Daniela llamó a mi jefe para que yo volviera a revisar su sistema de alarmas dos días después. Tuve que posponer la cita 24 horas porque era el día libre de la mucama y, de acuerdo al mensaje que había dejado en el parabrisas de mi auto, ella quería que fuera a su departamento a la misma hora.


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