La cámara de seguridad (1)

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La pelirroja de ojos azules se aproximó resueltamente al mostrador donde estaba Raúl, el agente de seguridad que controlaba la entrada al edificio de las personas que no tenían tarjeta de acceso. Ya eran las 7:30 de la noche y Raúl cerraría con llave las puertas de acceso en treinta minutos. El edificio de oficinas estaba prácticamente vacío.

“¡Cómo se parece a Estela!” pensó Raúl, refiriéndose a otra agente de seguridad que se encontraba en esos momentos en la sala de los monitores. Los mismos mostraban lo que las cámaras de seguridad veían en distintos lugares del edificio.

- Buenas tardes, señorita. ¿En qué puedo ayudarla?

- Vengo a ver al señor Rodolfo Hernández. Mi nombre es Raquel Solís.

- Un momento por favor. – dijo Raúl y tomó el teléfono – Señor Hernández, la señorita Raquel Solís se encuentra en el lobby, dice que viene a verlo a Ud. – después de un momento añadió – Sí, por supuesto.

Colgó el teléfono, miró a la pelirroja y le dijo:

- ¿Puede demostrarme su identidad, por favor?

Ella hurgó en un bolsillo, extendió el documento y se desplazó lentamente hacia la barrera de acceso. Raúl comprobó la identidad, pulsó un botón que abrió la barrera y Raquel se dirigió a los ascensores bajo la mirada de Raúl. “¡Qué cuerpo!” pensó el agente y volvió a concentrarse en la puerta de acceso al lobby.

Estela estaba sentada frente a los monitores mientras el otro agente asignado a esas mismas funciones hacía lo mismo tomando un café de pie, un metro más atrás de su silla. Las guardias con Estela contenían un poco de desafío para Miguel ya que por momentos no podía sacarle los ojos de encima. ¡Era muy atractiva y tenía un cuerpo espectacular! Aún con la falda que vestía hoy era un deleite observarla en movimiento alrededor del cuarto. Un par de veces le pareció que Estela lo observaba tal como él lo hacía con ella, pero no estaba seguro aún. Era consciente de que les gustaba a las mujeres. Cara atractiva, cuerpo de gimnasio tres veces por semana.

De repente vio que Estela se inclinaba hacia adelante y observaba un monitor en particular.

- ¡Mira a esos dos! – dijo Estela – ¿Se han olvidado de que hay cámaras?

Un hombre y una mujer estaban besándose apasionadamente en una sala de conferencias vacía. Las manos de ambos comenzaron primero a tocar partes íntimas y luego a desvestirse mutuamente.

- Ese es el señor Hernández. – dijo Miguel.

“El fulano tiene buen cuerpo” pensó Estela, “se parece al que está detrás de mí.”

Para ver mejor, Miguel se aproximó a los dos monitores que les estaban dando detalles y quedó parado al lado de Estela. Su proximidad le permitió absorber el aroma de su perfume. Curiosamente, ninguno tomaba ninguna acción para interrumpir lo que sucedía ante sus ojos. La pareja en la pantalla quedó desnuda y observar el cuerpo de la pelirroja comenzó a provocarle una erección a Miguel. Miró a Estela y ésta le clavó los ojos azules.

- ¿Qué vamos a hacer? – preguntó la pelirroja.

- ¿Imitarlos? – respondió Miguel y recibió, por suerte, una sonrisa cómplice.

- Cerciórate de que la puerta tiene llave.

Cuando Miguel terminó de verificar que la puerta tenía llave efectivamente y regresó adonde estaba Estela, la pelirroja de la pantalla estaba arrodillada frente al hombre y tenía la pija en su boca y sus manos. Por lo que se podía apreciar, estaba disfrutando lo que hacía y lo hacía muy bien.

- Siéntate en la silla mirando la pantalla. – dijo Estela, y agregó sonriendo – No te olvides de que estamos trabajando.

No bien Miguel se sentó, las manos de su compañera de trabajo le sacaron la verga de sus pantalones. Miguel pudo ver que solo la camisa totalmente abierta del uniforme cubría el tórax de Estela, permitiéndole ver sus hermosas tetas.

- Ah, ya la tienes medio dura, ¿eh? – dijo Estela mirando la pija que tenía en sus manos.

- Veamos qué haces para endurecerla más. – respondió Miguel. Metió sus manos en la camisa de Estela y le acarició los pechos, advirtiendo que los pezones, ya protuberantes, habían comenzado a endurecerse.

- No tienes que preocuparte. – dijo Estela y comenzó a masturbar el miembro que continuaba su camino a una erección total. – A ver qué gusto tienes. – agregó y puso su boca alrededor de la cabeza de la pija de Miguel saboreándola con su lengua.

Miguel disfrutaba los vaivenes de la cabeza pelirroja sobre la nuca de la cual tenía depositada su mano derecha. La otra mano estaba pellizcando el pezón derecho de Estela. De vez en cuando dirigía sus ojos a los monitores, que entregaban imágenes carentes de acciones humanas como no fueran Raúl en la entrada y la sesión sexual que la otra pelirroja y Hernández estaban disfrutando.

Miguel cambió las tareas de sus manos mientras Estela se tragaba toda la longitud de su verga y le acariciaba los testículos en su endurecida bolsa de piel.

- Mira, - dijo Miguel – están cambiando de posición. Estela dejó de lamer y succionar la verga para poder observar la pantalla a su espalda, pero siguió trabajándola con su mano izquierda.

La pelirroja se había parado al lado de una mesa de café. Una de sus piernas estaba sobre la misma y Hernández era quien ahora estaba de rodillas frente a ella. Las pantallas mostrabas claramente que un cunnilingus estaba en pleno desarrollo. La pelirroja lo estaba disfrutando: acariciaba la cabeza de su pareja con una mano y se masajeaba las tetas con la otra.

Miguel y Estela se levantaron para imitar a la pareja de las pantallas. Sin embargo, adoptaron una posición diferente: Estela se acostó sobre un escritorio que le permitía observar los monitores.

- No me voy a desnudar como ella, pero todo mi cuerpo estará accesible. – aseveró Estela y arqueando su cuerpo se subió la falda hasta la cintura. Sus piernas estaban abiertas con sus pies apoyados en el borde del mueble. Su vulva estaba expuesta a las miradas y las acciones de Miguel, que no se hicieron esperar.

(continuará)


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