EL ASUNTO GAY 2

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- Mi madre que era muy religiosa fue la que me hacía leer la Biblia. No creo que ella me engañara  - objetó Salvador bastante picado.

- Claro que no. Tu madre era una buena persona. Pero ella al igual que muchas personas se dejaron influir por la grandilocuencia del mentiroso discurso impartido por el Poder dominante. Si crees que este modelo tan casposo como anacrónico es la última palabra en este mundo es que estás equivocado, porque como puedes ver las cosas cambian y no existe esta última palabra de haber sido así, hoy en día todavía estaríamos en la Edad de Piedra. Pero vamos a ver el asunto de tu hijo de cerca- dije dándole un giro a mi disertación-. ¿En la familia hay alguien que sea gay?

- Sí... Un hermano de mi mujer creo que es de la cera de enfrente.

-¡Pues ya está. Tu hijo Alberto ha heredado genéticamente esta tendencia sexual. ¿Le vas a rechazar por esto como si fuese un apestado? ¿Acaso no tiene derecho a vivir?

-¡Oh la genética, la genética! Ahora resulta que todos somos unos bichitos de laboratorio, y en base a eso todo se disculpa. ¡Me importa un bledo lo que diga la Ciencia! - exclamó él estúpidamente.

¡Cómo se podía ser tan cerril? - pensé yo-. ¿Y cómo podía ser que aquel sujeto al amparo de una libertad personal tuviese la desfachatez de dar la espalda a la Ciencia cuando ésta desmonta tópicos para que el género humano pudiera vivir mejor, como si aquella ignorante postura fuese una lícita manera de estar en este planeta?

Ahora veía claro que que mi viejo amigo Salvador Roig en realidad era un tipo con una débil personalidad; estaba tan inseguro de sí mismo; era lo que se llama un pobre diablo, que necesitaba agarrarse como a un clavo ardiendo a un fuerte sistema vital por falso que fuese que le marcara el camino por donde tenía que ir.

Enseguida llegó la hora de regresar a nuestros hogares, y quedamos para vernos otro día de la siguiente semana.

Pero en aquella ocasión me presenté vestido con una indumentaria del siglo XlX que había alquilado en una tienda de disfraces. Llevaba un chaleco, y encima una chaqueta oscura, y en  la cabeza llevaba un sombrero de la época; a la vez me cubría con una capa similar a la del Conde Drácula, y en mi mano derecha exhibía un bastón. Era la viva estampa de mi bisabuelo.

Cuando Salvador me vio con aquel estrafalario vestido estupefacto me preguntó:

- ¿Por que vas vestido de ese modo?

- Lo hago para ponerme a tu nivel. Yo me muestro así exteriormente, pero lo tuyo es mental.

Salvador no pudo soportar verse con una evidencia tan gráfica, y se alejó de mi lado a toda prisa. Desde entonces no le he vuelto a ver.

Y es que a pesar de los adelantos técnicos y científicos que puedan haber a finales del siglo XX, todavía hay mucha gente que existencialmente viven en  épocas pretéritas.


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