Gurp y el Gurú

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6º CUENTO CORTO : GURP Y EL GURÚ:

Gurp creía que el “conocimiento” es imposible de ser contenido y transmitido con solo palabras; de la misma forma que es imposible que una botella contenga un océano. Corrían los años 90 cuando, cuando un amigo se quedó solo. Solo y triste. Lo que se dice “un bajón” de aquellos.

Tal vez no haga falta apuntar las causas de su soledad por que el tipo, aún no sabía que todo es transitorio en esta vida. Pero en su afán de ser solidario, Gurp se permitió contarle un cuento con la secreta esperanza de aliviarle aquel dolor:

-Era un día invernal de aquellos que en si mismo no ayudan al buen humor cuando Diego caminaba cabizbajo por el paseo de la Castellana en pleno centro de la Capital del Reino. Sus pensamientos se agolpaban en su cabeza mezclando todas sus preocupaciones como una gran niebla que le impedía ver cualquier horizonte.

Fue en ese momento en el cual se encontró cara a cara con Gurp, su viejo compañero de estudios en aquellas lejanas épocas en la cual cursaban juntos los sabores y sinsabores del Colegio

Gurp, al ver a Diego en ese lamentable estado le pregunta:

-¿ Adonde vas con esa cara de depre? ¿ te pasa algo?

- Voy a la armería a comprar un revolver

-¿ Un revolver? …¿ para que quieres un revolver?

- Pues para lo que sirve… para matarme. … es que estoy muy mal por que me dejó mi mujer, mis hijos no me dan bola, me echaron del trabajo y para peor pasó un camión y me pisó al perro.


Jo!!! Se dijo Gurp. Y preocupado por su amigo, trató de darle ánimos al ver la situación y le dijo:

- No te preocupes Diego. En vez de gastar el dinero en ese maldito revolver, por que no vas a visitar a un gurú que conozco en el Himalaya que es muy bueno

Hizo una breve pausa y añadió:

- Es un tipo genial y sé de buena fuente que ha ayudado a muchos a cambiar su vida y seguro que te ayudará también a ti

Diego no estaba muy convencido ( ya se sabe lo escépticos que son los depresivos) pero como tenia la tarde libre, anduvieron juntos hasta una agencia de viajes y compró su billete hasta Nepal destinando a ello el dinero que iba a gastar en el revolver.

Y como sucede en los cuentos, al día siguiente estaba llegando a Katmandú después de un largo vuelo. Desde allí le esperaba un largo recorrido a pié hasta llegar a la cueva del gurú en lo alto del Himalaya.

Subió con no pocas dificultades el largo camino y llegó cansado hasta allí para ver al hombre. Éste lo miraba y sin decir palabra – simplemente con un gesto- lo invitó a sentarse en cuclillas a su vera.


Afuera soplaba un viento frio y el mismo silencio y la presencia del gurú instó a Diego a largar su largo rollo… al fin para eso había ido … y no paró hasta que terminó de contar sus desavenencias conyugales, de la soledad a la cual le condenaban sus hijos, de la perdida de su trabajo y de su perro…. Y unas cuantas cosas mas que – ya que eran gratis- le soltó al barbado de la túnica blanca que escuchaba sin decir palabra.

Después de largo rato se le acabaron las historias y también Diego se quedó en silencio como el gurú imitando su posición de Shunya Mudra con el dedo índice y el pulgar en contacto mientras de sus labios se escuchaba el típico ohmmm ohmmm.

Y allí estaban los dos, callados. Pasó un largo rato hasta que al fin el gurú habló y tocando levemente con su mano la ya entumecida pierna de Diego le dijo con un hilo de voz profunda de gurú : - “ya pasará”

-¿ ya pasará? Inquirió Diego

-Si…¡ YA PASARÁ! Reiteró en gurú.

Así fue que Diego se incorporó de esa incomoda posición y comenzó lentamente a desandar el camino de regreso. Volvió a Katmandú, y después de algunos días pudo coger el avión que le devolvió a Madrid.

Tiempo después, en un día soleado de abril, recibió una llamada de su ex la cual después de probar suerte con su vida decidió volver a la casa. Y esto no fue todo. Para su cumpleaños le llamaron sus hijos y de regalo le trajeron un simpático cachorro y le dijeron que le querían mucho. Al mismo acudieron algunos viejos amigos y se tomaron una cuantas copas. Diego bailaba alegremente con su esposa lo cual le levantó el animo, lo suficiente como ponerse en marcha para conseguir trabajo y dado que en su rostro ya se esbozaba una sonrisa, lógicamente consiguió.(por que a veces sonreír ayuda mucho)

Total que después de cierto tiempo, a Diego, las cosas comenzaron a irle bien… Volvía a tener familia, amigos, perro, dinero y estaba contento. Y como era un buen muchacho, decidió volver al Himalaya a agradecer al gurú por el cambio que había dado su vida.

Así fue que volvió a recorrer aquel largo camino hasta la cueva del inmutable hombre que allí estaba –con su túnica y su larga barba blanca - y al verlo , Diego se volvió a sentar en cuclillas y le soltó durante largo rato su nuevo y alegre rollo acerca de todo lo bien que le iba, lo genial que era la vida y lo contento que estaba ahora y que el mundo era maravilloso.

El gurú lo escuchó en silencio como la vez anterior y cuando al fin se produjo ese silencio propicio para la despedida y solo se escuchaba el sonido del viento, el gurú volvió a hablar y le dijo:

- ¡ ya pasará ¡ …. Y repitió : ¡¡ YA PASARÁ !!.

 FIN


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