Émile Boutroux en el baño II

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Le dije que tenía prisa, joder, no sé por qué no lo entiende a la primera. Vine los últimos cien metros corriendo como nunca lo había hecho. En casa no había nadie. Solamente los pájaros cantaban en la jaula, supongo que pidiendo comida.

 

Me encontré con él de casualidad y el tío va y se autoinvita a venir a casa. Reflexiono en estos momentos acerca de la casualidad y la causalidad de los acontecimientos. ¿Por qué cogí esa calle, si nunca lo hago? Me lo hubiera evitado. Pero no. "¡Cuántos años sin vernos, Émile!" Anda y que te den, compañero. Déjame en paz. "Tenemos que quedar y recordar los viejos tiempos, aquéllos en los que debatíamos de literatura y eso... Ya sabes..." Lo último que quisiera en el mundo es debatir nada contigo, gilipollas. Pero con mis prisas y mis urgencias en ese momento, le dije sí, sí, que sí, maldita sea, y me vine. Y ahora, medio aliviado, me arrepiento. Menudo apretón. No es que me importe que venga, es que... Bueno, parafraseando a Benjamin Franklin: "Las visitas y el pescado apestan al tercer día". 


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