La ex novia... de mi sobrino

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Varias veces me he preguntado, pensando en lo que sucedió, si en realidad no había estado buscando el encuentro con toda intención.

Uno de mis sobrinos se había separado de su novia de poco más de dos años con la cual había alquilado un pequeño departamento en la planta baja de una casa, no lejos de donde yo vivía. Hacía como seis meses que me había encontrado con Agustina en una fiesta de Navidad y, como siempre que había estado con ella, además de disfrutar de una agradable charla admiré sus sensuales labios, sus bien torneadas piernas y su redondeado trasero.

Estaba caminando no hace mucho por el barrio cerca del atardecer, cuando sentí que un auto se detenía a mi lado: Agustina.

- Hola, Mariano, - me dijo - ¿qué haces por aquí?

- Simplemente caminando un poco. – le contesté.

- Estoy yendo a casa. ¿Por qué no vienes a tomar algo?

¿Cómo perder la oportunidad de tomar algo con una mujer mucho más joven, intensamente sensual?

- Desde luego. Déjame llegar caminando. – respondí.

Cuando llegué a su casa, Agustina había dejado la puerta entreabierta así que entré a la vez que la llamaba. Me respondió desde su dormitorio que estaría conmigo en un minuto. Me fui al balcón a observar el panorama.

- ¿Te gusta la vista? – dijo Agustina desde atrás de mí.

Cuando me di vuelta, no pude menos que admirar su sensualidad. Sus cabellos enrulados de color castaño claro caían libremente sobre sus hombros. Se había pintado los labios de rosado y su camisa blanca traslucía sus pechos bien formados aunque no grandes, cuyos pezones pugnaban por hacerse notar. Tenía puesta una falda corta y amplia que exponía sus bronceadas piernas. Absorbí en su totalidad la imagen que tenía delante y luego dije,

- Mi sobrino es un idiota.

Agustina continuó acercándose hasta estar a escasos centímetros de mi cara y dijo,

- Y todavía no has visto nada.

La atraje hacia mí y besé sus labios carnosos. Sentí como ella apretaba su pelvis contra la mía, donde seguramente notó que mi verga ya estaba endureciéndose. Puse mis manos en los cachetes de su culo. Comprobé que no había nada debajo de la falda así que mientras continuaban los lengüetazos metí mis manos debajo de su falda apreciando la tersura de su culo. Deslicé mi mano derecha y, dejando atrás el acceso a su ano, tanteé la fuente de sus jugos sexuales. Mis dedos se mojaron inmediatamente y mantuve dos de ellos jugando en el húmedo rincón.

Agustina había estado acariciando mi creciente verga y ahora se separó de mí, se arrodilló y liberó mi falo de las limitaciones de mi ropa.

- ¡Hermosa pija! – exclamó, y comenzó a lamer la cabeza de la misma.

Mientras Agustina comenzaba a darle chupadas a mi erecta verga, me bajé toda mi ropa, proporcionándole acceso a mis bolas, las que estuvieron en sus manos sin demora. Después de disfrutar de sus habilidades por unos momentos le dije,

- Vamos adentro y desnudémonos.

Mientras lo hacíamos observé un sillón e hice planes para más tarde, pero en ese momento deseaba tener su concha en mi boca. Una vez desnudos y después de unas cuantas chupadas de pezones, besos profundos y manos masturbándonos uno al otro, me arrodillé frente a Agustina, que colocó su pie izquierdo sobre una mesa de café, facilitándome el acceso a su concha. Le acaricié y besé el interior de sus muslos ascendiendo hasta llegar a sus otros labios, también carnosos, totalmente expuestos por la ausencia de vello púbico. Lamí el exterior de los mismos, luego nos deleitamos con los labios de mi boca besando los de su vagina y, finalmente, introduje mi lengua en su jugosa vulva.

Agustina no aguantó mucho el sexo oral y me dijo,

- Penétrame ya. Primero desde atrás. Siempre supe que te encantaba mi trasero.

- No podría ser de otra manera. – le respondí.

Luego de separarse se arrodilló sobre el sillón exponiendo su soberbio culo y su sexo. No pude contenerme y deslicé mi lengua desde el nacimiento del valle de su trasero hacia abajo. Pasé por su pequeño orificio arrugado, donde mi lengua jugueteó por unos instantes, y terminé en el orificio que penetraría. Parado detrás de ella puse saliva en la cabeza de mi pija, se la metí hasta la mitad y volví a sacarla. La siguiente penetración fue a fondo. Puse mis manos en sus caderas e hice que ella ejecutara el vaivén que hacía que mi pija entrara y saliera de su vagina. Gemidos de placer salían de nuestras bocas con cada penetración.

Para la siguiente posición nos fuimos a su cama. Agustina se acostó poniendo su concha en el borde la misma, piernas flexionadas. Me arrojé sobre ella, le apoyé mi verga sobre su vagina sin penetrarla y nos dimos unos cuantos besos profundos. Abandoné su boca, chupé sus pezones e inicié un viaje hacia su vulva lamiendo y besando todo su cuerpo. Nuevamente lamí los jugos que fluían de su vagina y succioné también su clítoris arrancando gemidos de placer.

- No te apures, me estás haciendo gozar de lo lindo.

Volví a su boca y compartí con ella sus propios jugos mientras mantenía mi dedo mayor, extendido, entre los labios de su concha. Podía sentir como Agustina elevaba su cadera para empujar mi dedo, masturbándose con el mismo. Nuevamente bajé por su cuerpo disfrutando de su piel con mis besos húmedos y finalmente, por algunos segundos, la penetré con mi lengua tan profundamente como pude.

Luego le enterré la pija con toda el alma y comencé a movérsela dentro de la concha mientras le estrujaba los pezones. Cuando me dijo que estaba por acabar hice mi última jugada: desenterré mi verga y mi boca la hizo alcanzar sus primeros orgasmos. Creo que no quedó vecino alguno sin saber lo que había ocurrido, tal fueron los gritos de placer que emitió. Luego la penetré nuevamente fijando sus caderas con mis manos. Entré y salí de su chorreante vagina hasta que eyaculé. Sentía que mi semen provenía de lo más profundo de mis testículos. Los espasmos musculares de mi verga derramaban mi leche una y otra vez dentro de la concha de la ex novia de mi sobrino.

- ¿Te gustó? – me preguntó una vez que estuve acostado a su lado.

- Uno de las mejores cojidas de mi vida. – le respondí.

- Tendrías que compartir algunas técnicas con tu sobrino.

- No has experimentado el resto. – contesté.

- Entonces, espero que me visites otra vez.

En los siguientes 30 días la visité tres veces. Después se reconcilió con mi sobrino.


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