La pasante (parte 4/5)

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Volvió a besarme el pecho pero esta vez iba bajando poco a poco hasta llegar a donde mi pantalón le permitió. Se hincó frente a mí y empezó a desabrochar el cinto, luego el pantalón. Al terminar lo jaló hacia abajo y vio como mi verga estaba parada, empujando la tela del bóxer ajustado que usaba y como ésta se veía mojada por la cantidad de líquido que salía de él. Miró detenidamente la escena y pasó la palma de su mano por encima de mi pene erecto, parecía que no se atrevía a bajarme el bóxer cuando aún con este puesto, dio un besito en la punta de mi verga para enseguida con ambas manos bajarme el bóxer. Se quedó boquiabierta unos segundos viendo como de mi verga goteaba líquido espeso y transparente, la sujetó con su mano y la apretó para luego acariciarla frotándola suavemente. Era delicioso verla hacer eso, ahora la frotaba con sus dos manos y siendo ella tan pequeña de tamaño y complexión, mi verga que es de tamaño mediano, entre sus delicadas manos se veía inmensamente grande. Acariciaba también mi escroto y yo disfrutaba las sensaciones, quería que me lo chupara, pero no la iba a empujar ni a obligar así que cerré los ojos y dejé caer mi cabeza hacia atrás para concentrarme en disfrutar. No se cuánto tiempo pasó, pero de repente sentí una tibieza en mi glande, humedad y esa tibieza se volvió un delicioso calor que recorrió por el tronco de mi pene, me lo estaba chupando y era delicioso sentir sus tímidas chupaditas. Se notaba que no sabía cómo hacerlo bien, sus dientes me raspaban y no llevaba un ritmo al chupármela, pensé que pudiera ser la primera verga que chupa y eso me encendió más. Tomé su cabeza y la dirigí con movimientos de vaivén suavemente y le dije “Hazlo así”, cosa que inmediatamente hizo y ahora se sentía mucho mejor. Duró unos minutos chupándome el pene, para mí fue la gloria verla desde arriba, hincada con mi miembro en su boca abierta y como entraba y salía de ella. La inexperiencia le hizo no durar mucho tiempo, dijo que ya le dolía la mandíbula, aunque eso fue bueno, ya que si seguía chupando no tardaría mucho en venirme.

Ahora yo estaba totalmente desnudo y Karla solo usaba esa tanguita blanca de encaje. La acosté sobre la cama y dulcemente besé sus mejillas, sus labios, su rostro, bajando a su cuello, eso la encendió más. Lamía su cuello lentamente, disfrutando el sabor de cada parte de su piel fui bajando a sus incipientes pechos, esas pequeñas tetas que me tenían loco. Acostada como estaba, sus tetas eran apenas perceptibles, su rosado pezón estaba erecto y lo aprisioné con mis labios, presionándolo suavemente y mientras lo hacía, escuchaba como ella exclamaba suave y excitantemente. Me di todo el tiempo que quise para saborear sus deliciosas tetitas, no dejé un solo centímetro de piel sin probar y seguí yendo hacia el sur de su cuerpo, mi lengua recorría su abdomen y me detuve un poco en su ombligo. Al llegar a su tanguita, la tomé con mis dientes y con fuerza la jalé hacia arriba, logrando arrancarla y romperla de un jalón para que ahora si estuviera completamente desnuda. Esa acción la hizo estremecerse y gimió tan sensualmente que me prendió más de lo que ya estaba. Arrojé su tanga rota a un lado y al volver mi mirada a Karla, frente a mi estaba su monte de Venus y sus piernas abiertas mostrándome sus delicados labios que escondían la fuente de placer que tanto estaba anhelando. Su piel lampiña era perfecta, me acerqué a besar suavemente su monte, recorrer sus ingles y sus pliegues con mi lengua, disfrutar el sabor de su sexo que ya manaba deliciosos jugos que con gusto probé. Quise darle el mejor sexo oral de su vida así que me esmeré en ello, dejando para el final el pequeño botón de su flor, ese escondido clítoris que salía de entre los pliegues de sus labios y palpitaba por lo que pasaba a su alrededor. Al rozarlo con la punta de la lengua, Karla gimió tan fuerte y se estremeció que hasta me asustó. Continué lamiendo su clítoris y sus gemidos eran más y más fuertes, unos cuantos minutos después sentí como brotaban sus jugos y ella gritaba y temblaba de placer, sujetaba mi cabello con sus manos y presionaba mi cara contra su vulva. Yo tragaba sus deliciosos jugos y disfrutaba sentir como sus piernas temblaban y apretaban mi cabeza. La dejé terminar de sentir ese orgasmo y me incorporé, mientras ella volvía en si me miró y dijo “¿Que me hiciste? Nunca había sentido algo así, fue hermoso, aún me tiemblan las piernas.” Reí y la abracé, mientras con mi boca empapada de sus jugos besaba sus labios y le decía “Este es tu sabor, conócelo, sabes deliciosa”.

Pasaron varios minutos en que estuvimos acostados, ella acurrucada en mí y yo acariciando su hermoso y delicado cuerpo, nos besábamos dulcemente, era claro que ella estuvo deseando que esto pasara tanto como yo. Nos separamos y la acosté hacia arriba, me coloqué encima de ella, ya no podía esperar más para estar dentro de Karla. Entendió muy bien lo que iba a hacer y abrió sus piernas para mi, eso fue un espectáculo bellísimo, fue como ver una flor abrir sus pétalos para recibir la luz del sol, sus labios se abrieron y me dejaron ver sus rosados, tersos y húmedos pliegues que escondían su estrecha vaina de placer. Volví a preguntarme si era virgen o no, tal vez estaba por saberlo. Me puse el condón y coloqué la punta de mi verga en la entrada de su vaina y ella se estremeció, estaba tan mojada y tan caliente. Empujé suavemente mi verga dentro de ella y sentí su calor inundándome el pene mientras ella gemía largamente. Fue delicioso sentir su apretado coñito, estaba realmente apretado y el placer era enorme. No pude evitar gemir también, fue como por fin dejar salir tanto deseo contenido y fue más hermoso de lo que había pensado, por fin estaba dentro de Karla, por fin estaba siendo mía y la hacía gemir de placer. Luego de un buen rato cambiamos de posición, con ella montada sobre mí. Rápidamente se acomodó y empezó a moverse, lo hacía tan delicioso y de varias formas, pero la que más me gustó fue una en forma de batidora. Se apoyaba con sus brazos en mi abdomen, sus ojitos cerrados y su boca abierta gimiendo con su cabeza echándola hacia atrás, así la contemplaba mientras mis manos la sujetaban de sus pompitas, apretujándolas a mi antojo. En ese momento volví a sentir como Karla empezaba a temblar y sus piernas a tensarse mientras sus ojos se ponían en blanco, estaba teniendo un segundo orgasmo y a pesar que ya se había venido a chorros, volvió a empaparme con sus deliciosos jugos.

 

Continuará...


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