Canela

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Canela era una mujer que, aunque seria, era muy sensual.  Tenía el cabello rizado color marrón, así como los ojos los cuales eran muy expresivos y grandes, los labios gruesos y rojos que se deberían de ver muy bien chupándome el miembro.  Quería montarla y enredar mis dedos en sus cabellos rizados, quería verle el culo meneándose mientras la clavaba.  Mi mente divagaba que casi ni le prestaba atención a lo que me decía, solo me limitaba a sonreír y a tratar a acomodarme la erección en mi pantalón.

 Al cerrar la puerta de la habitación pensé que nos devoraríamos, pero Canela fue corriendo al balcón y lo abrió de par en par y una brisa fría entró.

 -Me gusta el frío.  -Dijo. -¿Sabes una de las razones?

-No.  -Le respondí calmado.

-Porque la piel se me eriza y los pezones se me paran… mira.  -Dijo y se bajó el escote del vestido y me enseñó los pezones. Eran claros, grandes y estaban duros.  Me acerqué a ella y se los acaricié, pero rápidamente se acomodó el vestido dejándome con las ganas de lamerlos.  - ¿Tienes un cigarro?  Me cogió de la mano y nos fuimos al balcón, no entendía cual era su juego, pero yo estaba muy excitado y mudo, solo obedecía a sus caprichos.

 Le ofrecí una copa de champan y se lo bebió todo de un solo sorbo.  Luego encendió el cigarro y al exhalar el humo me dio la espalda y me dijo:  -Me gusta llevar el mando ¿estás de acuerdo?  Le respondí que sí, le hubiese dicho que si a cualquier cosa con tal de meterme en sus muslos.  -Me gusta jugar.  -Me lo imagino.  -Le respondí.  La estudiaba y sus movimientos parecían los de una gata.

 Se sentó en el filo del balcón y me pidió otra copa de champan, se la di y me paré en la puerta de la mampara frente a ella. Nos quedamos mirando y ella abrió las piernas.  -¿Qué ves?  Nada, hay sombra, le respondí; luego ella se levantó aún más el vestido y alzó una de sus piernas.  -¿Y ahora?  -No llevas calzón tu sexo brilla y estás excitada. 

 Pasó a mi lado sin decir una palabra, la seguí con la mirada, luego entró en la habitación y se quitó el corto vestido rojo que llevaba, no tenía ropa interior, luego se sentó en el borde de la cama y me pidió que me quitara la ropa también.  Me escaneó con la mirada y tenía una sonrisa traviesa cuando vio mi erección. 

 -Me gustas, me dijo.

-Y tú a mí.  -Le respondí y mis ganas de acercarme a ella se vieron frustradas cuando me pidió que llenara el jacuzzi.

 Al volver la encontré echada en la cama con las piernas abiertas y con un pequeño vibrador con forma de lápiz labial dándose placer, me quedé inerte al ver tal escena.

-Yo lo puedo hacer mejor que ese aparato.

-Cuento con eso.  -Respondió, pero quiero que me veas.  -Coge el vibrador y acaríciame la vulva hasta que te des cuenta de donde me haces gemir.  Me arrodillé frente a ella y puso sus pies en mis hombros, tomó en sus pequeñas manos mi pene y lo acarició, luego lo frotó contra su sexo y yo vi interrumpidas las ganas de adentrarme en ella cuando alejó su cuerpo.

 -Después te la chuparé y quiero que termines en mi pecho.  -El pene me saltó de ansias.

 Cogí el aparatejo, era pequeño, casi no hacía ruido y tenía la punta de color rojo como mi pene.  El olor que emanaba de su sexo me tenía loco y me moría por probar esa humedad y después reventarla hasta que me pida que pare.  La imagen de ella viéndola como me abría los labios mayores y con su dedo medio mostrándome donde quería que pusiera el vibrador sobre su clítoris me tenía al borde del orgasmo.    Lo hice con miedo porque no estaba familiarizado con esas cosas.

 -No voy a terminar con eso, te deseo y solo quiero jugar antes.  Después nos iremos al jacuzzi.  Ella hablaba pero estaba agitada y gemía, el sudor se le acumuló en la frente y sus caderas se meneaban, entendí que lo estaba haciendo bien, su cara de niña traviesa, sus labios rojos carnosos los cuales mordía y lamía, su pecho agitado y su sexo expuesto y mojado me provocaron; me arrodillé y lamí toda su vulva con olor a hembra en celo, sumergí mi cara y me llené de ella y la besé, la lamí y me comí aquella chucha golosa.  Canela se meneaba y había enredado sus dedos en mis cabellos, cuando le chupé el clítoris gritó y me abrió más las piernas, lo volví a chupar y su cuerpo se retorció de placer, cuando lo mordí su espalda se arqueó y gimió fuerte.  Fue ahí cuando la tomé por la cintura la acerqué a mí y la penetré, pero sus pliegues estrechos me dificultaron un poco, así que lo intenté una, dos y tres veces para llegar hasta lo más profundo.  Cerré los ojos un instante para no acabar ahí, pero ese cuerpo me succionaba el pene.

 -Me llenas perfectamente.  -Dijo.

 Los cuerpos ardían y el mundo no existía; empezamos a movernos.  Canela había enredado sus piernas en mi cintura y me tenía abrazado, me besaba los oídos, luego los mordía y gemía cada vez que la envestía, pero desde esa posición no podía verla.  Ya me había cansado de cumplir con sus caprichos y me desenredé, tomé uno de sus pies y la empecé a besar despacio a la vez que la abría a lo que Canela respondía con un pequeño gemido, sus tetas rebotaban, sus brazos se estiraban buscándome y pronunciaba palabras que no podía entender.

 Su cuerpo se fue girando poco a poco hasta que quedó de espalda y la imagen perfecta de su culo me volvió loco y quise explorarlo, pero no me dejó y como castigo le di una fuerte nalgada, Canela gritó y yo quería reventarla.  Le estrujé fuerte las nalgas y después le di otra nalgada y varias más hasta que las vi rojas.  La empecé a clavar cada vez más fuerte, ella gemía yo le acariciaba la espalda y a la vez la pegaba más a mí, quería reventarla, quería que tuviera mi forma, quería tatuarme en ella, no quería terminar pero ya estaba al borde cuando se dio vuelta, me atrajo a su cuerpo y quedamos frente a frente.  Canela empezó a gemir en mis labios, con una mano me abrazaba y con la otra me apretaba una nalga, su vagina se restregaba y me atrapaba buscando placer.  Las caderas de Canela se movían en círculos hasta que en un instante comenzó a gemir más fuerte sin apartar sus labios de los míos, se aferraba, se movía gemía, cuando su cuerpo empezó a desvanecerse atrapado en el mío, cuando fue mi turno un chorro caliente salió de mi interior y la inundé pronunciando su nombre. 

 Antes de que pudiera recuperarme Canela quiso acostarse sobre mi pero un mal movimiento nos llevó al suelo el cual estaba mojado.  Me había olvidado que dejé llenando el jacuzzi.


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