Sobrevivientes

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La primera vez que la vi parecía como si la propia naturaleza la dotará al nacer con ese halo de persona desprotegida; bajó por la escalerita de pasajeros, ayudada por el polizonte, resaltaba entre todos los que llegaban al puerto por el abrigo color rojo, tenía el cabello largo hasta la cadera y una tos escandalosa que se notaba vieja en un cuerpo tan joven.

La seguí entre las calles de lodo pestilente, llevaba puestas unas botas de pescador, bajo el brazo derecho una maletita color negro con unos tirantes desgastados y roídos que seguramente eran blancos cuando salieron de la fábrica, tenía cordones en el lugar donde alguna vez hubo broches de seguridad, al instante la duda abrazo mi corazón ¿qué le había sucedido a esa mujer tan joven para estar así?

Se detuvo en uno de los tantos puestos de comida, pero la cocinera le hizo una señal grosera y empezó a insultarla, a pesar de que ella estiró la mano con unas monedas:

 ¡Mendigos no!- le gritó

Pidió una disculpa y dio la vuelta, se retiró el cabello de la cara para amarrarlo, entonces contemplé al ser más hermoso que he visto en mi vida, la nariz perfilada y los ojos medianos enmarcados por unas cejas trazadas con precisión de relojero suizo, negras como la profundidad del océano; me conmovió ver su semblante triste y me acerque rápidamente para indicarle que yo podía ayudarle a comprar alimento, me acepto la propuesta pero se negó a que yo pagará.

–No es correcto- me dijo en un español ligeramente forzado.

De una u otra manera dimos tumbos hasta llegar a la orilla de la playa, comimos vegetales al vapor.

–Estoy a dieta- le dije,  empezó a reírse por primera vez.

–Si le hace un poco de falta señor, muy poquito- me contestó.

Pasamos alrededor de tres horas apenas conversando, mirando el mar infinito, comprendí que de una u otra manera ese silencio decía mucho más que sus escuetas palabras –es bonita la vida- dijo como para sí misma.

Caí en cuenta de que era tarde cuando empezaron a escasear las gaviotas y se alumbraron las ventanillas de los barcos de lujo que se miraban en el mar profundo.

–Probablemente se esté casando la princesa de algún cuento- dijo ella, después me conto como es que habían sobrevivido a una tormenta que dejo el navío en condiciones deplorables, también confirmo que su mal aspecto se debía a lo mismo.

Pasadas las diez de la noche, la deje en el hotel de Don Sebastián con la encomienda de ayudarle en caso necesario y regresé a casa, queriendo convencerme a cada paso de no haber caído en  las redes del amor, desde ese día mi alma solo encontró calma cuando estaba con ella.

II

En los siguientes días volví a la playa y la encontré leyendo, siempre libros en diferentes idiomas; recorríamos el mercado y comíamos juntos, escogíamos el local según la inspiración del día, pero en menos de un mes decidimos que era mejor cocinar en casa y solo íbamos a comprar para distraernos. Por acuerdo mutuo, turnábamos el lugar semana a semana; note que su ánimo era diferente cuando estábamos en mi casa, así que sutilmente empecé a insinuarle que podía quedarse para ahorrar el gasto del hotel:

-¿Has notado que dejas de fumar cuando estás aquí? ya no tienes esa tos de perro viejo – le decía intentando convencerla, pero solo agachaba la cara y se reía tímidamente.

Después de un año seguíamos en el ir y venir gastronómico; de vez en cuando el tedio febril se instalaba en la malla de los mosquiteros, alrededor del mediodía, entonces cantaba canciones vulgares de marineros que  memorizó en el barco pesquero:

-Viví con ellos los últimos cinco años, así que aprendí bastante – decía sonrojada.

Nos reíamos mucho, tanto que un día terminó cortándose con el cuchillo,  justo a media palma de la mano; cogí rápidamente una gasa y se la amarre intentando detener el leve sangrado.

–Estoy acostumbrada a estos pequeños accidentes- me confesó, luego, con mirada decidida, apretó mi mano y la deslizó  por debajo de su falda hasta llegar a la altura del muslo, encontré una herida que se sentía cicatrizada:

-Un mal manejo del arpón- dijo -dolió mucho en el momento, a  veces todavía cuando hace frío-

Mientras hablaba no dejo de mirar mis reacciones, subió mi mano a la altura de su cadera y me pidió que la enseñara a bailar, admito que desde el colegio no tuve un momento íntimo tan sincero, ni siquiera en mi noche de bodas, ella debió advertirlo y antes de seguir con ese momento tan tenso me beso, después la bese y al final terminamos besándonos, sin pausas pero sin excesos, sin resabios, sin miedos.

III

Muy temprano llegué al hotel, respire hondo antes de llamar a la puerta, Julia salió sonriente con un vestido rosa, parecía estar lista hacía mucho:

¿Nos vamos? –me propuso enseguida-

Atravesamos el malecón cargando sus cosas en una pequeña carreta vieja, a lo lejos nos miraban los pescadores, uno de ellos me gritó  desde la barca:

¡Ya se domesticó maestro! - entendí el tono de burla

–Ya me tocaba aprenderte algo- le dije regresándole el favor; nos reímos mutuamente, todavía alcanzamos a escuchar su buen deseo:

-¡sean ustedes felices amigos, se lo merecen!- sin voltear le dijimos adiós con la mano.

Tuvimos algunas complicaciones para llegar a casa, especialmente en la zona donde se encuentran los bombarderos derribados durante la tercera gran guerra, pero al final lo logramos.

¿Estás seguro de esto? –preguntó antes de entrar.

No lo sé –le respondí- pero en este momento es más fácil bajar las maletas que hacer el trayecto de vuelta, entonces…

Me miró sonriendo y empezamos el proceso de instalación, desde entonces, todas las noches miramos los restos de la estación espacial internacional, flotan como bombillas antiguas, recordándonos el esplendor que alcanzamos alguna vez como civilización; inventamos diariamente historias diferentes sobre lo que pasó para que explotará y las escribimos por si a alguien le interesa volver al negocio de la letra impresa en el futuro.

¿Qué somos? –me cuestionó anoche-

Si te refieres a ti, eres la mujer de mi vida, si te refieres a los dos, somos sobrevivientes –le contesté- sobrevivientes buscando perpetuar el amor en un mundo acabado.


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