RELATO DE UNA ADICCIÓN

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1 - RELATO DE UNA ADICCION DE QUITA Y PON.....

Hola. Me llamo Jose Luis y soy velcroinómano.

He destrozado a mi familia y he perdido muchos amigos a causa de esta adicción. Pensé que podía dejarlo cuando quisiera pero cada vez que salgo a la calle y veo una mercería, vuelvo a caer de nuevo.
Mi pareja quiere dejarme y le he dicho que me dé otra oportunidad para ver si consigo superarlo. Y para que vea que ésta vez voy en serio, le he pedido que pegue con velcro un calendario en la pared y que vaya tapando con trocitos de velcro los días que no consumo. 
La última vez que he tenido una crisis grave fue antes de ayer, en una lencería-mercería de la Avenida de Cataluña. Estaba sudando a mares, sin parpadear, esperando que terminaran de atender a cuatro octogenarias que compraban fajas y bragas talla grande de color carne. Me temblaban las piernas y tenía un tic en el párpado izquierdo. Por fin, cuando la última señora sacó su monedero para que la dependienta le contara el suelto, pude decir angustiado ¿tienes velcro? y se me estabilizó la tensión cuando la chica del trasero bonito asintió con la cabeza.
Ya me quedaba poco para tomarlo entre mis manos. Estaba excitadísimo y deseando ponerme una tira. Quedamos a solas la dependienta , yo y radio City de Valencia, que sonaba de fondo.
-¿De qué color lo quieres?- me preguntó.
-Negro negro- dije yo con las pupilas dilatadas.
-¿De qué ancho?
- El de dos centímetros mismamente
-¿Adhesivo o de coser?
-!El que sea! de verdad, pero pónmelo ya!- le dije a esa dependienta de enormes senos turgentes.
Ella me miró raro al darse cuenta de que estaba ante un velcroinómano y saco a toda prisa el rollo de la parte suavecita.
-¿Cuánto te corto?
-Venga ....dos metros- le dije.
Yo alargué la mano hacia el rollo con toda la naturalidad que pude para tocar los bucles de sus sedosas fibras enmarañadas, como testándolo inocentemente, y enseguida por el simple manoseo, una paz interior me recorrió el cuerpo.
En el borde desgastado del mostrador de madera, había una regleta pintada a boli y sobre ella la chica de los labios deseables midió dos metros.
Por dentro yo pensaba "no importa que esté cortado, sigue siendo velcro puro". Entonces se volvió hacia la estantería de su espalda y empezó a buscar una detrás de otra en todas las baldas.
-Vaya hombre, creo que no me queda de la otra parte
- ¿perdona?- le dije escaneando yo mismo cada hueco de los estantes, -no puede ser !tienes que tenerlo! ! tienes que tenerlo !
Ella estaba asustada y yo también. Me entraron los temblores y en mi cabeza solo flotaba la imagen de la cinta negra con púas flexibles en forma de gancho
-!tienes que tenerlo, búscalo búscalo!
- Bueno tranquilo, trata de calmarte. Voy a mirar si tengo algún retal en la trastienda.- Dijo ella exhibiendo una preciosa sonrisa blanca como la farlopa mientras se perdía entre cajas de sostenes.
Fue entonces cuando escuche a duras penas la susurrante
conversación:
-"sí, sí, vengan pronto por favor, este hombre está fatal de la cabeza"- 
Lo siguiente que recuerdo es estar en el interior del Samur mientras un médico me curaba pegando y despegando una cinta de velcro cerca de mi oído...
Espero curarme pronto de mi adicción y os doy las gracias a todos por vuestra atención. 


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