Deseo en la playa #FS

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Elena y sus amigas acaban de llegar a un resort caribeño, de esos que ofrecen el "todo incluido", para disfrute de comida y bebida sin restricciones. 

Aunque han sido muchas horas de viaje, percibir el aroma del mar y el ambiente fresco y limpio después de una ligera lluvia la despeja, y le entran ganas de salir a disfrutarlo. Como sus amigas están más por descansar, se encamina sola a la party beach que se organiza esta noche cerca de la playa.

 

Al llegar al bar observa que la mayoría son parejas, mixtas o del mismo sexo y varias ya están bailando reggaeton, sus cuerpos moviéndose al son de una provocadora canción, rozándose y mirándose con la pasión mezcla de ritmo y ron.

 

Se sienta en un taburete de la barra. No puede dejar de mirar a dos chicas que prácticamente se funden en cada movimiento, ahora de frente, ahora por detrás, y aunque esta música no es muy apreciada por ella, allí, bajo las palmeras y con los pies en la arena se le antoja que el ritmo es muy seductor.

 

Pide su primera copa, Brugal con cola, a un amable y sonriente bárman, que se presenta como Domingo, con el que entabla una ligera conversación sobre la música y el baile allí de moda. Cuando él se entera de que ha venido con amigas y sin hombres, su sonrisa se amplía aún más. 

 

Se acerca una pareja a la barra. Por su conversación deduce que son españoles. El chico no está nada mal, hasta se mueve dignamente al ritmo de la canción mientras espera su bebida.

 

Mientras Domingo sirve copas, Elena se dedica a mirar al resto de parejas. Un par de ellas son chica blanca con chico moreno, estos seguro que son norteamericanos. Ellos son altos y fuertes, como jugadores de fútbol americano, llevan gorra a pesar de ser de noche... y guapos, muy guapos. 

Le llama la atención uno en especial que está como ausente, mirando hacia el mar y el cielo, que se va iluminando con relámpagos, restos de la reciente tormenta que ya se aleja.

 

Otra pareja está formada por un hombre de estatura no muy alta, con barba corta y va con deportivas y pantalón por la rodilla. Salen tatuajes de las perneras hacia sus pies. Por la forma de bailar, se encuentra en su salsa y cuando habla con su pareja, su acento latino le hace sonreír por lo dulce y melodioso del tono.

 

Se pide su segundo cubalibre y se sorprende echando de menos un chico guapo a su lado.

Cierra los ojos y pide un deseo: "cuando vuelva a abrir los ojos no habrá más mujeres aquí que yo".

 

Es posible que un genio hubiera escuchado su petición, pues suena un fuerte trueno que le hace abrir los ojos... y lo que ve la deja sin aliento: los hombres continúan en sus asientos, alguno en la pista bailando, pero no hay mujeres, han desaparecido todas, como si nunca hubieran estado ahí.

 

Se levanta del taburete, y con su bebida se dirige a la pista y empieza a moverse al son de la música. El par de hombres que están en ella se le acercan con media sonrisa y bailan como se debe bailar ese ritmo, pero uno enfrente y otro detrás. El ambiente se empieza a caldear cuando otros tres también se acercan al trío e intentan conseguir su hueco, atraídos como imán hacia ella.

 

—No está mal, —le dice al de enfrente, —pero no seas egoísta y deja que se acerquen los demás...

El que tiene detrás está bailándole muy bien, prefiere que no se marche, llevan bien el ritmo juntos.

Empiezan a desfilar los jugadores de fútbol americano y con miradas relucientes se van exhibiendo e intentando seducirla con sus movimientos, y lo están consiguiendo, ya que ella cada vez está más sensible a los roces y empieza a sentir un intenso calor en su interior.

El DJ cambia de canción y estilo y suenan los primeros acordes de una balada. 

Queda detenida en el centro de la pista sin saber qué hacer, pero siente unas manos que la giran y se encuentra frente al jugador que miraba absorto la playa. 

Le ofrece sus brazos para bailar la canción y ella acepta y se deja llevar.

Le llega un leve aroma a mirra y aspira profundamente cerrando los ojos, fundida en sus brazos como si toda la vida hubiese estado en ellos, y deseando que esa noche no termine nunca.

 

Sus deseos todavía se siguen cumpliendo cuando los labios de él empiezan a pasear lentamente por su cuello, su cara y finalmente se enlazan sus labios en un prolongado beso, mientras continúan abrazados danzando la canción.

Es probable que ellos, como dice la letra, también acaben pasando la noche en vela.

 

 

El Genio travieso no trabaja gratis. Él concede deseos pero también quiere llevarse una satisfacción y esa noche no se ha divertido bastante todavía.

Ver a la romántica pareja le aburre sobremanera, así que con un chascar de dedos devuelve las féminas a la fiesta y se dispone a observar.

 

Cuando la compañera del jugador se encuentra de repente sola en la mesa mira a su alrededor buscándole. Un calor sube por su cara al ver a la pareja siguiendo el lento ritmo y comiéndose a besos. No entiende nada. 

Habían hablado esa noche de dejar la relación, él aducía falta de pasión y deseo mutuos, pero de eso, a montárselo en su cara, hay un buen trecho.

 

Alice sale del recinto del bar y se dirige a la playa. Tiene que respirar y pensar.

El cielo despejado muestra ahora una brillante luna llena que ilumina la arena y puede caminar entre las palmeras hasta llegar a la zona de camas balinesas frente al mar. El reflejo plateado en las aguas calmas la relaja un poco y se tumba en una de ellas mirando el cielo que parece azul.

 

—Buenas noches.

 

Ella se sobresalta y mira hacia el respaldo en sombras de otra hamaca, donde un hombre joven, vestido sólo con vaqueros y una blanca sonrisa la mira con curiosidad.

 

—Buenas noches, no te había visto...—responde, azorada.

 

Tras unos instantes de silencio, él afirma:

 

—No parece que estés disfrutando mucho del party...

 

Alice no contesta, no sabe qué decir. Continúa pensando en la acusación que le ha lanzado su ex (sí, para ella ya lo es) y lo que siente es más indignación que tristeza.

 

—¿Estás solo?

 

—Con unos amigos, pero se han ido ya a descansar. Nos vamos mañana, por eso quería agotar las últimas horas hasta ver salir el sol...

—¿Y tú? ¿Estás sola?

 

—No lo estaba, pero mi ex piensa que soy demasiado fría y eso ha agotado nuestra relación.

 

—¿Sabes? A mí no me lo pareces... — se queda pensativo. —¿Puedo probar algo?

 

Ella, curiosa, acepta. En estos momentos, cualquier cosa es mejor que pensar, y se recuesta a su lado según su indicación.

 

—Cierra los ojos y concéntrate.

 

Pasa un minuto. No ocurre nada. Empieza a inquietarse cuando siente el suave roce de unos dedos recorriendo lentamente la piel de su brazo. De ahí se deslizan por su costado hasta sus caderas, donde cambia el tacto al de una suave mano que acaricia su estómago y su vientre, siguiendo su acariciar deslizándose por sus piernas hasta sus rodillas.

Algo suave pasea por los dedos de sus pies y uno a uno son absorbidos y acariciados por una boca tibia y suave. Vuelven las caricias detrás de las rodillas y empiezan de nuevo a subir por las piernas, lentamente hasta que se detienen.

 

Ella abre los ojos y se queda atrapada en la mirada del joven, profunda, interrogante.

 

Alice hace un gesto de aceptación con la cabeza y los labios húmedos de él siguen su camino hasta su presa, donde se encuentran con una bienvenida inesperada para ella misma.

 

—¿Cómo es posible? —se pregunta. Nunca había sentido tal excitación con su ex...

Sus sentidos empiezan a sobrepasar el límite de lo soportable, su cuerpo desea sentir dentro de sí aquello que completaría el juego, pero no le va a ser tan fácil.

Se incorpora e intenta acariciar aquello que desea, pero la masculina mano no le permite acercarse. Cuando él acerca los labios a los suyos y la besa, con una sonrisa le dice:

—¿Fría? no, no lo eres, en absoluto.

 

Colocándose la una frente al otro, ahora sí, él deja que ella se acerque.

—¿Puedo acariciarte yo ahora? —pregunta Alice con cierto rubor.

 

—Cielo, soy todo tuyo...

 

Empieza a desabrocharle el cinturón...

 

El Genio, aquí más que complacido, dirige la mirada a la otra pareja que ya abandonó la pista y continúa el baile en una cama balinesa de la piscina. Pícaro, sonríe.

 

 


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