El payaso Jodoberto

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Otra vez la reunión de consorcio. Rodrigo las odia. Lo más probable es que se termine discutiendo y no se llegue a ningún acuerdo. No piensa asistir, pero su amiga Ornela lo hará y últimamente estaban distanciados. No se ven mucho. Aunque no van a tratar asuntos importantes solo un par de “boludeces” en palabras de Rodrigo, decide ir para hacer las paces con su amiga.

La reunión se lleva a cabo en el 4C, dos pisos más abajo del de su casa. Sale del departamento con un notable desaliño. Ni ganas tiene de vestirse bien. Llama al ascensor. Entra y luego se detiene un piso más abajo. Se obliga a sonreír al vecino más insoportable de la torre: Alberto. O Jodoberto, para el resto de los inquilinos que se reían de sus actitudes infantiles mientras el hombre creído veía su propia realidad, en lugar de la realidad en sí.

Alberto es un elegante hombre que ronda los treinta y seis años. Es buena gente pero insoportable. Según las palabras de Rodrigo es un insoportable que siempre hace lo contrario a lo que deciden los vecinos, solo para molestar, pero les divierte como un payaso que hace tonterías en el circo.

En la casa de la vecina, estaba dispuesta una mesa con sándwiches y jugo. Rodrigo saluda a Ornela. El encargado expuso los asuntos a tratar y las opiniones de los vecinos no tardan en generar polémica y desentendimiento.

El vecino del 6B expuso su preocupación por la seguridad del edificio y propuso pagar un sistema de reconocimiento dactilar en las puertas principales de acceso y en comprar otra cámara de seguridad.

Rodrigo reconoce la preocupación del pobre hombre pero no cree que sea una solución a la inseguridad de hoy. Alberto lanza comentarios sarcásticos sobre esa propuesta y es normal que emita comentarios que denoten altivez.

El pobre vecino se siente humillado y se defiende, pero la tranquilidad y antipatía de Alberto le provocan más.

—Quisiera ver cuando entren y te roben esa camioneta de cheto que tenés.

—Si roban mi camioneta será después que te hayan robado esa porquería de coche que tenés.

Rodrigo interrumpe e intenta calmar la situación.

—Señores, por favor, calma. Alberto, el hombre está preocupado lo asaltaron dos veces. Si tenés una solución mejor no deberías humillarlo.

—Yo no lo humillo. Él se humilla sólo. No voy a pagar para alimentar la falsa ilusión de seguridad.

—Entonces, me parece que no da que use esas palabras. No opines y listo.

Alberto intenta ocultar su enojo. Ya se siente incómodo y las palabras de Rodrigo son como un ataque personal, para él.

—Yo no necesito que me digas que hacer. No vayas por ese camino porque tu psicología barata no funciona conmigo.

Rodrigo, sin inmutarse, se defiende alegando que no tiene que ponerse agresivo y tratarlo mal como lo hizo el jueves con Ornela. Alberto reacciona con un improperio.

—Retirate si estás nervioso.

—¿Por qué no te vas vos un poquito al carajo?

—Perdón Alberto, sos vos quien tiene problemas conmigo. Yo estoy tranquilo.

La altanería es un hecho de cobardía al sentir inferioridad ante el derecho que los demás tienen al expresarse libremente.

Ornela, intenta calmarlos, y se pone del lado de Alberto. Rodrigo enmudece ante tal sorpresa. La reunión no da para más y se da por terminada. Posteriormente aborda a su amiga y le pregunta por qué se puso de su lado nuevamente.

—Tiene razón. No vale la pena pagar por un sistema así. La situación económica es complicada.

—Pero el otro día te agredió verbalmente cuando fuiste a llevarle no sé que mierda y me molestó que respondiera así a tu amabilidad.

Ornela le resta importancia.

—En la última reunión el tipo quiso proponer que me echen.

—Y tiene razón en echarte.

Rodrigo para en seco. Está asombrado y le pregunta a su amiga por qué cree que se merece ser expulsado y la respuesta no le gustó. Señaló sus defectos como persona y profesional. No sé guarda nada y Rodrigo está más asombrado pues le menciona cosas que no tienen que ver con la situación. Ornela mezcla cosas. No parece ser la mujer que había conocido, con quien había creado una amistad cercana, casi como hermanos.

Rodrigo está muy decepcionado por las palabras de quien creía era su amiga y si bien tuvieron discusiones siempre la amistad salió a flote, pero la sinceridad sin empatía es crueldad. Siente como si toda sinceridad de golpe no haya salido cuando tenía que salir. La considera una persona falsa y mentirosa|.

Fue extraño, basta un golpe para romper la amistad. Las charlas en lugar de comunicar entendimiento, generan distancia. Rodrigo no quiere saber más nada con ella.


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