A pesar de la lluvia

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Julia despertó al escuchar los gritos en el patio, se incorporó y se asomó rápidamente por el balcón, descubrió a las cocineras intentando atrapar a los canarios. Empezó a reírse contemplando el espectáculo, regresó adentro y cogió el vestido del perchero, se lo puso encima de la ropa de dormir y bajó al patio por las amplias escaleras.

¿Y Margarita? –preguntó a las señoras de servicio, todavía riendo-

Salió al mercado –contestó la mayor, con cara de desconcierto-  nos pidió cuidarlo mientras volvía.

¿Y dónde está el?

Le señalaron al mismo tiempo el cuarto de granos, divertidas pero en actitud acusatoria. Julia entró lentamente y lo descubrió con la cara contra la pared, tapándose los ojos, sin dejar de sonreír. Se aproximó y se colocó a un costado, poniendo las rodillas en el piso:

¿Y ahora que fue? –le cuestionó- ¿estos también querían ir a la escuela?

Tienen alas, mamá –contestó el niño- querían ser libres.

Ya lo entiendo –dijo Julia, lo cargó y salieron al patio nuevamente. Indicó a las cocineras que podían retirarse después de que el pequeño pidió disculpas.

¿Papá se fue por que tenía alas, mamá?

Julia sintió un pequeño fantasma del pasado en las entrañas, la insinuación de un dolor que empezaba a aliviarse, pero encontró los ojos del pequeño Alejandro y se reconforto inmediatamente: Papá tenía alas, sí. Seguramente nos cuida ahora mismo desde el cielo.

A veces quisiera verlo –respondió el-

Todos los días lo ves mientras estas frente al espejo –le dijo Julia, acariciando su cabello- eres igual a él cuándo tenía tu edad, tienes el mismo  fuego en los ojos, parece no poder apagarse. ¿Quieres decirle algo a papá? Conozco quienes pueden llevarle tu recado.

Alejandrito alzo los hombros y se rio felizmente, asintió con la cabeza.

Julia descolgó las 2 jaulas restantes y las colocó en la orilla de la pileta de agua:

Los pajaritos nos harán el favor, son amigos suyos –le aseguró-.

Alejandrito se acercó a las jaulas y les dijo algo en voz muy baja.

Ahora puedes abrirlas –ordenó Julia. Al instante los canarios restantes y una pareja de petirrojos revolotearon por el patio, volando entre los arcos de cantera, después subieron fugazmente al cielo abierto para finalizar su tarea.

¿Podrán volar con la llovizna, mamá?

Tendremos fe, hijo. Podrán llevar tu mensaje, siempre, a pesar de la lluvia.


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