Una chica decidida

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Estaba trabajando temprano en el pequeño taller que había armado en un rincón del garaje mientras escuchaba música clásica. Mi soledad se interrumpió cuando la última conquista del hijo de mi ex esposa, Dolores, apareció en la puerta. Una rápida mirada bastó para saber que debajo de su camiseta Dolores no tenía nada más que sus magníficas tetas, cuyos pezones se notaban claramente. Su cabello todavía estaba mojado después de la ducha matutina. Decididamente, una presencia interesante.

- Buenos días. – dijo.

- Hola. – respondí sin despegar mis ojos de la motosierra. – ¿Ya se fue Jorge?

- Sí. – respondió y luego agregó algo curioso – Estamos solos.

Ignoré las posibles implicancias y le pregunté, mientras ajustaba la cadena de la motosierra,

- ¿Tomaste café?

- Sí. – respondió y se acercó adonde yo estaba. Su perfume me envolvió y, confieso, me excitó un poco.

Comenzó a mirar en silencio lo que yo hacía y luego de unos segundos se acercó un poco más. No pude dejar de sentir que uno de sus pechos se apoyaba sutilmente en mi espalda. Rompí el contacto con la excusa de observar mi trabajo desde otra posición, pero no tardé en sentir nuevamente la presión de una teta en mi brazo. Dos veces no eran casualidad así que, sin moverme, giré mi cabeza y miré sus ojos negros sin decir palabra.

- Te gustan, ¿no? – me dijo mientras, con determinación, ponía una teta de cada lado de mi brazo.

- Indudablemente, pero, ¿qué pensaría Jorge si nos viera? – respondí.

- No importa, porque no pienso pasar más tiempo con él.

Giré para enfrentarla y sus carnosos labios rosados se estamparon contra los míos. Sentí que una de sus manos acariciaba mi entrepierna y ninguna duda que Dolores pudo apreciar que mi verga había recibido el mensaje y comenzaba a agrandarse, a endurecerse. “La conocí hace apenas dos días,” pensé, “y quiere que hagamos el amor. ¡Esta chica no pierde el tiempo, sabe lo que quiere!”

Con una mano en su trasero la atraje hacia mí y con la otra le acaricié las tetas mientras continuaba disfrutando de sus sensuales labios. Sin demora le saqué la camiseta que llevaba y le di chupadas a sus pezones y masajes a sus bien formadas tetas. Puse los dos pezones juntos y se los lamí y chupé con deleite simultáneamente notando su endurecimiento en respuesta a mis acciones. Dolores no perdió tiempo tampoco: me bajó los pantalones y se apoderó ávidamente de mi pija. Comenzó a masturbarme y mi verga continuaba endureciéndose. Luego se arrodilló frente a mí.

Me habían chupado la verga muchas veces pero Dolores será difícil de olvidar. Sus manos, su lengua, sus labios saben cómo hacer gozar a un hombre. Muy posiblemente a una mujer también.

Cuando lo juzgué oportuno le pide que se parara, puse una manta sobre la mesa y le dije que se inclinara sobre la misma. Su culo y su concha quedaron a mi merced. Mis dedos se internaron en su ya chorreante vulva: primero uno, después dos. Dolores gemía y movía su cola hacia mí gozando las penetraciones. Mi otra mano seguía preparando mi barra de carne endurecida para enterrársela en cualquier momento. Mi índice recogió algunos jugos sexuales y jugueteé con su pequeño agujero arrugado.

- Basta de dedos, méteme la verga. ¡La quiero bien adentro! – expresó.

- Acá vamos. – le dije y después de darle unos golpes con mi verga en sus glúteos y los labios de su concha, la penetré con una serie de bombeadas, cada una más profunda que la anterior. Dolores gimió con cada una.

Una vez que me apoyé en su culo mis bombeadas fueron cortas pero le empujaba la verga adentro como queriendo llegar más y más profundamente dentro de su cuerpo. Mis manos le acariciaban su bien torneadas piernas, sus glúteos, su espalda y hasta sus tetas. Gimió estrepitosamente cuando le puse un par de dedos en su clítoris y no tardó en celebrar su orgasmo.

Le saqué la pija y con mi índice le lubriqué el pequeño orificio estriado nuevamente y luego se lo enterré hasta la mitad. Dolores siguió gozando. Después que emitió unos cuantos quejidos saqué mi dedo y mi enhiesta verga se internó nuevamente en su vagina. Mis estocadas eran a fondo y el choque de nuestros cuerpos producía el ya consabido sonido. Un par de veces se la saqué completamente y luego volví a metérsela a fondo.

- No termines dentro de mí. – dijo Dolores. – Quiero tu leche en mi boca.

Como ya sentía que estaba listo a expeler mi semen, le saqué mi pija. Ya había probado su habilidad con el sexo oral así que me preparé para un orgasmo inolvidable.

- Soy todo tuyo. – le dije, y me senté en una silla. Ella se arrodilló frente a mí y puso manos y boca a la obra.

Me relajé y me dediqué a observar y gozar de sus maniobras con mi verga. ¡Hasta mis testículos estuvieron dentro de su boca de vez en cuando!

Pronto sentí que iba tener mi orgasmo.

- Voy a acabar. – le dije.

Una y otra vez se contrajo mi verga derramando mi leche dentro de la boca de Dolores. Sus manos estrujaban mi pene repetidamente para continuar la extracción y ella gemía cada vez que recibía un envío de mis jugos.

Cuando terminó, se sentó sobre mi falda con las piernas abiertas. Le besé y masajeé sus fabulosas tetas.

- Estuviste muy bien. – le dije.

- Desde que te conocí que me preguntaba si tendría oportunidad de cojerte. Eres muy guapo. Y me gustó tu leche.

- Tú eres muy sexy. Espero que no tengas que irte temprano.

- ¿Tienes algún plan?

- Para comenzar, podemos ir a darnos una ducha. – respondí – después veremos qué podemos hacer.

Me acarició los huevos desvergonzadamente y me dijo,

- Creo que tus planes me van a hacer gozar mucho… otra vez. Vamos.


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