El chico del café (parte 1/2)

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Como cada mañana, ahí estaba yo, echando una ojeada a la terraza de la calle, mientras esperaba a que saliera mi café. Todo se había vuelto una rutina, me levantaba, me dirigía a la cocina, abría la persiana, prendía la cafetera y ojeaba la calle.

Todas las mañanas estaba ese chico alto, moreno de pelo corto y camisa azul hojeando el periódico mientras se tomaba su desayuno.

No me importaba levantarme temprano, solo para verlo. Sinceramente creo que él supo desde un principio que yo lo "buscaba" a diario. Cada vez que él escuchaba el ruido de la persiana al abrirla, miraba para mi ventana, incluso en las últimas semanas dibujaba una pequeña sonrisa de "buenos días" cuando me miraba.

Me gusta observarlo, y creo que a él le gusta ser observado. Hace unos días, la terraza instaló unos paraguas de tela para proteger las mesas del sol, de tal manera que si él se hubiera sentando en la misma mesa de siempre, no lo hubiera podido ver... pero cuál fue mi sorpresa... que desde entonces se sentaba en una mesa anexa donde yo podía seguir viéndolo.

Siempre he sido una chica coqueta, pero de hace poco para acá intento serlo más... y es que cuando salgo de mi casa al trabajo, aún sigue sentado en la terraza por lo que debo pasar delante de él. Siempre nos sonreímos, pero nunca nos hablamos. Me contoneo y exhibo de la manera más elegante y sutil que sé. No quiero destacar... pero tampoco quiero pasar desapercibida.

Sé que él también me observa, pues en algún momento lo he pillado mirándome de arriba a abajo mientras hablo con las chicas de la cafetería o alguna vecina que me tropiezo por el camino. En el fondo, creo que yo también le produzco "algo". No sé muy bien el qué, ni cuánto... pero sé que hay algo.

Pero hace cuatro días sucedió algo que hizo que mi rutina cambiara. La cafetería cerró por vacaciones. Cuando abrí la persiana no estaba el moreno de la camisa azul. Un sentimiento de soledad y anhelo me invadió. Hoy no me apetecía tomarme el café en la ventana. Hoy no tenía para quién ponerme más guapa de lo que hacía habitualmente, hoy no tenía prisa por vestirme y bajar a la calle a buscar mi coche. Hoy no iba a ser un buen día.

Pero de pronto, algo cambió. No me lo podía creer, acababa de ver al chico de la camisa azul, llegar con un papel en la mano, mirar hacia mi persiana, sonreírme, y asegurarse de que yo veía donde dejaba el papel. Claramente me había dejado algo escrito y me moría de ganas por saber lo que era.

Ese día me vestí más rápido que nunca y corriendo bajé a buscarlo. De camino a mi coche leí "Sé que cada mañana nos tomamos el café a la misma hora. Sé que me observas. Pero hoy no ha sido igual, hoy me he sentido solo. ¿me invitas mañana al tuyo? JR 676.761.345

No sabía qué hacer, no me gustaba nada meter a un desconocido en casa, pero por otro lado, me moría de ganas de hacerlo. Cada mañana soñaba con sus labios, sus caricias. Me encantaba la manera que tenía de cruzar las piernas mientras leía el periódico. Como se mojaba los dedos para pasar la página. La manera tan elegante de coger la taza y llevársela a sus labios.

Siempre he soñado con abrirle la camisa y dejársela caer por detrás de los hombros, dejar al descubierto su cuello, besarlo suavemente cerca de la oreja, donde pueda escuchar mi respiración excitada por las caricias. Pegar mis caderas a las suyas, rozarme contra su pelvis, ponerlo duro, ponerle sus manos en mis nalgas para que me presione más contra él. Anhelo sentir sus labios en mis pezones, lamiendo y haciendo círculos con su lengua. Quiero que me pegue contra la pared, que me suba el vestido y me ruede el tanga a un lado y me ponga a horcajadas sobre él. Que me penetre sin parar, que me haga chillar de placer, me quiero correr con él dentro. Quiero sentirme llena, quiero que me deje sin aliento, exhausta. Que me suba a la mesa y me abra las piernas. Necesito su miembro dentro de mí. Caliente. Duro. Necesito su fuerza contra mi cuerpo. Quiero oírlo jadear, sus muslos contra los míos. Quiero que me tire del pelo, que me someta, que me muerda el cuello, los pezones, que me aprete los pechos, que se los meta en la boca, los lamas y los manosee a su libre albedrío. Quiero sentir su semen caliente dentro de mí, sobre mis muslos... En definitiva, quiero que el chico de la camisa azul suba a tomarse el café. (continuará)

 


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