HUMANOID (parte 5 de 6)

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EPISODIO V

TODO ES CODIFICABLE

 

 

Al igual que Heráclito, Khayyam y Nietzsche, al igual que el ajedrez tiene al caballo, todo sistema tiene a alguien que no se resigna a aceptarlo. Unos años después de que el Dr. Julius Von Juntz inventó el dispositivo, surgió un artista cuyas esculturas no podían codificarse, obras que no estaban al alcance de las máquinas y que solo un humano podría entender. Ese artista era Kravchenko.

Las obras del gran Kravchenko deleitaban a sus seguidores y desarbolaban las mentes simples de sus detractores. Era arte en estado puro. Conceptualismo-romántico lo llamaban los primeros, y arte-basura los segundos. Sea como fuere, Kravchenko no dejaba indiferente a nadie; era un oasis de esperanza en un mundo gobernado por la regular obediencia.

El escultor de vanguardia dijo un día: “No todo es codificable, Dr. Juntz”. Luego habló de evocaciones de un aroma, de besos de reconciliación y de bromas entres amigos, y cuando anunció su siguiente exposición, desafió al científico a que pusiera sus nuevas obras en código binario.

Más de la mitad de la población mundial ya tenía instalado el dispositivo CID en la base del cráneo, pero Kravchenko se reusaba a instalárselo y decía que aquellos que lo tenían eran unos “patéticos transeúntes infrahumanos que vendieron su alma”. A pesar de su opinión, todos deseaban ver su trabajo.

La noche de la exposición en la Galería Nacional de Arte, el lugar se llenó de gente. Los visitantes contemplaron las obras del artista mientras intentaban explicar lo que sentían, pero no lograban expresarlo con palabras. Llamó la atención Héroes y marionetas, una escultura de un títere que escapa de unos hilos que lo sujetan para aferrarse a otros de una mano del mismo titiritero. Otra muy concurrida fue una enorme obra de una persona en una balsa de hueso, que navegaba por las venas de su amante en busca de su corazón.

–Nadie podría codificar mis obras –dijo Kravchenko en una conferencia–, son demasiado surrealistas, demasiado abstractas. Su lógica supera a aquella de los ordenadores, pues es la lógica de los sueños.

Kravchenko tenía razón, ni siquiera el Dr. Julius Von Juntz logró codificarlas. La gente comenzó a preguntarse entonces qué otras cosas no podían codificarse además de las obras de aquel artista. Pensaron que tal vez algunos sentimientos e ideas pudieron haber quedado fuera de sus mentes cuando éstas fueron codificadas por la red sensorial interna. La pregunta no duró mucho tiempo, pues el Dr. Juntz hizo que se prohibieran las exposiciones de Kravchenko culpándolo de corromper a la juventud. La justicia lo condenó entonces a pasar cinco años en prisión. Una vez detenido, el artista fue obligado a instalarse el dispositivo CID en su apófisis mastoides.

Así fue como todo, incluso el arte, volvió a ser codificable.

 

 

CONTINÚA EN LA SEXTA Y ÚLTIMA PARTE...

https://www.cortorelatos.com/relato/36189/humanoid-parte-6-de-6/


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