Serie EvA - Cristina -

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La doctora Cristina B. termina su turno en la clínica. Se dirige al vestuario y cambia su pijama verde por una camiseta de lycra, unas mallas negras y unas zapatillas deportivas. Recoge su bolsa y sale del mismo despidiéndose de sus compañeros de trabajo, hasta el día siguiente.

La tarde se va acortando cada día más. Octubre está hermoso, y le recibe una claridad exenta de luz solar acogedora, nada que se parezca a la luz artificial del centro hospitalario donde pasa las horas del día.

Encamina sus pasos al gimnasio, donde extrae el estrés acumulado en ella durante las visitas de sus pacientes que poco a poco le van mermando la energía.

No reprime la sonrisa al recordar la primera visita de la tarde.

—Doctora B., —se escucha por el interfono, —la siguiente visita ya está aquí.

—Que pase, Maribel. Si te necesito, ya te avisaré.

Aún puede escuchar a la auxiliar diciendo: —pase, la doctora le atenderá ahora.

Suenan tres golpes en la puerta y contesta : —adelante.

 

El hombre entra en la pequeña sala, cierra la puerta y se dirige hacia la mesa donde Cristina termina de escribir unas líneas de un informe.

Levanta la cabeza y con una gran sonrisa se levanta, rodea la mesa y abraza al supuesto paciente. Éste busca su boca y se comen a besos, sin prisa, tienen los quince minutos reglamentarios para ellos, saben que nadie va a irrumpir por error en su despacho.

—Acaba de entrar el chico más sexy de la sala de espera —le sonríe el decirlo.

—Gracias. Estoy con la doctora más sexy de la clínica, lo sabes, no? Aunque tu auxiliar está como un tren...

—Cariño, ¿para qué vas a ir a buscar fuera lo que tienes ya?

Ambos ríen de la gracia. Ella le pregunta:

—Quieres que hablemos de...

—No, solo he venido porque necesitaba verte.

—Pues esta mañana pensaba en ti. Llevo las braguitas rojas que me regalaste.

—No me digas eso, que te pongo a cuatro patas en el diván...

—¿Y?

—Mejor te lo enseño.

 

Faltan tres minutos para que acabe la visita. Él termina de vestirse, ella se acomoda el pijama y se pone la bata blanca encima. Se atusa el rubio pelo y se sienta otra vez tras la mesa.

—¿Cuando nos vemos, Cris? Tengo una botella de vino blanco esperándote.

—No lo se, cariño, depende de cuando mi marido tenga turno doble... y tengas una excusa creíble para tu mujer.

 

 

 

 

 

 


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