Hotel boutique, el primer polvo

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Me he despertado completamente mojada, entre las sábanas donde anoche me acosté pensando en mi querido Luismi.

Lo conocí en un club de amigos, donde ambos nos habíamos inscrito para conocer gente nueva, afín y con los mismos intereses. Sexuales. Por supuesto.

En nuestra etiqueta rezaba el apodo por el que nos queríamos dar a conocer. En el mío estaba escrito "Candy". En el suyo "Toy"

Después de pasar un rato disfrutando de la compañía y una copa decidimos de común acuerdo marcharnos a conocernos mejor. Un hotel boutique cercano fue el lugar elegido para hacerlo.

La habitación era grande y la cama también. El cabecero rojo, las sábanas blancas. Una botella de vino blanco esperaba en la cubitera y dos copas en la mesa.

Ya dentro, cerramos la puerta y Toy me empotró al instante contra ella mientras me sobaba por todo mi cuerpo. Sus manos volaban inquietas entre mis pechos y mi culo. Me cogió por sorpresa, y lo estaba disfrutando, pero no me amilanó, respondí contraatacando directamente a su paquete, masajeando la zona y pude comprobar que empezaba a empalmarse. Eso prometía.

Mientras, nuestras bocas se comían desesperadas bañando de saliva los labios, el cuello y los lóbulos de las orejas, a trompicones íbamos tirando de la ropa, que salía volando en todas direcciones.

Casi me quedo sin aliento al descubrir en toda su largura los veintitrés centímetros de verga que asomaba por encima de la goma del slip. Eso se merecía un homenaje, así que lo arrastré hacia la cama y lo tumbé sin demasiados miramientos. Sonreía, el muy cabrón.

Bajé su calzoncillo y aquella hermosura salió disparada hacia delante. La atrapé con mis labios y con deleite la fui consumiendo hasta enfundarla casi toda en mi boca. La garganta al notarla me produjo náuseas. Me desprendí de ella poco a poco, aspirándola y lengüeteándola a la vez, y me la volví a tragar.

Mientras, Toy había descubierto mi botón de encendido. Movía sus dedos en círculos mientras su boca mordisqueaba mis pechos. Era una locura. Cada vez más las ganas nos inundaban hasta que le pedí Con urgencia que me la metiera dentro y me follara. "Será un placer", contestó.

Me tumbó de espaldas y cogió su polla para dirigirla a mi interior. La primera embestida me hizo gritar de placer, de dolor, de pasión descontrolada. Cada vez que me la metía gemía como una gata. Mis manos agarraron su cabeza y me comí su boca con desespero. Entraba y salía y el placer iba inundándonos completamente. Yo me movía para chocar con su pubis y éste se restregaba con mi clítoris hinchado llevándome cada vez más hacia el éxtasis.

"Vamos, Candy, vamos" y ahí, ya arremetiendo con fuerza, nos llegó la explosión entre gemidos y jadeos que nos consumían.

Terminamos despacio, suave y lento, abrazados, él sobre mi y yo acurrucada en sus brazos.

Abrí la botella de vino y serví dos copas. Así, descansando en la inmensa cama, nos presentamos por primera vez.

"Cariño, me llamo Luísmi. Ya no me llames Toy, aunque soy un juguete en tus manos."

Con una sonrisa me presenté yo también: "Yo me llamo Carla, solamente dulce para ti", añadí con un guiño.

Sellamos nuestra reciente amistad con un sonoro brindis.


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