Una estudiante universitaria muy particular

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Jasmín no era la típica compañera de universidad. Era un tanto mayor que casi todos los otros estudiantes de su nivel. Mientras que en ese primer año de Ingeniería, la gran mayoría éramos jóvenes de 17 o 18 años, ella rondaba los 25. Esa diferencia se notaba en su madurez, en su aplomo y en general en toda su personalidad. Su retraso en ingresar a la universidad se debió a un embarazo que le tocó afrontar recién salida de su adolescencia y sin el apoyo del padre. Como madre soltera tuvo que trabajar desde muy joven para poder dar a su hijo lo necesario. Ya a sus 25, con su hijo ya un poco crecido y con algo de estabilidad laboral, decidió intentar el sueño de su vida. Ser Ingeniera. Pero por supuesto ella lo tenía mucho más difícil que cualquiera. Le tocaba estudiar y trabajar a la vez. Todo esto mientras criaba a un hijo. Su historia la conocí porque ella me la contó, una vez que coincidimos durante un descanso entre clases en el que ella aprovechó para acercarse a mí y hablarme. Claro que su acercamiento no fue gratuito. Ella me pidió que le explicara como hacer unos ejercicios de cálculo integral, área en la cual yo era muy diestro. Me dijo que no tenía a quien más recurrir. Yo acepté, con algo de recelo, pues hasta ese momento no la había considerado realmente como compañera de clases. Yo la veía como una mujer un tanto mayor y algo distante de los grupos habituales, que solo se veía durante las clases pero que al acabar estas desaparecía de la universidad. Ella era una mujer bonita que, debido a la naturaleza de su trabajo, como lo averiguaría después, vestía de un modo mucho más sofisticado que el resto de estudiantes. Le expliqué entonces los ejercicios en una cafetería de la universidad y ella quedó encantada conmigo. O mejor dicho con mi habilidad para las matemáticas. Y yo quedé encantado con ella. Me sedujo su feminidad, sus modales refinados y su belleza. Comparada con ella, todas mis otras compañeras de clase parecían unos chicos con pelo largo. Nos seguimos encontrando para estudiar juntos, pero realmente no estudiábamos juntos, sino que yo le explicaba a ella. Ella se aprovechaba un poco de la situación, pero a mí no me importaba. Y es que un pequeño demonio fue creciendo dentro de mí. No me fueron indiferentes su clase y su belleza. En mi juvenil mente fue creciendo el deseo. Llegó un momento en que el solo pensar en ella me producía una erección. Me masturbaba pensando en ella. Me propuse entonces conquistarla. O al menos hacer el intento para hasta donde llegaba.

-Jasmín, tengo algo que decirte- Le adelanté una tarde, mientras estábamos sentados en una mesa de estudio de la universidad, y después de varias horas de estar intentando dar solución a un problema matemático.

-Si?-contestó sin prestar mucha atención.

-Es que tengo un problema. Un problema físico- En este punto si capté toda su atención.

-Que te pasa Jaime?-

-Jasmín, me da vergüenza contarte esto, pero ya no aguanto mas. Como sabes no tengo novia. Y ya tengo mucho tiempo sin hacer el amor. Contigo me está pasando que cada que me siento a tu lado me excito-

Ella abrió los ojos con sorpresa. No se lo esperaba.

-Que? No entiendo-

-Mira lo que me pasa- Dije y aproveché su confusión para tomarle una mano y llevarla hasta el paquete de mi pene, que ya estaba estaba alborotado.

-Madre mía!- Exclamó con sorpresa mientras retiraba su mano apresuradamente- Pero cuando ocurrió esto? No puede ser. ¡Pero si tú eres muy joven todavía!

-Jasmín, ayúdame por favor. Mira que no tengo a nadie más a quien recurrir- Esta petición, o al menos del modo como se la hice, la hizo reflexionar. Quizá no era elegante el haber usado las mismas palabras que ella usó cuando me pidió que le ayudara con las matemáticas porque sonaba como si estuviera pidiendo compensación por ello. Pero sonaba justo desde mi punto de vista.

Ella se quedó un rato pensando y luego me dijo:

-Te voy contar algo de mi vida que aún no conoces. Quiero hacerlo porque tu has sido el único que realmente me ha ayudado, y quiero que sepas realmente quien soy yo- Y a continuación me narró la versión larga del nacimiento de su hijo. Me contó los apuros y dificultades que pasó por la falta de apoyo del papá de la criatura. Me contó las dificultades en encontrar un trabajo decente que le permitiera salir adelante. Y por último me soltó una verdadera bomba. Me confesó su real trabajo. Era una prostituta. Una fina. Solo lo hacía con clientes de elevado perfil económico. Era el único trabajo que le servía para ver por su hijo y para pagar las costosas matrículas de una universidad. Su intención era abandonar esa vida en cuanto recibiera el título universitario.

-Jaime, te voy a ayudar con tu problema. Tú tienes una gran habilidad con las matemáticas y me has ayudado mucho con eso. Yo te voy a ayudar con lo que soy hábil-

Esa misma tarde me llevó al apartamento donde vivía y allí hicimos el amor. Fue la primera de muchas veces. No había exagerado para nada sobre su habilidad. Era una verdadera profesional del sexo. Ella me desnudaba, me bañaba y después me hacía masajes eróticos usando unos aceites y demás productos que aceleraban o retardaban la eyaculación, según lo que ella quisiera. Le gustaba tapar mis ojos con una venda y amarrar mis manos a la cama, para luego recorrer todo mi cuerpo con su boca. En ocasiones hasta me azotó con un cinturón. Le gustaba el sexo oral, hacerlo y que se lo hiciera. Me enseñó todo sobre el sexo anal, sobre el uso de productos lubricantes para su ano, que incrementaban el mutuo placer. Lo mejor era que yo no me se sentía como haciendo el amor con una prostituta. Era una experiencia totalmente amorosa. Pero con ella fácilmente se pasaba de la ternura a los excesos sadomasoquistas. Era una mujer de extremos y eso se reflejaba en todo lo que hacía. Nuestra relación sufrió los altibajos de su variable modo de entender la vida. Estuvimos juntos casi un año completo. Después ella abandonó la universidad por bajo rendimiento académico y la perdí de vista por varios años. Un tiempo después, siendo yo un ingeniero me la encontré durante un evento en un centro comercial y lucía preciosa. Y además le estaba yendo muy bien económicamente. Nunca se hizo ingeniera, pero a punta de sexo logró un bienestar económico que muchos ingenieros desearíamos tener.


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