Camino de la panadería

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Hay está, como todos los días a la misma hora. Sale de su portal, va a la panadería y al rato vuelve a pasar por delante de mi. Pero ella no sabe ni que estoy ahí, sentado en una mesa de la cafetería con mis compañero de trabajo.

 

La primera vez que me fije en ella fue a mediados de septiembre, aun hacía calor y llevaba un pantalón estilo pirata y una camiseta ancha, su forma de vestir, de andar, nada en ella llamaba la atención y no se porque pero me fije en ella. Supongo que seria porque iba sonriendo, se la veía feliz. Con el paso de los días la veía más seria, menos sonriente y todos los días me quedaba con las ganas de preguntarle, pero ¿como hacerlo?, se pensaría algo raro y perdería toda oportunidad de conocerla.

 

Mis compañeros sabían que me había fijado en ella, mas que nada porque en cuanto la veía me quedaba mirándola y si tardaba mas de lo normal en volver a pasar me ponía inquieto, hasta que la veía doblar la esquina y venia caminando hacía mí. Yo me imaginaba a mi mismo levantándome de la mesa, presentándome, pidiéndole una cita y ella aceptando, pero eso nunca pasaba, me quedaba totalmente paralizado y pensaba “de mañana no pasa”, pero ese mañana nunca llegaba.

 

El camarero siempre la saludaba, con un “buenos días, a por el pan” y ella contestaba siempre lo mismo “es lo que toca” y sonreía. Esa sonrisa calentaba mi corazón, creo que me estaba enamorando de ella, lo cual es una locura, no sabia nada de ella, ni su nombre, ni si tenia pareja, nada de nada, pero me daba igual, ella me gustaba y tenia intención de conocerla.

 

Uno de estos días no la vi, porque íbamos justos de tiempo y no pudimos para a desayunar en la cafetería de siempre.

 

Al día siguiente, tenia muchas ganas de verla, llegó la hora de que saliera del portal, pero no lo hizo, “¿que le habrá pasado?”, estuve todo el día pensando en que le habría podido pasar. Al día siguiente tampoco bajo a por el pan, ni al otro, ni al siguiente, hasta mis compañeros se dieron cuenta y le preguntaron al camarero y les contó que el día que no habíamos ido a desayunar la habían atropellado y había muerto en el acto. Cuando me lo dijeron se me cayó el mundo encima, nunca la conocería, nunca sabría su nombre, nunca sabría nada de ella.

 


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