Mi futura consuegra

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Estaba en el jardín de atrás de la casa de Pancho bebiendo una copa de vino antes de la cena y charlando con varias personas. Escuché una voz femenina nueva en la terraza y cuando me di vuelta quedé impresionado. Mi hijo estaba bajando las escaleras con una atractiva compañía que supuse era la madre de su novia.

Delgada pero con buenas curvas, cabello rubio largo más abajo de los hombros. Incluso en la distancia pude apreciar que debajo de su camisa no había otra cosa más que lindas tetas: el tamaño y los pezones de las mismas se notaban claramente.

Cuando bajó para que nos presentáramos pude apreciar los ojos color miel y el dulce perfume que se había puesto. Mis neuronas sexuales, si es que las hay, se activaron instantáneamente. Al estrechar su mano me imaginé esos delicados dedos alrededor de mi verga.

Después de charlar unos minutos sobre nuestros hijos le dije,

- Entiendo que estás casada. ¿Dónde está tu marido?

- Hace un mes me dijo que se fue a un país africano, tratando de establecer un nuevo negocio. Él hace sus cosas, yo las mías.

“Interesante comentario”, pensé para mis adentros y respondí,

- Yo estoy divorciado.

Después de unos minutos nos separamos para conversar con otros invitados a la cena. No podía quitarle los ojos de encima más que por unos momentos y casi siempre me encontraba con los suyos. Invariablemente una sonrisa se dibujaba en sus delgados labios pintados de rosado. Finalmente encontré la manera de acercarme a ella nuevamente. Andrea no perdió tiempo.

- ¿Me equivoco o me estás cogiendo con tu mirada? – me espetó sin tapujos.

- Con tanta gente alrededor no puedo hacer otra cosa. – respondí.

- ¿Hay algún lugar con menos gente? – preguntó, al tiempo que se humedecía los labios con su lengua.

- Desde luego. Si quieres seguirme, no muy de cerca, te lo puedo mostrar.

- Me encantaría verlo.

La oficina de Pancho tenía medio baño y hacia allí me dirigí. Andrea siguió disimuladamente mis pasos y yo esperaba que nadie se percatara de nuestra desaparición. Apenas cerró la puerta nos abalanzamos uno al otro y comenzaron los profundos besos y, aún por sobre nuestras ropas, las caricias a tetas, verga y colas. Nuestros cuerpos se apretujaban haciéndonos sentir la creciente rigidez de mi pija y los apetecibles pechos de Andrea. Mis manos se regocijaron al apoderarme de sus deliciosas nalgas.

La senté sobre la mesada, le subí la falda y le saqué la tanga negra con un frenesí inocultable, mientras ella se abría la blusa para darme libre acceso a sus pechos. Luego ocupó sus manos en liberar mi verga mientras nos propinábamos más besos intensos, profundos, con lenguas que se enroscaban una a la otra y buscaban la profundidad de nuestras bocas.

Los únicos vellos estaban en su pubis pero su cachucha estaba libre de ellos, expuesta completamente a mi vista y mis acciones. “Unas lamidas a su concha no vendrían mal para asegurar una penetración sin dificultades”, pensé. “Además nos va a gustar a ambos”. Mis dedos, hurgando en la entrada a su vulva, me indicaban que sus jugos ya fluían abundantes. A pesar de ello, de rodillas, lamí su concha, deleitándome con sus copiosos néctares salobres. Andrea había abierto sus hermosas piernas y tenía los pies apoyados en la pared que estaba a mis espaldas en el pequeño recinto.

Me paré y Andrea se apoderó de mi hinchada, endurecida verga, que yo ansiosamente quería introducir entre las paredes cálidas y empapadas de su vagina.

-Métemela, quiero sentir esta poronga dentro de mí.

No me demoré más: le enterré mi pija hasta que nuestros vellos púbicos se entrelazaron. Andrea paseó su lengua alrededor de mi boca degustando los jugos de ella misma que la empapaban.

Comencé mi vaivén para mover mi verga dentro de la vulva de Andrea. Noté que ella apretaba los músculos vaginales para aumentar nuestro placer. Después de varias embestidas le saqué la pija y me dediqué a chuparle los endurecidos pezones mientras mis manos estrujaban sus tetas.

- Un momento. – dijo, y se bajó de la mesada después de apartarme de la misma.

Se arrodilló y comenzó a lamerme la verga. Pronto mi glande quedó oculto dentro de su boca. Yo sentía su lengua describiendo círculos a su alrededor. Después de unos momentos la ayudé a volver a la mesada y la penetré nuevamente. Esta vez no me detuve en mis vaivenes hasta que se estremeció con la llegada de su orgasmo. Para el mío, tenía otros planes.

- Ven. – le dije, e hice que se apoyara contra la pared dándome la espalda.

Expuesto quedó su delicioso culito pero su vulva era mi blanco. Me agaché, no mucho porque sus tacones la ponía a una buena altura, y le enterré mi pija. Su gemido me indicó que le había gustado y aprecié que separaba levemente su cuerpo de la pared para exponer mejor su cola a mis miradas y su concha a mis penetraciones.

Puse mis manos sobre los costados de su cadera y ella tomó sus glúteos y los apartó, invitándome a alcanzar lo más profundo de su vagina. Bombeé rítmicamente con pasión hasta que sentí que el torrente de mi semen estaba por dejar mi cuerpo. Entonces disminuí el ritmo pero profundicé al máximo mis estocadas. Mi leche brotó una y otra vez derramándose en el interior de la vulva de mi futura consuegra. Cuando mi pija se relajó y abandonó la oscura, caliente y empapada cavidad, Andrea se dio vuelta y unimos nuestras bocas una vez más.

- Me encantó. – dijo Andrea. – Tal vez podamos repetir en el futuro.

- Espero que sí. Esta ha sido una buena manera de conocernos, ¿no te parece?

- Me va a gustar conocer qué otras habilidades tienes. – agregó antes de salir del pequeño baño.

Esperé un par de minutos y luego yo también regresé a la fiesta. Ya en el jardín mi hijo se aproximó con un vaso de vino y me dijo,

- Tienes cara de haberte cogido a mi futura suegra. Noté que no estaban a la vista.

- ¿Cómo podría resistirme? Es muy sexy. – respondí.

- Ya lo sé. Tengo que hacer esfuerzos para no intentar cogérmela yo mismo.

Andrea nos miraba sonriendo desde el otro lado del jardín. Me pregunté si sospechaba de qué estábamos hablando.

 

 


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