Dos extraños

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Aquella casa de campo rodeada de árboles y de luces tenues fue el lugar donde aquellos dos extraños eligieron en esa ocasión para conocerse y escaparse un poco de esas ciudades llenas de ruido. 

Habían pasado un par de horas desde que llegaron, sin embargo, decidieron salir a caminar para no caer en la tentación que los llamaba nuevamente, caminaron mucho rato bajo el calor del verano, hablando mucho de todo y de nada al mismo tiempo, tanto así que cayó la noche sin que lo notarán. 

Las nubes se habían acumulado tapando el cielo estrellado, pero era tal el ensimismamiento que parecían no percibir nada de lo que ocurría a su alrededor, fue entonces que los tomó por sorpresa el primer chaparrón, así q debieron apurar el paso mientras las risas y las miradas cómplices empezaron a aumentar la intensidad. 

A unos metros de llegar a la casa la lluvia pareció disminuir, y sin mayor temor, en medio de la agitación, volvieron a mirarse, el agua había empapado sus ropas marcando sus cuerpos que parecían desnudos, fue en ese mismo momento en que todo el esfuerzo por contenerse no fue suficiente. Se acercaron y comenzaron a besarse, en un principio suave y lento, pero la pasión era tanta que el ritmo y la presión aumentaron, las respiraciones se agitaron y se entrecortaban por la tensión.

Él la fue empujando hasta una mesa que se encontraba en las afueras, mientras comenzaba a tocar su piel, podía notar que bajo su blusa sus pezones estaban erectos y eso solo hizo que el calor bajará como una puntada a su entrepierna. El deseo de poseerla aumentaba cada vez más, su pene cada vez más duro parecía querer escapar de su ropa. Disfrutaba verla así gimeante con ganas de él. Comenzó sacándole la blusa dejando al aire sus pechos que se erizaban con su contacto, decidió besarlos, sintiendo x un lado el frío del agua y por otro el calor de su cuerpo, así ansiando más metió la mano por su pantalón y noto la humedad, una humedad que no provenía de la lluvia sino del mismo deseo que lo consumía. 

Bajo su pantalón y la dejo así desnuda, expectante, su cuerpo seguía mojándose y con el reflejo de una luz no tan lejana era lo más hermoso que había visto, lentamente fue sacándose su propia ropa mientras ella lo miraba con picardía y con una sonrisa coqueta en sus labios. 

Ella se giró dándole la espalda y lo sintió acercarse apoyando su miembro entre sus nalgas, eso solo logró que su cuerpo se retorciera al contacto. El primer escalofrío de placer ocurrió apenas él la penetró, había ansiado tanto el momento que comenzó a moverse frenéticamente en busca de más, él acercó sus brazos y con una mano masajeaba lentamente sus pechos y con la otra fue acariciando su vientre mientras bajaba a su clítoris.

Sus respiraciones parecían sincronizarse en un grito ahogado de placer, sus cuerpos bailaban al ritmo del goce cuando llegó el segundo escalofrío, todo pareció detenerse mientras ella llegaba al orgasmo, esa pequeña muerte donde los sentidos se activan al mismo tiempo y nada más importa. 

El al ver tal espectáculo no resistió más y llegó a su clímax solo de verla, dejándose llevar por el éxtasis. 

Y así jadeantes se miraron, sin mediar palabra, pero con una carcajada que se escapaba impulsiva, libre y espontánea. Dejando así a dos extraños empapados y con ganas de una próxima aventura.


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