Juguete

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No, no se considera una víctima del consumismo, pero un regalo así, merece toda su atención. Todos los comentarios al respecto eran muy positivos y las experiencias descritas, le habían dejado cierta curiosidad. 

Sostiene en su mano la preciada cajita. Una gran excitación mezclada con alegría aflora en su mirada. La observa, la gira. Sus pupilas se dilatan y lentamente, empieza a desenvolver el regalo. Y ahí está. Pequeñito, suave, listo para proporcionarle todo el placer posible. Decidido, lo estrenará en ese mismo instante.

Como todo en la vida, va preparando el terreno. Sin prisas. Su traviesa imaginación se pone en acción y provoca un suave, pero inquieto cosquilleo. Cierra sus ojos excitados, respira profundamente y deja que empiecen a aparecer escenas excitantes; vividas, soñadas, anheladas, imaginadas y fantaseadas. Poco a poco, su cuerpo reacciona y su cueva da señales de humedad. 

Lentamente, roza con sus dedos los labios. Los acaricia con mimo. Preparándolos para la ocasión. Las caricias son suaves, constantes, excitantes. Y mientras sus dedos acarician sin perder su ritmo, su mente vuela. Flashes disparan sus ansias sexuales. Sí, está lista.

Coge su juguete y se lo coloca estratégicamente sobre su clítoris. “Aaaaahhhhhh por diossss” . ¿Cómo es posible tanto placer en tan breve tiempo? La vibración hace que todo su ser, tiemble de gusto. Es increíble, pero su primer orgasmo llega. Los espasmos se suceden. Los cortos, entrecortados gemidos, también. Presiona pues el placer es infinito y quiere más, desea más. Es tal su excitación que sólo desea extenderlo hasta morir de placer.

Su boca se abre, intenta decir algo. No puede. Intenta que su placer se verbalice, no puede. Su lengua moja sus labios deseosos de ser besados. Comidos. Mordisqueados. Su boca abierta expresa como puede......con suspiros de placer. Gemidos de placer. 

Dado que su primer orgasmo le ha llegado tan rápidamente, decide seguir jugando. Sigue coqueteando con su juguete. Cambia la velocidad marcada. Experimenta cierta calma. Paz. Relajación.

Sus pechos le invitan a que se los acaricie. Imagina unas manos, fuertes, grandes, sabias....

Giran lentamente por sus pechos, presionando su carne. Su piel.

Sus piernas se abren instintivamente. Se extienden.

Las manos soñadas, suben despacio por la parte interior de sus muslos. Lentamente, las va acercando, tentando su excitación.

No quiere reprimir el gusto que le están dando. Se estremece. Su suspiro sale. Exhalado lentamente.

Abre la boca imaginando una lengua intrusa. Juegan. Su fantasía se ha materializado. Lo tiene sobre ella. Mirándola fijamente. Le dice: “Mmmmmm, mírame”.

Ella abre sus ojos. Su mirada es dulce, entregada, sumisa.

La de él, de pleno deseo y posesión.

Él, tumbado sobre ella, extiende y apoya los brazos. Deja a su presa acorralada entre ellos. Se inclina para que su lengua recorra su cuello. Cuello, que ella estira para ser lamido. Despacio. Ella le ofrece un lado. Gime. Se deja chupar. Siente cómo su oreja se humedece. Aire caliente entra acompañado de palabras excitantes, sucias, incitadoras.

Su cuerpo ya le desea. Empieza a impacientarse.

Se contonea, dejando que las dos caderas, vayan moviéndose al mismo ritmo.

Gira su cuello hacia el otro lado. Su vello se eriza al sentir de nuevo, esa lengua caliente, recorrer su cuello. Esa lengua experta, está acelerando su pulso. Sus palabras añaden más tensión sexual. Y el aire, ese aire caliente, ya recorre todo su cuerpo por dentro. Despertando el volcán.

Él tiene el control. Él decidirá cuándo le dará todo lo que ella está deseando recibir. Estira su deseo hasta que su presa, le mira implorando piedad. Con la mirada, le pide que la folle. Que la penetre. Sonriente maliciosamente, le dice: “Espera. Deja que te mire. Esos ojos me lo piden todo. ¿Qué quieres que te haga? ¿Qué estás pidiéndome?”. Y como un diablo, sus ojos de fuego arden. 

Su mano se acelera. Presiona. Aprieta. Cambia de velocidad. Está exactamente sobre su clítoris. “Aaahhhhhhhh” “Síiiiiiii, así. Así. No pares…”. El ritmo se acelera. Todo su sexo vibra. Su respiración se agita, sus piernas tiemblan, arquea su espalda, su cabeza hacia atrás, su mano libre agarra firme la sábana, sus gemidos ahora audibles estallan contra la almohada y el sudor invade la cama. 

Mojada, deja caer el juguetito del infierno.


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