Una novia insatisfecha

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Fui a la fiesta en una casa en las afueras de nuestra ciudad sin compañía, pero llevé en mi auto a mi amigo Federico y a su novia, Soledad. Ella era como las amantes que más me gustaban: rubia, cabello largo, ojos azules, tetas atractivas aunque no grandes, cola rellenita. Siempre había pensado que era demasiada mujer para mi amigo. Ellos vivían separados aunque a veces dormían juntos.

Finalmente decidimos volvernos. Federico le cedió el asiento del acompañante a Soledad y él se acostó, literalmente, en el asiento posterior…y se quedó dormido a poco de comenzar el largo camino de regreso. Había bebido demasiado.

Soledad y yo conversamos sobre cosas triviales durante un rato pero de repente noté que la conversación se había vuelto personal.

- Federico trabaja demasiado. Cuando no se queda hasta tarde en la oficina se va de viaje por varios días. Me siento sola. – dijo Soledad.

- Tu nombre no te ayuda. – le respondí.

- ¡Idiota!

- No te enojes, lo dije bromeando.

- Te creo. – me dijo con una sonrisa en sus labios pintados de rojo, color que le quedaba muy bien.

Después de unos segundos de silencio durante los cuales yo pensaba en lo que me había dicho, reinicié la conversación.

- Tal vez cuando Federico esté de viaje podamos juntarnos a tomar un café o ir a un bar a la noche.

- ¡Me encantaría!

- Estoy seguro de que Federico no se molestaría.

- No tiene por qué enterarse. – dijo la novia de mi amigo y estirando su brazo depositó su mano en mi muslo.

Le correspondí de la misma manera pero por muy breves instantes porque tuve que usar mis dos manos para tomar una curva. Puse mi mano sobre mi nariz y, aspirando profundamente, pude notar que el perfume de Soledad se había adherido a la misma.

- Me gusta mucho tu perfume. – le dije.

- Creo que primero deberíamos dejar a Federico en su departamento. Está muy cansado. – dijo Soledad luego de unos segundos en los que solamente me miraba y acariciaba mi muslo.

Después de dejarlo a Federico en su departamento continuamos viaje hacia el de Soledad. Podía sentir la tensión dentro del auto. Las cosas no eran como antes. Los dos manteníamos silencio. No pude controlarme: detuve el coche en la primera oportunidad que tuve: Soledad y yo nos miramos y nos abalanzamos el uno sobre el otro. Desafortunadamente, quienes diseñaron los vehículos modernos no estaban pensando en una pareja besándose y acariciándose en los asientos delanteros. De todas maneras, la pasión dio entrada a la creatividad y mientras yo alcanzaba sus senos Soledad me acariciaba y apretujaba mi pene.

- Vamos a mi departamento. – me propuso.

Interrumpimos nuestras caricias y besos y volví a poner el auto en marcha. La efusividad de Soledad no me dejó dudas de que ella deseaba desesperadamente una buena cogida.  En el pasado, yo me había imaginado varias veces haciéndole el amor, así que presagié una buena noche.

Corroborando lo que pensaba, Soledad se las arregló para abrir mi bragueta, sacar mi verga al aire y comenzar a darle lengüetazos a la cabeza de la misma. No tardó en ponérsela dentro de la boca. Percibí en ese momento que iba a tener mi primer orgasmo allí mismo, mientras manejaba. Le advertí,

- Vas a hacer que acabe acá mismo.

- Veamos si lo logro. – dijo, después de interrumpir sus movimientos y mirarme brevemente a los ojos.

Después de varias chupadas sentí que mi semen se desplazaba velozmente a lo largo de mi pija.

- Ahora. - le advertí.

Lejos de apartarse, la novia de mi amigo continuó succionando mi falo con intensidad. Mi semen se derramó en la boca de Soledad y cerré los ojos por un par de segundos cuando llegó mi “breve muerte” como dicen los franceses. Soledad se bebió hasta la última gota de leche que pudo sacarme. Luego volvió a sentarse normalmente en su asiento y cuando la miré me dijo,

- Ahora estás en deuda. Veremos qué tan bien me pagas.

- No te preocupes, vas a quedar satisfecha. – respondí.

La subida en el ascensor hasta llegar al piso donde estaba el departamento de Soledad fue intensa, fogosa. No dejamos de besuquearnos y tocarnos ni por un instante. Ella pudo notar que mi verga ya estaba endurecida nuevamente y yo pude apreciar el tamaño de sus tetas, la dureza de su trasero, la humedad de su ardiente, depilada vagina. Yo rumiaba cómo iniciar el pago de mi deuda.

Nuestra ropa quedó desparramada por el living. Apreté a Soledad contra una pared y chupé sus tetas mientras mis dedos se mojaban en su concha. Me arrodillé e inicié un cunilingus que hizo gemir y suspirar a la novia de mi amigo. Una y otra vez recorrí los labios de su vulva y enterré mi lengua entre ellos subiendo y bajando por la fuente de sus copiosos jugos. Soledad se apretaba las tetas y sus pezones. Me incorporé y la penetré brevemente como para que supiera lo que se avecinaba.

- Vamos a tu cama a terminar el primer pago de mi deuda. – le dije.

Entramos al dormitorio, se acostó y volví a complacerla con mi boca. Cuando le chupé su clítoris le introduje suavemente dos dedos en su vagina y a poco comenzó su orgasmo. “Segunda etapa”, me dije, me acosté sobre ella y mi pija se perdió dentro de su caliente y empapada concha. Antes de iniciar mis vaivenes la besé, compartiendo sus jugos con ella.

- ¿Estoy pagando mi deuda? – le pregunté.

- Ya tienes crédito. Deja de hablar y mueve tu pija dentro de mí. ¡Hazme gozar!

- Bueno, aquí vamos.

Empecé mis empellones sepultando mi falo en Soledad profundamente con cada uno. Volvieron sus gemidos y de vez en cuando agregaba,

- ¡Así, así, entiérramela!

Decidí que era hora de probar otra posición. Me arrodillé sobre la cama y le dije,

- Ponte en cuatro patas. Te voy a perforar desde atrás.

- Me va a gustar mucho. – dijo, pero antes de adoptar esa posición se metió mi verga en su boca y le propinó un par de mamadas. Luego pude deleitarme con la visión de su hermosa cola frente a mí, exponiendo su depilada vulva, esperando mi entrada.

Le pasé mi lengua por la concha una vez, de abajo hacia arriba, le propiné unos chirlos a sus glúteos y luego la penetré sin detenerme. Con mis manos en su cadera la atraje hacia mí para cada penetrada, pero luego Soledad comenzó a moverse por su propia iniciativa.

Cuando percibí que mi orgasmo no tardaría en llegar la detuve e inicié mis estocadas. Sacaba mi verga casi totalmente afuera y luego volvía a sepultarla en su cachucha. Finalmente acabé. Mi semen comenzó a inundar su cavidad. Mi pene se estremecía con cada descarga y yo gemía a la par de Soledad, que había alcanzado otro clímax.

Me desplomé al costado de la novia de mi amigo, que me enfrentó para besarme apasionadamente.

- Nunca gocé tanto. – me dijo. – Espero que quieras pasar la noche en esta cama. Quiero que me satisfagas otra vez.

- Hace rato que nos imaginaba haciendo el amor. Vamos a dormir poco esta noche. – le advertí.

 


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