Algún día

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Cristina es una chica como cualquier otra. Vive en una ciudad grande, en una casa que podría ser muy parecida a la tuya o a la mía, va a la universidad, tiene amigos, tiene novio, carretea, la pasa bien. Cristina tiene como amigo a un chico común como ella, de nombre Antonio, que va a su misma universidad.

Antonio siempre habla con Cristina, la considera su mejor amiga y la ayuda cuando tiene algún problema. Como cualquier día, Antonio estaba con Cristina, ambos acostados en el césped mirando el cielo.

-¿No te has puesto a pensar en que hay después de la muerte? –le preguntó Antonio a Cristina.

-¿A qué te refieres? No creo nunca haber pensado eso –respondió ella.

-Ya sabes, cuando morimos ¿A dónde vamos a parar? ¿Nuestra alma va al cielo? ¿O sólo todo se apaga y ya?

-Me da cosa pensar en eso –respondía inquieta ella- Deja de pensar en la muerte.

-Me gustaría que al morir, mi alma pudiera volver a la tierra para ver a todas las personas que quise y cómo van sus vidas después.

-Cállate, déjate de hablar tonteras. Por favor.

-Jajajajaja, bueno, cambiemos el tema. Hace tiempo que no salimos. ¿Qué tal si salimos a comer alguno de estos días?

-Lo siento, estos días estoy muy ocupada. Dejémoslo para otra ¿bueno?

-Dale. No hay problema.

-No te enojes, sabes que te quiero.

Los días pasaron, en la universidad era época de exámenes y nadie tenía tiempo para nada. En estos días Cristina estaba muy triste y cansada. Deseosa de volver a disfrutar las noches en las que bailaba hasta el amanecer, se le ocurrió salir a una disco para divertirse el fin de semana con uno de sus amigos, de nombre Alberto, un chico muy popular de la universidad.

Al lunes siguiente en la universidad, Antonio escuchó por casualidad mientras Alberto hablaba con sus amigos que salió a bailar la otra noche con Cristina. Antonio al oír esto estalló en rabia y cuando llegó Cristina a saludarlo, este le dijo de frente:

-¿Con que estabas ocupada, eh? No mucho parece si te vas por ahí a bailar.

-Parece que te enteraste –respondió ella- Si, tenía ganas de ir a bailar y le dije a Alberto que fuéramos.

-No hay caso contigo –le dijo Antonio y se retiró enojado.

-Antonio ¡Espera! ¡No te vayas así!

Los días pasaron y Antonio no le dirigía palabra alguna a su amiga. Cristina que al principio estaba apenada, con el paso del tiempo comenzó a pensar que sólo era un berrinche de éste y que sólo la estaba manipulando sentimentalmente.

-¿Qué pasó con Antonio? –le preguntaban las amigas de Cristina a ella- Hace tiempo no están juntos y tan unidos como siempre.

-Caprichos de él, simplemente –se limitaba a decir Cristina.

Antonio echaba mucho de menos a Cristina, no quería estar enojado con ella, sólo quería volver a hablar con ella de las tonterías que los hacían reír siempre como idiotas. Pero, por más que él quisiera hablar con ella, ésta no se presentaba a clases, por lo que no podían nunca arreglar las cosas cara a cara. Siguieron pasando los días hasta que por fin Cristina apareció en la universidad, se sentó lejos de Antonio y ni siquiera lo tomó en cuenta ningún segundo. Al terminar la clase, Alberto le tocó el hombro y le dijo que tenía que hablar con ella.

-Cristina, ya no quiero estar más enojado contigo.

-Yo tampoco, pero tu comenzaste primero a ignorarme.

-Estaba enojado por lo de la otra vez, preferiste pasar tu tiempo con Alberto bailando que conmigo.

-Ya te dije que sólo quería bailar y fui con él. Deja de darle tantas vueltas.

-¿Qué tal si dejamos todo atrás y vamos a comer algo por ahí?

-Lo siento, ya quedé con Alberto de que íbamos a estudiar juntos hoy.

-Pasas mucho tiempo con él últimamente.

-¿Vas a seguir con lo mismo? Él es muy divertido y muy tierno. Además, no paso mucho tiempo con él.

-Bueno, es verdad, vi en las redes sociales varias fotos donde has ido a comer con otros más.

-Sí, con Joaquín, Camilo, Daniel y….¿Por qué te estoy dando explicaciones? Yo puedo ir a comer con quien quiera.

-Está bien, sólo espero que pronto podamos ir a comer y charlemos un rato. Me han pasado muchas cosas divertidas últimamente.

-Jajajajaja, bueno, algún día, además que nosotros nos vemos siempre, me puedes contar cualquier día.

Cristina se reunió con Alberto ese día para estudiar para un examen muy difícil, mientras que Antonio se fue para su casa. Salió de la universidad y esperó en la esquina que el semáforo marcara verde. Cruzó la calle para llegar al paradero y se sentó esperando la micro. Cuando ésta llegó, se subió y se colocó en un rincón con sus audífonos para olvidarse del mundo.

Al día siguiente, Cristina llegó a la universidad y vio que estaban todos sus compañeros reunidos susurrando.

-¡Cristina! –le dijo una de sus amigas –Siento lo de Antonio, debes de estar muy mal, ¿Qué haces acá en clases?

-¿Qué pasa con Antonio? –preguntó ella.

-¿Qué? ¿No lo sabes? Cristóbal nos contó hace poco.

-¿Qué cosa? Dime.

-Antonio..él..falleció

-No me vengas con bromas de mal gusto –dijo Cristina riéndose nerviosa.

-No es broma –le reiteró su amiga- Antonio murió ayer mientras iba a su casa, al parecer subió a la micro donde estaba un tipo repartiendo balazos a lo loco y una de las balas le llegó directo a él. Cómo te dije antes, Cristóbal nos contó hace poco. Los padres de Antonio le llamaron para contarle y le encargaron que él nos dijera a nosotros.

Cristina no dijo ni una sola palabra, sólo se quedó allí parada mirando fijamente a su amiga. Bastó sólo un minuto para que luego se desplomara y se quedara sentada en el suelo mientras las lágrimas le brotaban de sus ojos a montones.

-¡Antonioooooooooooo! Nooooo. Dime que esto no es real, por favoooooor. Dime que aún no he despertado. No puede ser verdad. ¡Antonioooooooooooo!

Aunque quiso seguir gritando, ya no le salía la voz para hacerlo. Sus amigas se acercaron para consolarla, pero no había nadie que le quietara la inmensa pena que sentía. Su gran amigo, quizás su mejor amigo estaba muerto y por más que él insistió en compartir con ella el último tiempo, ella siempre aplazó ese momento.

-¿Por qué no te dije que sí? ¿Por qué no salí contigo a comer o a bailar? ¿Por qué no aproveché el tiempo que tenía en divertirme contigo, en reír contigo en vez de salir con cualquiera? Ahora es demasiado tarde…Pude haber pasado el día de ayer contigo, así no te habrías ido a casa y ahora no estarías muerto. Es mi culpa. Soy la peor. No merecía tu amistad.

Todo esto pensaba Cristina, porque ya no tenía voz de tanto gritar, de tanto maldecir en contra de la vida, por haberle arrancado a una de las personas que más quería. Las lágrimas no paraban de salir, no sólo de sus ojos, ahora de su corazón.

-Espero que me perdones algún día. Te quiero mucho, amigo. Ahora sí que te echaré de menos.


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