Una tarde cualquiera

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 Llevaban meses postergando el encuentro contra su voluntad, pero por fin nada más se interponía, estaban solos en ese lugar. El había llegado primero y entreabrió las persianas para que entrara un poco de aire y luz tenue, recién comenzaba la primavera y eran las 18:30. 

 Pocos minutos habían pasado cuando sonó el timbre, él le abrió la puerta y ella paso por delante sin decir palabra, directo al comedor. Su vestido de finos breteles era claro y a trasluz marcaba las formas de su cuerpo al caminar. Al cerrar la puerta caminó hacia ella, lento y tranquilo, hasta quedar enfrentados, suficientemente cerca para que lograra percibir su perfume mezclándose con el aliento que escapaba entre sus gruesos labios, completamente deseables, enmarcados en una barba de pocos días (hasta cuando estaba obligado a usar traje encontraba la forma de tener un detalle de rebeldía y, por tonta que fuera esa actitud, eso le encantaba…aunque a esa altura de las circunstancias ya todo le encantaba, a decir verdad). 

 No soportaron mucho sosteniéndose la miranda, se arrojaron uno contra el otro, con desesperación, como peleando por la última gota de agua en el desierto. Ella enroscaba sus dedos entre los cabellos de él, tirando suavemente, él la apretaba contra su cuerpo, sosteniéndola firme por las caderas, guiándola contra la pared al lado de la puerta, hasta tenerla acorralada, la besaba con fuerza mientras deslizaba los breteles de los hombros y brazos, dejando al descubierto sus pechos; agarrándolos con seguridad, besaba su cuello, bajaba las manos por los costados de su silueta, acompañando sus formas por debajo de la falda, acariciando su cola, levantándola del piso mientras ella se abrazaba con las piernas en torno a su cadera y agarraba fuertemente su espalda, dejándose llevar hasta la arcada de la puerta, donde había una barra de esas que se usan para ejercitar, levantó sus brazos y se tomó de ella con fuerza; liberado, se inclinó hasta colocar las piernas de ella sobre sus hombros y comenzó a lamer el interior de sus muslos, mordiéndolos suavemente, yendo hacia el centro muy suavemente, besando la fina capa de tela que lo separaba de la humedad que aumentaba en ella, rozando su clítoris con la punta de la nariz, jugando con ella, provocándola…siempre hasta ahí, en tensión...siempre queriendo controlar su placer…como prometiendo las sensaciones que podría darle; pero no aun. 

 La tomó por la cintura, y mientras ella se soltaba, volvían a tenerse frente a frente...ella desabrochaba los botones de la camisa, el cinturón, el pantalón y se desvestía mirándolo fijamente; deslizo sus finos dedos por el pecho de él, por su abdomen…tan terso y pálido…continuo bajando hasta encontrar su juguete preferido; firme, caliente y algo mojado ya…delicioso; liberándolo de la ropa comenzó a recorrerlo con las yemas lentamente desde la base hasta la punta, una y otra vez, dibujando curvas y círculos sobre él. Llevó su otra mano a su boca y, aun con la mirada clavada en sus ojos, la lamió y tomó el perfecto instrumento de placer que la apuntaba, se recostó en la mesa y el se abalanzo sobre ella, tomando sus piernas por detrás de las rodillas, levantando y separándolas, penetrándola fuertemente, robándole un grito ahogado al tiempo que rasgaba la lencería para deshacerse de ella, luego retrocedió pausadamente, muy suave, haciéndola sentir cada centímetro de él en su interior, solo para volver a embestirla con fuerza, y repetir nuevamente, acompañado por la cadencia de sus quejidos…otra vez controlándola, midiéndola...hasta que ella no lo tolero más; comenzó a atraerlo hacia ella, agarrándolo de los muslos y forzándolo a estar tan dentro suyo como fuera posible, alzando su cadera en busca de cada vez más. 

 Se besaban entrecortados por sus gemidos, cada brusca exhalación de él junto a su oído la llenaba de placer, sentía como su cuerpo reaccionaba a esos sonidos, derritiéndola como pocas cosas podían provocárselo, la hacían susurrarle cuánto le gustaba, la hacían no reconocerse a sí misma en las palabras que pronunciaba, y mientras él se perdía más y más en su propia excitación, volviendo los gemidos más profundos…

 Ella también disfrutaba el juego del control, no iba a dejarlo terminar tan fácilmente, empujándose con los pies en la cadera de él se deslizo hacia atrás por la mesa, incorporándose sobre ella e invitándolo a subir para acostarse a su lado y así arrodillada se inclinó para besar el henchido y brillante glande, acariciándolo con el labio inferior primero, metiéndolo lentamente en su boca luego para que el calor lo rodeara, ella se saboreaba a si misma mezclada con él y no pudo seguir esperando, paso una pierna sobre su cuerpo y dándole la espalda volvió a montarse; tomo sus manos y las llevo a sus pechos que el apretó, luego los sostuvo suavemente mientras con los costados de sus pulgares acariciaba los pezones tensos; ella se movía sobre el rítmicamente, y cuando llegaba al fondo formaba con su cadera círculos, la espalda se curvaba hacia atrás y el cabello le caía desprolijo, rozándole la cintura…estaba ida de placer, no sentía nada y todo a la vez, sabía que no podía aguantar mucho más, notaba su interior inflamado y caliente, preparándose, fundiéndose sobre él, bañando completamente su ingle...y entonces la fulmino la descarga de su propio orgasmo, grito ahogadamente mientras se apretaba contra él, sentía su cuerpo palpitar y temblar, las contracciones espasmódicas de sus piernas mientras se dejaba caer hacia delante, intentando recobrar el aliento poco a poco.

 Cuando pudo incorporarse, se reacomodo, esta vez mirándolo y se dispuso a hacerlo estallar como ella misma había hecho, era justo que tuviera la satisfacción de verlo morir en ella, de comprimirlo dentro suyo hasta extasiarlo, de atestiguar su vulnerabilidad. Mientras aumentaba el ritmo el se incorporó un poco para tomarla con una mano por la nuca, besaba su cuello y sus pechos, con la punta de la lengua los presionaba y luego succionaba, pero ya no podía más, estaba rendido y ella conocía ese momento, cuando dejaba caer su cabeza y con la boca apenas entreabierta mordía su propio labio, ya era suyo…oyó sus gritos y esa especie de estertor, sintió el calor dentro suyo, como la inundaba y luego chorreaba desde su interior hacia su prisionero y el solo hacerse consciente de ello la llevó a otro orgasmo, esta vez más quedo, relajado.

 Se miraban con rostros transpirados y satisfechos, recostándose sobre él, se quedaron así unidos, oyendo sus latidos agitados y sus respiraciones volver poco a poco a su estado habitual, ya solo les restaba entregarse al sopor de la noche.


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